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"Ya no es la misma", dijo la madre de la chica venezolana drogada y abusada

Tirada sobre las escaleras, inconsciente, con el torso desnudo y su agresor encima, poniéndole la ropa a las apuradas. Así encontró la Policía de la Ciudad a la joven venezolana de 18 años que había empezado a trabajar hacía apenas unas horas en un local de venta de uniformes en Paso 693, en el barrio de Balvanera, y que denunció haber sido drogada y abusada por quien la convocó para una entrevista laboral en ese comercio del Once. Cuando vio cómo la sacaban en una camilla los paramédicos del SAME, rodeados de uniformados, la madre de la chica creyó que estaba muerta.

Thais relató a LA NACION cómo pasan los días de su hija desde el ataque, ocurrido el pasado sábado 23: "Está muy mal. Aunque por suerte no recuerda la violación, ella sabe lo que le pasó. Tuvo a su victimario de frente, colocándole la ropa, y eso ya es un trauma. Tiene días que no come, ya no es la misma".

Todo comenzó el viernes, cuando la hija de Thais contactó con este hombre, identificado como Irineo Humberto Garzón Martínez, para pedirle trabajo. Una amiga le había pasado su Facebook. El sujeto, que en las redes se hacía llamar Santiago Martínez, le preguntó si quería conversarlo en una cena. "Ella no quería una cena, sino un trabajo, por eso le dijo que no", relató a LA NACION Patricia, amiga de la familia. El hombre la citó, entonces, para una entrevista al día siguiente en el local, a lo que la joven accedió. En diálogo con La Nación, Patricia explicó por qué la joven aceptó ir al local de Garzón Martínez: "El tipo le decía: 'Si no venís tengo otras para darles el empleo'. Thais y su hija se mudaron hace poco a Balvanera porque el padre de ella sufrió un ACV, y está internado en el Hospital de Clínicas. Por eso mismo ella estaba buscando trabajar".

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Pero la actitud del hombre puso en alerta a Thais, que le pidió a su hija que le enviara una foto del frente del local y su ubicación. Hoy, ella sostiene que lo que salvó la vida de su hija fue esa comunicación: "Creo que la confianza entre madre e hija fue vital, es algo que tiene que permanecer siempre, y en este caso si ella no hubiese tenido la confianza ni las ganas de contarle las cosas a su madre, el escenario podría haber sido otro".

Lo que pasó después ya es conocido. La joven trabajó algunas horas de la mañana en el local de Irineo Garzón, y más tarde aceptó un vaso que le ofreció. Entonces sintió cómo sus manos temblaban y se debilitaba. Atinó a mandarle un mensaje a su madre que decía "mamá tengo miedo". En ese momento Thais estaba en una sesión de rayos X con su padre y no pudo responder. Entonces la joven alcanzó a llamar a su hermana, a la que le dijo que se le dormían las manos. Ella logró comunicarse con Thais y llamaron a la Policía de la Ciudad, que llegó al lugar encontrando la escena de la joven inconsciente, a la que tuvieron que llevarse en silla de ruedas. Su abusador fue detenido, pero liberado a las pocas horas por no tener antecedentes, imputado por abuso sexual simple por la jueza porteña Karina Zucconi.

Este es el primer encuentro de Thais y su familia con la Justicia argentina, ya que llegaron al país desde Venezuela hace un año y medio: "Estoy muy decepcionada, indignada con la jueza, y detestando la Justicia de este país. Es la primera vez que tengo que acudir a la Justicia en la Argentina y no estoy de acuerdo, me parece injusta la decisión de esta jueza, y solo espero que se haga justicia para que esto no le ocurra nunca más a ninguna chica".