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Matthias Berninger “Los políticos subestiman al mundo de los negocios”

Matthias Berninger, VP de Ciencia y Sustentabilidad de Bayer
Matthias Berninger, VP de Ciencia y Sustentabilidad de Bayer

Matthias Berninger es alemán. Creció en un pequeño pueblo en el centro del país, cerca del aeropuerto de Fráncfort. Vendió bicicletas mientras estudiaba química en la universidad. En 1994, con 23 años, fue elegido como miembro de Bundestag por el Partido Verde. Luego fue nombrado viceministro de Protección al Consumidor, Nutrición y Agricultura, desde ese momento quedó “atrapado en el sistema de alimentos”. Tras más de una década en la política, en 2019, ingresó a Bayer como VP de Ciencia y Sustentabilidad.

¿Qué cosas lo motivaron para entrar a Bayer?

–Siento una gran pasión por resolver los mayores problemas del cambio climático. Vamos a tener 8000 millones de personas en este planeta con muchos problemas de equidad y de salud. Las crisis alimenticias en todo el mundo golpearán a mucha gente en todo el mundo ¿Cómo nos aseguramos entonces de que esa gente tenga una buena vida? Esto es lo que me ha llevado al desafío de intentar resolver estos problemas.

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–¿De esos ideales que usted profesaba cuando integraba el Partido Verde, cuánto pudo plasmar y poner en práctica en la empresa?

–Durante toda mi carrera he tenido el privilegio de estar en el rol de la transformación de crear nuevos productos en salud y agricultura. No veo tantas compañías que tengan un impacto tan relevante para resolver los desafíos sistémicos que estamos enfrentando como Bayer.

–En la actualidad se encuentra en el sector privado, seguramente le ha quedado en la esfera pública gente que lo acompañó en su crecimiento como político ¿Qué les dice hoy?

–Muchas veces en el mundo de los negocios, los empresarios no tienen gran respeto por los políticos y los políticos subestiman el mundo de los negocios. Tengo muchos amigos en la política en diferentes partes del mundo y lo bueno es que puedo tener conversaciones abiertas y francas con ellos. En el Parlamento, conociendo mi pasado en el Partido Verde, se preguntaban cómo yo iba a ingresar a Bayer, después de la adquisición de Monsanto. La respuesta es muy simple, el poder innovador de ambas empresas combinadas es sorprendente. Necesitamos innovación para resolver estos problemas que no podemos hacer desde el debate político. Creo que la única manera de descarbonizar las economías y para poner fin al hambre en el mundo es a través de una innovación muy radical.

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–¿Qué enseñanza le dejó la cumbre de Glasgow?

–Glasgow ha sido un gran éxito, habla que el mundo se ha comprometido a poner fin a la deforestación para 2030. Brasil ha sido uno de los países claves en hacer que este compromiso sea posible. Si uno tala los bosques, pierde las lluvias que es tan importante para las cosechas. Mi esperanza es que ahora se puedan acortar los caminos a la reducción de la temperatura. Esto abre una esperanza a que podamos abordar los desafíos del cambio climático saliendo de nuestra zona de confort de la que venimos desde hace muchos años para tener una mejor vida.

–En el mundo existe una dicotomía: por un lado, se aplaude la ingeniería genética y la tecnología aplicada a la salud y por otro se esté en contra de la ciencia aplicada a la agricultura ¿Por qué pasa eso?

–Se debe a que ese debate no se basa en la ciencia sino en las emociones. Pero si estamos dispuestos a aceptar tecnologías en las vacunas no tendríamos por qué cuestionar lo otro.

–En los últimos tiempos, los ambientalistas le sacaron una ventaja importante en la comunicación con la sociedad a las compañías privadas ¿Cuál es su mirada al respecto?

–Es un tema complejo, dedico mucho tiempo a pensar en ello. Hay empresas que tienen una reputación grande y son pequeñas, y hay empresas muy grandes que tienen una mala reputación. Uno de los errores que nosotros como Bayer hicimos es no tener un buen diálogo con los sectores interesados que nos criticaban. Yo quiero hablar con esos grupos que nos critican, aprender de ellos, reconocer donde están los errores y en qué nos estamos equivocando. Me pongo en los zapatos de un político o de una ONG y una de las razones por lo que tenemos tanta presión es que la gente quiere preparar el terreno para regularnos a nosotros en cierta medida. El argumento del movimiento ambiental es que la ciencia es clara: el clima está cambiando.

–¿Cree que la compra de Monsanto perjudicó la reputación que tenía Bayer?

–Ambas empresas tienen antecedentes en su historia muy complicados. La clave es no negar la historia sino aprender de ella. Es lo que estamos haciendo. Nadie compra una compañía por su reputación, sino que se compró por el potencial innovador que aportó Monsanto y se complementó con el de Bayer para ayudar al mundo, para abordar la emergencia climática. Creo que Bayer pasó a ser un símbolo de conflicto sobre el futuro de la agricultura y no hemos podido salir de esa controversia.

–Bayer lanzó el programa Pro Carbono, que busca neutralidad para el año 2030, ¿esto es posible?

–Mi salario depende de que sea posible. Tenemos que reducir el 5% de emisiones de carbono por año para llegar a ser carbono neutro para el 2030. Es un compromiso a largo plazo. Es difícil pero no imposible. Es importante que nosotros materializamos esta misión de descarbonización. Los agricultores del mundo dependen de esto. Si no logramos una reducción de la temperatura, perdíamos entre un 5 y 10% de las cosechas globales y la producción de los granos se reduciría. Aun en el mejor escenario posible, los agricultores estarán bajo mucha presión y debemos ayudarlos a ser resilientes con lo que está viniendo. El 40% de la superficie del planeta se usa para agricultura. Para esto, agricultores y ambientalistas deben trabajar juntos, ambos tienen los mismos intereses. Nosotros como compañía, debemos poder darle la posibilidad de innovación.

–¿Cuál es su posición acerca de las patentes?

–Soy un fanático de las patentes. La razón es que por un lado tenemos inversiones y nuevos productos de innovación y por otro lado tenemos el negocio. Sin las patentes, esas innovaciones no llegarían al negocio ni tampoco al consumidor. El problema no es la patente, sino que si la patente hace que sea difícil o imposible que la gente acceda a la tecnología. Un punto medio sería tener las patentes, pero también tener una transferencia con la comunidad de negocio cuando la gente no puede acceder a esto. No tiene que ver con las patentes sino con el resultado. Si no tuviésemos esa protección para nuestras invenciones sería prácticamente imposible justificar la inversión a los accionistas. Un sistema que no da protección de patentes no es tan innovador como un sistema que tiene esa protección.

–¿Qué mirada tiene de la Argentina?

–Sé que hay muchos problemas en la Argentina. En primer lugar, se ve un país que por supuesto está luchando económicamente, pero también un país que tiene una cultura rica y gente fantástica. Deben estar orgullosos, porque el mundo no mira al país con la misma negatividad que lo miran ustedes.