A medida que se propagan los chatbots, los conservadores sueñan con una respuesta de la derecha

En este artículo:

Elon Musk en una demostración de SpaceX en el Centro Espacial Kennedy en Merritt Island, Florida, el 30 de mayo de 2020. (Doug Mills/The New York Times)
Elon Musk en una demostración de SpaceX en el Centro Espacial Kennedy en Merritt Island, Florida, el 30 de mayo de 2020. (Doug Mills/The New York Times)

Cuando explotó la popularidad de ChatGPT como una herramienta que utiliza inteligencia artificial para redactar textos complejos, David Rozado decidió poner a prueba su potencial de sesgo. Rozado, un científico de datos de Nueva Zelanda, sometió al chatbot a una serie de pruebas en busca de indicios de una orientación política.

Los resultados, publicados en un artículo reciente, fueron notablemente coherentes en más de una docena de pruebas: “liberal”, “progresista”, “demócrata”.

Por lo tanto, jugó con su propia versión, la cual entrenó para responder a preguntas de tendencia a todas luces conservadora. Llamó a su experimento RightWingGPT (DerechaGPT).

Como lo probó su demostración, la inteligencia artificial ya se había convertido en otro frente de las guerras políticas y culturales que convulsionan a Estados Unidos y otros países. Aunque los gigantes tecnológicos luchan por sumarse al auge comercial que ha impulsado el lanzamiento de ChatGPT, enfrentan un debate alarmado sobre el uso —y potencial abuso— de la inteligencia artificial.

La capacidad de la tecnología para crear contenido que se ajuste a puntos de vista ideológicos predeterminados o que fomente la desinformación enfatiza un peligro que algunos ejecutivos tecnológicos han empezado a reconocer: que pudiera surgir una cacofonía informativa de los chatbots rivales con versiones distintas de la realidad, lo cual socavaría la viabilidad de la inteligencia artificial como herramienta de la vida cotidiana y erosionaría todavía más la confianza en la sociedad.

“No es una amenaza hipotética”, opinó Oren Etzioni, asesor y miembro del consejo del Instituto Allen para la Inteligencia Artificial. “Es una amenaza muy inminente”.

Los conservadores han acusado a la creadora de ChatGPT, la empresa OpenAI de San Francisco, de diseñar una herramienta que, según dicen, refleja los valores liberales de sus programadores.

Por ejemplo, el programa ha escrito una oda al presidente Joe Biden, pero se ha negado a escribir un poema similar sobre el expresidente Donald Trump, para lo cual citó un deseo de neutralidad. ChatGPT también le dijo a un usuario que “nunca es moralmente aceptable” utilizar un insulto racial, ni siquiera en una situación hipotética en la que hacerlo pudiera detener una bomba nuclear devastadora.

En respuesta, algunos de los críticos de ChatGPT han instado a mejor crear sus propios chatbots u otras herramientas que reflejen sus valores.

Elon Musk, quien ayudó a lanzar OpenAI en 2015 antes de marcharse tres años después, ha acusado a ChatGPT de ser “progre” y ha prometido construir su propia versión.