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Migrantes no pueden esperar a Biden para una mejor vida en EEUU

(Bloomberg) -- Para miles de migrantes centroamericanos, la promesa de una mayor seguridad personal y oportunidades económicas es lo que los impulsa a emprender arduos viajes hacia el norte hasta la frontera de Estados Unidos, no las palabras más acogedoras del presidente Joe Biden.

“No sabía nada de Biden, no tuve tiempo de ver las noticias. Tuvimos que huir tan rápido”, dijo Carlos, un hondureño de 28 años que dice que bandas violentas lo persiguieron de su tierra natal en marzo.

“Me hubiera quedado si pudiera, pero simplemente no tenía otra opción”, dijo.

Pidió que no se publicara su apellido por temor a represalias de las personas que lo amenazaron.

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En Washington, legisladores republicanos acusan al presidente de fomentar una ola récord de inmigrantes, culpando su cambio hacia un tono más comprensivo frente a la inmigración respecto de la dura retórica de su predecesor, Donald Trump. Sin embargo, en El Salvador, Guatemala y Honduras, los tres países de origen de la mayoría de las personas detenidas en la frontera sur, el crimen, las privaciones económicas, los desastres naturales y las redes de tráfico de personas están haciendo mucho más para potenciar dicho aumento que cualquier cosa que haya dicho Biden.

La migración desde la región estaba aumentando meses antes de que Biden asumiera el cargo, impulsada por las enormes disparidades económicas y sociales entre Centroamérica y EE.UU., las que se vieron exacerbadas por la pandemia. Desde principios de año hasta finales de abril, más de 237.000 personas de Guatemala, Honduras y El Salvador -conocido como el Triángulo del Norte- fueron detenidas al intentar cruzar la frontera sur de EE.UU., según datos del Gobierno.

Aquellos que ingresan a EE.UU. encuentran una economía repleta de trabajos mal pagados que muchos estadounidenses no quieren, así como empleadores dispuestos a tomarse a la ligera su situación migratoria.

El aumento de migrantes se convirtió en una crisis política temprana e inesperada para Biden, quien asumió el cargo con el objetivo de intensificar la campaña de vacunación del país e impulsar la economía nacional. Si bien muchos migrantes son devueltos en la frontera según los protocolos pandémicos establecidos por Trump, decenas de miles han sido admitidos para seguir con los procedimientos de inmigración en el país, incluidos decenas de niños no acompañados por padres o tutores, a quienes Biden ha dicho que no se les negará la entrada.

Su Administración está luchando por abordar las causas fundamentales de la migración a EE.UU. y aún tiene que proponer una nueva política o establecer una estrategia.

La vicepresidenta, Kamala Harris, fue nominada por Biden para liderar una campaña diplomática con los Gobiernos de México y Centroamérica. Viajará a Guatemala y México a principios del próximo mes, luego de prometer más de US$300 millones en ayuda humanitaria adicional para los países del Triángulo Norte en una llamada con el presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, realizada en abril.

No hay duda de que Biden ha sido más acogedor con los migrantes que Trump. Como candidato presidencial, condenó las restrictivas políticas migratorias de Trump y dijo que todos los que solicitan asilo en la frontera de EE.UU. “merecen ser escuchados”.

Biden y sus principales asesores rebaten la idea de que su retórica más acogedora ha alentado la migración, y en repetidas ocasiones han aconsejado a los migrantes que no intenten ir a EE.UU. por ahora, mientras que la nueva Administración se ocupa del aumento y moderniza los programas para refugiados y asilados.

Enfoque en la corrupción

El Gobierno de Biden aún no ha encontrado una solución novedosa para las causas económicas y sociales que originan la migración, pero Harris le ha dicho a su personal que busque nuevas ideas. La Administración ha colocado la corrupción al frente de su estrategia, considerando que el problema es tan generalizado que los esfuerzos para estimular el crecimiento económico y las oportunidades no pueden llevarse a cabo sin desarraigar las malas prácticas.

La Administración también ha sido más agresiva al asociarse con el sector privado, tanto para desembolsar ayuda a través de organizaciones no gubernamentales como para persuadir a las empresas de que se apoyen en los Gobiernos regionales para erradicar la corrupción.

El dinero es solo una parte del problema.

Guatemala, por ejemplo, cuenta con la economía más grande de Centroamérica, según el Banco Mundial, pero solo el 40% de su población disfruta de seguridad alimentaria. Casi un millón más de guatemaltecos, alrededor del 6% de la población, pueden haber sido sumidos en la pobreza por la pandemia, estima el Banco.

Honduras y El Salvador están aún peor económicamente, y los líderes de los dos países tienen relaciones problemáticas con EE.UU. El presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, ha sido acusado por fiscales estadounidenses de contrabando de drogas, mientras que el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, fue criticado a principios de este mes por el Secretario de Estado de EE.UU., Tony Blinken, después de que su partido despidiera a cinco de los principales jueces del país y al fiscal general en un intento por consolidar su poder político.

Todos los Gobiernos de la región se benefician económicamente de la migración, lo que lleva a acusaciones de los políticos estadounidenses de que tienen pocos incentivos para ayudar a detenerla. Las remesas de dinero de mexicanos y centroamericanos en EE.UU. son una fuente importante de ingresos para las familias en el país de origen. En 2020, México recibió US$42.900 millones, mientras que los tres países centroamericanos juntos recibieron US$22.900 millones, según el Banco Mundial.

A la fragilidad económica se suma que tres países centroamericanos sufrieron los golpes consecutivos de dos poderosos huracanes en noviembre, causando daños particularmente a sus sectores agrícolas, una importante fuente de empleo en la región.

Por otra parte, la violencia endémica se superpone a las catástrofes económicas. El Salvador tiene la tasa de homicidios más alta del mundo, y tanto Honduras como Guatemala también se encuentran entre los 20 primeros, según las Naciones Unidas.

Nota Original:Migrants Have No Time for Biden in Quest for Better Life in U.S.

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©2021 Bloomberg L.P.