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Por qué los millonarios están comprando bosques

Las familias ricas también están cada vez más interesadas en las inversiones ambientales y sostenibles. Esto lo dice John Kelley, un ejecutivo a nivel nacional de la Administración de Activos Especiales de Bank of America (SAM), grupo que administra más de 94.000 activos con un valor de 13.600 millones de dólares provenientes de particulares y de instituciones.

Bosque en la región de Ozarks/Getty
Bosque en la región de Ozarks/Getty

Según un reporte publicado por Bloomberg, la disminución de las tierras cultivables en el planeta, así como la creciente demanda mundial de alimentos, han llevado a un grupo de personas acaudaladas a invertir en tierras agrícolas.

"La gente tiene que comer, y lo que creemos sobre la naturaleza intrínseca de estos activos es que tienen un valor real y que persistirán con el tiempo", puntualiza Kelley.

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El proyecto busca la rentabilización de extensas áreas de bosques, desde Nueva Inglaterra hasta las Carolinas, por parte de personas con un patrimonio neto de al menos cien millones de dólares y un mínimo de diez millones de dólares para invertir. En paralelo, pretende que todos velen por la protección de estas reservas de la flora y la fauna.

Y para ello, estos ejecutivos que en otros tiempos laboraron en modernas oficinas neoyorkinas tienen que calzarse unas buenas botas y una ropa de campaña para visitar y mostrarles a sus clientes el producto que se les está ofreciendo.

Estas visitas al campo “tienen un efecto transformador de muchas maneras cuando realmente pueden verlo, sentirlo, tocarlo y, a veces en el caso de las tierras de cultivo, olerlo", como enfatiza Kelley. "Es algo que va más allá de los números", concluye.

En todo el país, el SAM dispone de 38 oficinas con especialistas en el terreno dedicados a mostrarles vastas extensiones de tierra a los clientes que estén dispuestos a apostar a largo plazo. Todos tienen un promedio de más de 15 años de experiencia en el sector. Lo interesante es que algunos, tras una larga carrera en el mundo de las finanzas, han decidido regresar al campo, donde nacieron y donde sus padres y abuelos pasaron todas sus vidas.

Entre estos se encuentra Tom Crowder, un exjugador de los Cowboys de Dallas, uno de los equipos más aclamados de la NFL, quien ahora organiza visita y promueve ventas a inversores interesados en terrenos forestales, granjas, ranchos, intereses energéticos o bienes raíces.

Tom Crowder (40) en Irving, Texas, en 2004. (James D. Smith/Sporting News, Getty Images)
Tom Crowder (40) en Irving, Texas, en 2004. (James D. Smith/Sporting News, Getty Images)

Es lo que el mercado llama ‘inversiones alternativas’ a largo plazo, capaces además de diversificar carteras compuestas principalmente de acciones y bonos, además de constituir una protección contra una eventual inflación.

Y no hablamos de un juego descabellado de niños. Según el índice del Consejo Nacional de Fiduciarios de Inversión en Bienes Raíces, los retornos para las zonas forestales alcanzaron un 3,2% en 2018, en comparación con el 2,4% en lo que va del año.

Este exfutbolista también instruye a sus clientes sobre la producción de madera, les advierte de la presencia de jabalíes y del peligro que entrañan para las plantaciones, pero también les recuerda que este tipo de propiedades se prestan para habilitar un muy rentable club de caza recreativa, que a fin de cuentas se convierte en otra fuente de ingresos.

Sin embargo, aquí las estadísticas para activos reales, como las ganancias previstas y las tasas de obstáculos, no corresponden a las métricas típicas de Wall Street. En algunos casos, el banco tiene que explicar a los inversionistas sofisticados que las inversiones podrían no funcionar para ellos.

Muy diferente a la bolsa

Los activos producen ingresos, en forma de troncos, cultivos, ganado o petróleo y gas, pero los compradores tienen que sentirse cómodos ante un horizonte de tiempo y beneficio de varios años. Lo primero a saber es que una granja maderera podría generar ventas inmediatas o tardar años en cosechar, dependiendo de la madurez del árbol y de las condiciones del mercado. Pero también puede demorar décadas si se empieza a partir de semillas.

"Esto no es como las acciones y los bonos -recuerda Kelley-. No es algo que compres el lunes y vendas el miércoles. Si el comprador no llega con un horizonte de inversión de al menos diez años, realmente no le conviene esta clase de inversión".

De acuerdo con la publicación, hay otras razones para tener cuidado. Universidades como Yale y Harvard tuvieron problemas con sus inversiones forestales en los últimos años después de que los fondos de dotación compraron grandes extensiones de tierra como una forma de protegerse contra la inflación. La inversión fue generosamente rentable hasta 2017, pero ese año los ingresos se desplomaron y las universidades fueron criticadas por los residentes locales y los ambientalistas por la saturación de los terrenos, la destrucción del paisaje y la alteración de los hábitats de los animales.

Es por eso que Bank of America enfatiza en la importancia de que sus expertos sepan muy bien de lo que hablan para que seleccionen las propiedades con un margen bastante estrecho de riesgo financiero; una combinación perfecta entre el conocimiento de los mecanismos del mercado y la sabiduría natural de las personas nacidas en el campo.

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