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Moldawky, preocupado: no puede competir con Stiglitz

Stiglitz y la Presidenta, ayer, en la ex Aduana Taylor; hablaron sobre las diferencias entre la Argentina y Europa
Marcelo Gómez

Dentro de una misma persona, habitan dos Joseph Eugene Stiglitz. Uno, en 2001 compartió el Premio Nobel de Economía con George Arthur Akerlof y Andrew Michael Spence; el otro, con referencia a la economía argentina, a partir de 2003 se convirtió en una máquina de decir barbaridades.

Aprendí de ellos que cuando oferentes y demandantes no cuentan con la misma información, esta asimetría tiene consecuencias. Akerlof lo ilustró con el caso del mercado de autos usados, Spence lo aplicó al mercado de seguros, mientras que Stiglitz encontró la solución al problema en la intervención estatal.

En la década de 1960 aprendí en la facultad que detrás de cada “falla de mercado” existe la correspondiente intervención estatal. Ahora sabemos que junto a las fallas del mercado están las “fallas del Estado”, por lo cual antes de recomendar la intervención estatal hay que averiguar qué es peor, si la falla del mercado o la del Estado. Mi papá, que solo cursó la escuela primaria, lo tenía bien en claro cuando afirmaba que “a veces es peor el remedio que la enfermedad”.

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Stiglitz ignora esto olímpicamente, y sin prestarles atención a las limitaciones prácticas de los Estados de los diferentes países sigue recomendando la intervención estatal.

Nunca me peleo por diferencias de opinión, pero en el caso de Stiglitz lo que verdaderamente me saca de quicio es la racionalización académica que otorgó a las políticas económicas implementadas por Néstor Carlos y Cristina Fernández de Kirchner, y ahora por Alberto Ángel Fernández. Dijo en su momento que se jugaba el prestigio a la política económica implementada por la Argentina a partir de 2003, y si en el plano internacional la profesión evaluara las opiniones como es debido, le quedaría muy poco prestigio.

Si tanto le entusiasmaron y entusiasman las políticas económicas de los Kirchner, lo que tendría que haber hecho es haberlos asesorado en privado, mostrándoles las limitaciones de sus esquemas, en vez de racionalizar públicamente lo que resulta técnicamente indefendible.

Estas líneas fueron inspiradas por un reciente artículo suyo, donde calificó de “milagro económico” la recuperación del nivel de actividad de la Argentina en 2021, casi el doble de la de Estados Unidos; sin mencionar que en 2020 la caída del PBI argentino fue muy superior a la de Estados Unidos. Por eso digo que el talentoso Roberto Moldavsky está preocupado.