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La mujer suiza que rompió una extraña tradición de más de 600 años reservada para hombres

Cassandre Berdoz, vigilante nocturna de la ciudad de Lausanne en Suiza
Cassandre Berdoz, vigilante nocturna de la ciudad de Lausanne en Suiza

LAUSANNE, Suiza.– Desde lo alto de la catedral de Lausanne, a altas horas de la noche, Cassandre Berdoz grita, en voz alta y a deshora, a favor de los derechos de la mujer en Suiza, un país que ha quedado rezagado en materia de igualdad de género.

Berdoz, de 28 años, es la primera mujer nombrada para el puesto de vigilante nocturna en Lausana, a pesar de que la ciudad ha tenido mucho tiempo para hacerlo: ha conservado este puesto de trabajo durante más de 600 años, aunque ya no cumpla la función de salvamento que tenía en siglos pasados, cuando la guardia nocturna ayudaba a salvaguardar a los residentes contra los incendios y otras catástrofes nocturnas.

Anunciar la hora ya no es necesario en un país famoso por sus relojes, pero Berdoz sigue manteniendo el elemento de vigilancia del tiempo. Desde los cuatro lados del campanario, grita cada hora, justo después de que suene la gran campana de la catedral.

Con las manos alrededor de la boca para ayudar a que el sonido llegue más lejos, se inclina sobre la balaustrada y envía su escueto mensaje: “¡Es la mujer de la guardia nocturna! Acaban de sonar las 10″.

Entrar en la guardia nocturna era “un sueño de la infancia”, dice Berdoz, que tuvo que librar una larga y extenuante batalla para hacerlo realidad.

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La primera vez que preguntó por el trabajo, hace unos años, no obtuvo respuesta de las autoridades municipales. Volvió a escribirles y siguió sin obtener respuesta. Así que empezó a llamar al ayuntamiento todos los meses para preguntar por una vacante de vigilante nocturno.

“Creo que puedo decir sin temor a equivocarme que hice gala de perseverancia”, dijo.

El avance llegó en junio de 2019, cuando cientos de miles de mujeres en toda Suiza realizaron una huelga de un día para protestar contra la desigualdad en uno de los países más ricos del mundo.

En Lausanne, cuatro mujeres subieron al campanario de la catedral para gritar la hora, un acto simbólico de desafío que fue aclamado por la multitud a unos 80 metros de profundidad. El año pasado, cuando el gobierno de Lausanne tuvo una vacante de vigilante nocturno, invitó a las mujeres a presentarse. Del centenar de solicitudes que recibió, 80 eran de mujeres.

Tras dos rondas de entrevistas –que incluyeron la demostración de la potencia de su voz–, Berdoz, que también canta en un coro de aficionados, fue nombrada para el puesto en agosto.

“Trabajo en un lugar hermoso y antiguo, aporto algo a la ciudad que me encanta, mantengo viva una tradición increíble”, dijo Berdoz. “Pero también consigo gritar en nombre de las mujeres, que es mi contribución al feminismo”.

Nadia Lamamra, experta en cuestiones de género y profesora de la Universidad Federal de Formación Profesional de Suiza, dijo que el nombramiento era “un símbolo fuerte, que muchas feministas acogieron con satisfacción”, pero que la ciudad todavía tenía que demostrar que era algo más que una respuesta puntual a la huelga de mujeres.

“¿Seguirá siendo esta acción simbólica una excepción?”, se preguntó Lamamra. “Abrir un camino no significa que el camino sea más fácil para los que le siguen”.

Suiza –donde las mujeres no obtuvieron el pleno derecho al voto hasta 1971– aún tiene mucho que avanzar, dijo Lamamra, en cuestiones como la igualdad salarial para las mujeres, un equilibrio justo en el cuidado de los niños y las tareas domésticas, y la incorporación de más mujeres a sectores laborales tradicionalmente reservados a los hombres.

Y aunque Lausanne tenga por fin una mujer en la guardia nocturna, todos los colegas de Berdoz son hombres.

David Payot, concejal de Lausanne responsable de la vigilancia nocturna, dice que Suiza merece elogios por su democracia directa, que permite a los ciudadanos votar sobre las políticas clave, pero “cuando se observa la situación económica de las mujeres y su papel en la vida familiar, sigue pareciendo muy desigual”.

Lausanne, una pintoresca ciudad de calles empedradas y empinadas y sede del Comité Olímpico Internacional, ha mantenido una vigilancia en su catedral desde 1405, según los registros de la ciudad. Con una vista panorámica de la ciudad y de las montañas del lago Lemán, el vigilante de la catedral se situaba en la cúspide de una red de vigías, incluidos algunos situados en las torres que completan las murallas de Lausanne.

Su tarea principal era detectar el humo o las llamas antes de que un incendio pudiera propagarse por los edificios de madera de la ciudad; también hacían cumplir el toque de queda nocturno, establecido, en parte, para garantizar que la gente se quedara en casa y cuidara sus chimeneas.

Aunque varias ciudades europeas han restablecido la vigilancia nocturna como atracción turística, se cree que Cracovia, en Polonia, es la única ciudad de Europa que ha mantenido esta función de forma ininterrumpida desde la Edad Media, según Payot.

Berdoz, que tiene un trabajo diurno como organizadora de eventos, suele sentarse en el campanario unas cuatro noches al mes, desde las 10 de la noche hasta las 2 de la madrugada, ganando el equivalente a 130 dólares por cada turno.

Aunque su nombramiento ha sido ampliamente aplaudido, Berdoz dice que de vez en cuando escucha quejas de personas que afirman que una mujer no debería tener ese puesto. También escucha críticas de que una persona no religiosa como ella no debería trabajar en una iglesia.

“Me parece un poco triste que algunas personas quieran ponerme en el camino correcto de la fe, ya que este trabajo se ubicó aquí no por una razón religiosa, sino porque la catedral ofrecía el lugar más alto para vigilar a la gente”, dijo.

La guardia nocturna comienza a gritar en el lado este del campanario, que tradicionalmente era importante porque daba a Jerusalén. Pero Berdoz dijo que prefería el lado sur, por la vista sobre el lago, mientras que el lado norte ofrece “claramente el mejor eco”.

Al igual que sus padres, Berdoz nació en Lausanne y dijo sentirse muy unida a su ciudad natal y a sus tradiciones, más aún por las enseñanzas de su madre, historiadora de arte. Sus dos padres son también cantantes de coro, por lo que “el canto siempre ha sido importante en mi familia”, dijo. “Cuidamos nuestras voces”.

En 1947, Lausanne construyó un albergue, sostenido por dos de las vigas de madera originales del campanario, para mantener caliente al vigilante entre cada ronda de gritos. La logia también se utiliza para guardar el tradicional sombrero de fieltro y el farolillo con velas que acompañan al trabajo, así como un juego de fondue de queso. Un teléfono moderno ha sustituido al teléfono de disco que aún cuelga de la pared.

Pero no hay ascensor hasta la cima de la catedral, y un vigilante debe seguir siendo capaz de subir los 153 escalones que llevan a la logia del campanario.

“Tanto si eres hombre como mujer”, dijo Berdoz, “necesitas buenos pulmones, un buen corazón y unas piernas fuertes para este trabajo”.

The New York Times