Murió Carla Levy, exparticipante de Expedición Robinson, a los 50 años

Carla Levy, exparticipante de Expedición Robinson, murió este miércoles, a los 50 años. Tenía 28 cuando consiguió el segundo puesto en la edición 2001 del reality y aunque se hizo famosa en su momento, nunca quiso continuar trabajando en televisión y se dedicó, desde entonces, a sus emprendimientos.

En diciembre le informaron que tenía cáncer de ovarios, luego de dos años de síntomas y sin obtener un diagnóstico. Según contaron sus allegados a LA NACION, Levy concurrió por primera vez en enero de 2020 a una clínica porteña con fuertes dolores abdominales. Los médicos le dijeron que podía ser una gastritis producto del estrés y le recomendaron que no trabajara tanto y que se fuera de viaje.

Los malestares siguieron durante 23 meses hasta que finalmente le hicieron una resonancia magnética y un estudio de sangre específico para descubrir células cancerígenas. Allí descubrieron que la enfermedad ya había avanzado. Enseguida, Levy fue sometida a una intervención y comenzó un tratamiento con quimioterapia. Entre sesión y sesión, ella aprovechaba para viajar.

En julio había ido con su familia a Orlando y a Cancún, y fue en este último destino que comenzó a sentirse mal y acudió a un centro de salud en Quintana Roo, México. Le indicaron que vuelva urgente a la Argentina porque el panorama era terminal. Así fue como, tras pisar suelo argentino, debió ser internada en terapia intensiva. Nunca volvió su casa . Murió este miércoles por la noche, rodeada de sus seres queridos, con cuidados paliativos, escuchando a Shakira y oliendo su perfume favorito.

Sus amigas cuentan que Carla era una líder natural, una mujer llena de ideas, con ganas siempre de emprender algo nuevo. Una mujer que disfrutaba de la vida y de los desafíos. Llegó a Expedición Robinson anotada por su hermana, que la quería sacar de una relación de pareja tóxica. Coqueta, fue famosa la decisión que tomó sobre el elemento que eligió para llevarse a la isla: una pinza de depilar. Es que la belleza era una de sus pasiones. Dos meses antes de participar en esa competencia, había inaugurado un centro de estética, con su nombre. En ese negocio siguió siempre, aunque también tuvo una peluquería pionera en tener computadoras con conexión a internet, una fábrica de capas personalizadas y un restaurante de sushi.

Conoció a su marido, un importador de productos para el cabello, en su local. Con él tuvo una hija, Laila, de 10 años. Estaba con ellos de vacaciones de invierno cuando la enfermedad avanzó sin retorno. Su amiga y exsocia, Lorena Frost, contó a LA NACION: “ Murió enojada por el tiempo que perdió sin que le descubrieran el cáncer. La trataron de loca, la mandaron a terapia. Y lo que le estaba pasando era otra cosa ”.