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Neymar está "volando" para el Mundial de Qatar 2022 y ahora tiene más ayuda

Neymar de Brasil durante el partido amistoso internacional entre Brasil y Ghana en Francia. (Foto: Catherine Steenkeste/Getty Images)
Neymar de Brasil durante el partido amistoso internacional entre Brasil y Ghana en Francia. (Foto: Catherine Steenkeste/Getty Images) (Catherine Steenkeste via Getty Images)

Cuando el locutor en el Stade Océane nombraba a cada jugador de la selección de Brasil, antes de que los sudamericanos desmantelaran a Ghana con un marcador de 3 a 0 el fin de semana, cada nombre familiar y célebre recibía un murmullo de apreciación. Alisson recibió aplausos amables. Thiago Silva se ganó una ovación respetuosa y de admiración. Raphinha causó un crepitar de expectación.

Y luego, tras apenas un indicio de pausa dramática, el locutor nombró a Neymar.

Quizás había circunstancias atenuantes. Después de todo, Neymar, de 30 años, estaba en suelo local o algo muy parecido a ello. El Havre, una tranquila ciudad portuaria en la costa de Normandía, se encuentra solo un par de horas al noroeste de París. Las gradas estaban salpicadas no solo con las camisetas color amarillo canario de Brasil, sino también con las de color azul intenso de su club, el Paris St.-Germain.

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Pero, aun así, el contraste entre la reacción por su nombre y las reacciones por los nombres de sus compañeros de equipo fue revelador. La selección de Brasil está repleta de estrellas. Alisson podría ser el mejor portero del planeta. Silva es probablemente el mejor defensa de su generación. Casemiro formó parte del medio campo más dominante en la historia moderna.

Iddrisu Baba Mohammed de Ghana lucha por el balón con Neymar de Brasil durante el partido amistoso internacional entre Brasil y Ghana en Francia. (Foto: Antonio Borga/Eurasia Sport Images/Getty Images)
Iddrisu Baba Mohammed de Ghana lucha por el balón con Neymar de Brasil durante el partido amistoso internacional entre Brasil y Ghana en Francia. (Foto: Antonio Borga/Eurasia Sport Images/Getty Images) (Eurasia Sport Images via Getty Images)

Sin embargo, incluso entre ellos, Neymar destaca. La fama de los demás en realidad no puede compararse con la de él. La emoción que inspira, la adoración que recibe y el asombro que infunde son de un orden de magnitud distinto. Fue Neymar a quien se mostró en la pantalla gigante, una y otra vez, durante los calentamientos. Fue Neymar quien tuvo que entonar su himno nacional con una cámara a no más de 15 centímetros de su rostro. En un equipo repleto de cabezas de cartel, Neymar sigue siendo el evento principal indiscutible, el protagonista, el centro de gravedad.

Al menos por ahora. Cuando el rugido que había provocado el nombre de Neymar disminuyó, al locutor todavía le quedaba un jugador por presentar. “Numéro vingt, Vinicius Junior”, anunció. La ovación resultante no fue tan fuerte como la de Neymar ni duró tanto, pero la diferencia no fue tan marcada como se podría haber esperado.

Neymar Jr de Brasil durante el partido amistoso internacional entre Brasil y Ghana en Francia. (Foto: Catherine Steenkeste/Getty Images)
Neymar Jr de Brasil durante el partido amistoso internacional entre Brasil y Ghana en Francia. (Foto: Catherine Steenkeste/Getty Images) (Catherine Steenkeste via Getty Images)

A dos meses del Mundial, Tite, el director técnico de Brasil, no querría que fuera distinto. Han pasado 20 años desde la última vez que Brasil fue declarado campeón del mundo. De volver a fallar en Qatar 2022, la espera por una sexta copa igualará la laguna entre la tercera y la cuarta.

Más preocupante todavía es el hecho de que en los últimos cuatro torneos Brasil no ha estado cerca de lograrlo: la selección fue derrotada cómodamente por los franceses en 2006, por los neerlandeses en 2010 y por los belgas en Rusia hace cuatro años. La selección alcanzó las semifinales en su país en 2014, por supuesto, pero cuanto menos se diga sobre cómo terminó esa historia en particular, desde el punto de vista brasileño, mejor.

No obstante, esa derrota puso de relieve el problema que ha aquejado a Brasil en la última década. En 2014, cuando Alemania dejó una cicatriz en la psique nacional en el Estadio Mineirão en Belo Horizonte, Neymar no pudo jugar por lesión (y estuvo acompañado en la banca, no de forma insignificante, por Silva). En su ausencia, Brasil se vio despojado, a la deriva, incapaz de concebir alguna manera de ganar el partido sin su líder, el jugador que tenía subyugado tanto al equipo como al país.

Neymar durante el partido amistoso entre Brasil y Ghana en Francia. (Foto: REUTERS/Benoit Tessier)
Neymar durante el partido amistoso entre Brasil y Ghana en Francia. (Foto: REUTERS/Benoit Tessier) (Benoit Tessier / reuters)

Neymar estuvo presente en Rusia, pero fue sometido y fácilmente acorralado por Bélgica bajo el sofocante calor, con las piernas cansadas y la inspiración apagada. A pesar de eso, Brasil siguió dependiendo de él, con la esperanza de que pudiera recomponerse de alguna manera y echarse el equipo al hombro. Brasil parecía no saber quién podría hacerlo si él no podía.

En esta oportunidad, la situación debería ser diferente. Vinicius, a pocos meses de haber marcado el gol de la victoria en una final de la Liga de Campeones, está en alza. Es la estrella revelación del fútbol europeo. Sus compañeros y su país se han unido en su defensa tras los insultos racistas que ha recibido en España por tener la osadía de celebrar sus goles; muchos aficionados fueron al Stade Océane para exhortarlo a que siga bailando.

No está solo. Los recursos ofensivos de Brasil son tan profundos que Tite ni siquiera tuvo que convocar a Gabriel Jésus y Gabriel Martinelli, los delanteros del Arsenal, a su plantilla; pudo darse el lujo de meter a Rodrygo, compañero de Vinicius en el Real Madrid, a dos minutos del final. Roberto Firmino ni siquiera salió de la banca. Quizá por primera vez en su carrera internacional, Neymar no necesita sentir que todo depende de él.

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Entonces, tal vez pueda explicar su actuación una nueva sensación de libertad. Probablemente está jugando sin la presión asfixiante que ha soportado durante tanto tiempo. Quizás Neymar se siente más cómodo y con mayor capacidad para expresarse en el que podría ser el equipo más fuerte que ha mostrado Brasil desde 2002, un equipo que, sin duda, es más que capaz de acabar con la espera del país.

Cualquiera que sea la razón, la exhibición que dio contra Ghana fue la de un hombre que no está dispuesto ni listo para abandonar el centro del escenario. Habría sido suficiente el hecho de que creó dos de los tres goles de Brasil, ambos concretados por Richarlíson —el otro lo marcó Marquinhos con un cabezazo atronador de un tiro de esquina—, pero esa fue la recompensa por todo lo que hizo, no el total.

Hay que decirlo: Neymar se ve diferente esta temporada. Ya lleva 11 goles y 10 asistencias en 12 juegos para su club y para la selección de su país, una racha de buena forma que hace parecer profundamente extraño que hasta hace apenas unos dos meses el PSG no solo parecía estar dispuesto a venderlo, sino que nadie se veía muy desesperado o interesado en comprar al jugador más caro en la historia del deporte.

Los números en bruto, como siempre, son una mera ilustración. Neymar ha mostrado en los últimos dos meses agudeza, aplomo y, tal vez lo más alentador de todo, inventiva. Tite ha dicho que está “volando”, y que su “velocidad y ejecución están en perfecta sincronía”. Incluso Thierry Henry, a quien no suele impresionarle cualquier cosa, siente que Neymar “ha venido a decirles a todos: ‘No se olviden de mí’”.

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