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En el noreste de Siria, los kurdos producen y refinan su petróleo

El campo petrolífero de Rmeilane, en la provincia nororiental siria de Hasaké, el 15 de julio de 2015

En el corazón del inmenso campo de Rmeilan, en el noreste de Siria, los kurdos calientan petróleo en una caldera artesanal, improvisando refinerías para satisfacer las necesidades energéticas de su región.

"Hacemos calentar el crudo a 125 grados para producir gasolina, a 150 grados para el queroseno y a 350 grados para el fuel", explica un técnico kurdo, Jakdar Ali, a un periodista de AFP en el lugar. Este hombre delgado, con la ropa manchada de grasa y de petróleo, observa la caldera de refinado, de donde sale un espeso humo negro.

"Es la primera vez que los kurdos extraen, refinan y distribuyen petróleo de manera autónoma" en Siria, afirma con orgullo el ingeniero Sleiman Khalaf, responsable de los recursos energéticos en el seno de la administración local kurda.

Situado en medio del desierto en la provincia de Hasaké, Rmeilan es el campo más grande de petróleo de Siria en términos de superficie. En 2012, el régimen retiró sus tropas de la zona, así como de muchas regiones de mayoría kurda, dejando a las fuerzas kurdas instaurar una especie de administración local autónoma. Las fuerzas kurdas se apoderaron así de la mayor parte de los pozos de Hasaké, concentrados en Rmeilan. El grupo yihadista Estado Islámico (EI), que se adueñó de grandes territorios en Siria, se hizo con el 10% restante.

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- 'Defendimos estos pozos' -

Antes de la guerra, el crudo extraído en Hasaké se transportaba a las refinerías de Banias (oeste) y Homs (centro), las únicas del país. Sin embargo, con el conflicto, los oleoductos que unen los campos de Hasaké "a estas refinerías fueron saboteados, provocando el cierre de 1.300 pozos en Rmeilan", afirma Khalaf.

El verano pasado, la administración kurda decidió, para satisfacer las necesidades de sus regiones, reactivar 150 pozos y crear una veintena de pequeñas refinerías artesanales.

Según Khalaf, éstas producen 15.000 barriles al día, mucho menos que los 165.000 barriles por día de antes de la guerra, pero suficientes para satisfacer las necesidades de la región de Hasaké.

Para el ingeniero, los kurdos merecen explotar el campo de Rmeilan, ya que pagaron un alto precio por defenderlo del EI, que atacó la región varias veces en 2014. La interrupción del bombeo en 2012 supuso mayores escaseces de energía.

"El invierno de 2013 fue tan duro que muchas familias empezaron a cortar árboles y a quemar sus muebles para calentarse", cuenta Hasan, un funcionario gubernamental que todavía trabaja en Rmeilan. "Había que solucionar el problema".

Un conductor de la región, Saleh, contó a AFP que "la gente hacía incluso agujeros cerca de los pozos para extraer el crudo y refinarlo de manera primaria antes de venderlo".

Según Khalaf, el Gobierno sirio proporcionó al principio materias primas como el aceite para las turbinas y piezas de recambio, con el fin de reactivar el campo.

- Compartir los ingresos -

La gasolina artesanal es de mala calidad según los habitantes, pero mucho más barata que la que proporciona el Estado, que se vende a 400 libras sirias (1,3 dólares) el litro, contra las 150 para el carburante local.

Cerca de los pozos que se extienden en el horizonte, los camiones cisterna vienen a recoger el oro negro refinado al por mayor, con el fin de distribuirlo en las gasolineras de la provincia.

La producción de petróleo en Siria cayó a 9.329 barriles por día, contra los 380.000 de antes del conflicto según las cifras oficiales, después de que el régimen perdiera la mayoría de los campos petrolíferos.

Para Jalaf, los kurdos no tienen problema en cooperar con Damasco, pero a condición de guardar un cierto control sobre el petróleo en sus regiones.

"Si la carretera que conduce a las refinerías de Homs y Banias es restablecida, recomenzaremos inmediatamente el bombeo, pero las regiones kurdas deben obtener una parte igualitaria de los ingresos petroleros", señaló.