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Bezos podría seguir los pasos de Rockefeller al renunciar a Amazon

Los legados de John D. Rockefeller y Andrew Carnegie ofrecen indicios sobre lo que le espera a Jeff Bezos, el fundador de Amazon. (Kyle Johnson para The New York Times)
Los legados de John D. Rockefeller y Andrew Carnegie ofrecen indicios sobre lo que le espera a Jeff Bezos, el fundador de Amazon. (Kyle Johnson para The New York Times)

LOS LEGADOS DE JOHN D. ROCKEFELLER Y ANDREW CARNEGIE OFRECEN INDICIOS SOBRE LO QUE LE ESPERA AL FUNDADOR DE AMAZON.

Si la historia sirve de guía, el próximo emprendimiento de Jeff Bezos , el hombre que convirtió la venta de libros por internet, que en ese momento era una idea loca, en un gigante de 1,67 billones de dólares, podría tener más consecuencias que el anterior.

Bezos anunció la semana pasada que dejará de ser el director ejecutivo de Amazon, aunque continuará teniendo un gran control sobre la dirección de la compañía como su presidente ejecutivo y accionista mayoritario . Su decisión le permitirá dedicar más tiempo a otros intereses y encontrar maneras de gastar una fortuna personal que, gracias al creciente precio de las acciones de Amazon, ahora es de alrededor de 195.000 millones de dólares.

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Esa cifra asombrosa nos hace recordar a otro titán cuyo nombre se volvió sinónimo de inmensa riqueza: John D. Rockefeller. Los críticos de las prácticas monopólicas de Bezos lo comparan de manera frecuente con el magnate de la Edad Dorada , pero también hay otros paralelismos.

Así como Bezos lo hizo con el comercio por internet, Rockefeller llevó principios de administración innovadores y conscientes de los costos a un mercado emergente (el petróleo) y construyó un imperio. Rockefeller, desde hace mucho tiempo considerado la persona más rica de todos los tiempos, poseía una fortuna que en cierto momento fue el equivalente a casi el dos por ciento de la producción económica de Estados Unidos.

Bezos deja su puesto en un momento en que Amazon enfrenta una investigación antimonopolio en Europa, la amenaza de una indagatoria similar en Estados Unidos y acusaciones de prácticas laborales injustas. Rockefeller también dejó la administración activa de su compañía, Standard Oil, en un momento de intenso escrutinio. Su retiro no lo salvó de ser destripado: en 1902, Ida Tarbell, una periodista de investigación, publicó “The History of the Standard Oil Company” (La historia de la compañía Standard Oil), que cimentó la imagen implacablemente rapaz de Rockefeller.

Aunque hizo donaciones a causas caritativas a lo largo de su vida, la escala de su filantropía se incrementó poco después de la publicación del artículo de Tarbell con una iniciativa para erradicar un tipo de nematodo parásito que entonces plagaba el sur rural. Creó la Fundación Rockefeller en 1913 y repartió la mayor parte de su fortuna antes de morir en 1937 a los 97 años.

Al igual que Bezos, Rockefeller tenía la reputación de ser un empresario obsesionado por los detalles que parecía estar dispuesto a hacer todo lo necesario para ampliar su imperio. Sin embargo, su generosidad después de retirarse fue tan grande y efectiva que su benevolencia eclipsó sus logros en los negocios al momento de su muerte. En lugar de citar a Tarbell, el redactor de los obituarios de The New York Times entrevistó a un sacristán de la iglesia de Rockefeller, quien lo llamó un “alma buena y gentil y un verdadero cristiano”.

Su filantropía se volvió la principal justificación para amasar su grandiosa fortuna. En 1889, Andrew Carnegie argumentó en “El evangelio de la riqueza ” que era correcto y bueno permitir la concentración de la riqueza, de manera que los grandes capitalistas pudieran, a su vez, desembolsar sabiamente sus fortunas para ayudar a “aquellos que desean mejorar”. (Llegó a donar cientos de millones de dólares). Rockefeller tampoco tenía remordimientos. “Dios me dio mi dinero”, declaró en una ocasión.

El segundo emprendimiento de Rockefeller no borró los excesos del primero. Sin embargo, posiblemente tuvo un impacto más grande en la humanidad, así como en la aceptación social, e incluso en el fomento, de las grandes fortunas.

Por supuesto, cuando la fortuna de una persona impulsa esfuerzos a gran escala, ya sean filantrópicos o no, esos proyectos reflejan las prioridades y la visión de la persona que los financia. Rockefeller priorizó la salud pública y Carnegie creyó en la importancia de la educación y las artes. Sus fundaciones repartieron recursos de acuerdo con esos intereses.

Los segundos emprendimientos pueden transformar la imagen pública de un magnate, algo que se ha visto de manera clara en el competidor filantrópico más cercano en este siglo a Rockefeller y Carnegie: Bill Gates.

Gates, cofundador de Microsoft, también tomó a casi todos por sorpresa cuando entregó el puesto de director ejecutivo a Steve Ballmer a principios del año 2000 para convertirse en el presidente y arquitecto jefe de software de la compañía. “Regreso a lo que más amo”, declaró Gates, aunque los escépticos indicaron que la dolorosa batalla antimonopolio que Microsoft acababa de librar sin duda había sido un factor.

Diez días después, Gates y Melinda Gates, su esposa, donaron 5000 millones de dólares adicionales a la fundación de beneficiencia que lleva sus nombres, con lo que la convirtieron en la que posee los mayores recursos en el mundo. Desde entonces, esa organización ha establecido un modelo de donaciones vitalicias tan influyentes como el evangelio de Carnegie. En las últimas dos décadas, la Fundación Bill y Melinda Gates ha repartido más de 55.000 millones de dólares para apoyar el desarrollo de vacunas, prevenir la malaria, mejorar la educación pública y apoyar muchas otras causas. El chico maravilla hipercompetitivo y riguroso de los días de las guerras de los navegadores y las computadoras personales se ha desvanecido en la historia, absorbido por la reputación de un filántropo global.

Gates proporciona una plantilla de renovación de imagen de un multimillonario en el siglo XXI y un ejemplo útil de cómo un emprendedor tecnológico implacable puede reenfocarse en otras metas. Bezos y su equipo seguramente han prestado atención a la trayectoria de su vecino en el área de Seattle. Bezos hace poco estableció dos fondos destinados a iniciativas benéficas importantes: Bezos Earth Fund, con 10.000 millones de dólares para combatir el cambio climático, y Bezos Day One Fund, con 2000 millones de dólares para atender a las personas en situación de calle e impulsar la educación preescolar.

En su carta de despedida a los empleados de Amazon, Bezos escribió que se va a dedicar a sus “otras pasiones”, no solo a la filantropía. Blue Origin, su compañía espacial privada, podría resultar un buen catalizador para su ambición. El espacio ha sido uno de los intereses de toda la vida de Bezos, quien durante su discurso de despedida del bachillerato dijo que tenía esperanzas de que algún día fuera posible la colonización del espacio, y desde entonces ha continuado bosquejando grandiosas visiones galácticas.

Tras dejar sus trabajos cotidianos, Rockefeller, Carnegie y Gates emplearon su tiempo e influencia para crear un modelo de segundo emprendimiento filantrópico. Jeff Bezos podría romper el molde. El lema de Blue Origin tal vez sea una pista de cómo lo hará: “Gradatim ferociter” (Paso a paso, de manera feroz).

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This article originally appeared in The New York Times.

© 2021 The New York Times Company