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Opinión: El mito persistente de que restringir el derecho al aborto no afectará a los ricos

Si hay una suposición sobre el derecho al aborto que es aceptada en todos los espectros ideológicos es esta: la revocación del precedente de Roe Contra Wade por parte de la Corte Suprema afectará en su mayoría a los pobres; las mujeres ricas seguirán pudiendo tener acceso al aborto cuando lo necesiten.

Los liberales argumentan esto para enfatizar el hecho de que el aborto es otro epicentro para aumentar la desigualdad. “Si un extremista de la Corte Suprema anula Roe, las mujeres ricas seguirán teniendo abortos seguros, si viajan a otro estado o país”, tuiteó en mayo la senadora Elizabeth Warren. “Pero las mujeres de color, aquellas con bajos ingresos y las víctimas de abuso serán las que más sufrirán”.

En la derecha, el magistrado de la Corte Suprema Brett Kavanaugh y otros argumentan que quienes en verdad necesiten un aborto solo tienen que cruzar los límites estatales para hacérselo, con lo cual sugieren que los constituyentes proelección exageran.

La noción de que las mujeres ricas estarán bien, sin importar qué digan las leyes, tal vez reconforte a algunos. Pero sencillamente no es cierta.

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Sí, las prohibiciones al aborto afectarán en mayor proporción a las mujeres pobres y de color en un país que ya tiene índices de mortalidad materna muy elevados, ninguna licencia familiar federal con goce de sueldo y poco apoyo para los padres que luchan para mantener a sus hijos. Como señaló Rebecca Traister en New York Magazine, esto no es nuevo: la Enmienda Hyde y las restricciones estatales ya habían hecho inaccesible el aborto en la práctica para muchas mujeres que carecen de medios o movilidad.

Pero no debemos perder de vista la realidad de que la decisión de la Corte Suprema creó una crisis para todas las mujeres estadounidenses. Ni las estadounidenses más ricas —las que pertenecen al uno por ciento con mayores ingresos y las de clase media alta— se librarán de sus efectos.

Atenuar los derechos de la mitad de la población tendrá efectos sistémicos en el cambio climático. Así como toda la inversión para colonizar Marte, los bunkers con aire acondicionado y los servicios de bomberos privados salvarán a los ricos de las terribles consecuencias si el planeta se vuelve inhabitable, los ricos no pueden evitar los efectos de la revocación de Roe. Los residentes de los estados republicanos no estarán exentos de ellos. Y los hombres que piensan que la prohibición no los afectará se equivocan; afectará a las mujeres que conocen y aman y cambiará la economía política en la que viven y operan.

El mito persistente de que los ricos no se verán afectados se predica con base en la vaga noción de que tendrán acceso y comprarán píldoras abortivas por correo, viajarán a lugares donde el aborto sea legal u obtendrán uno de un proveedor local dispuesto a violar la ley.

Y claro, es fácil imaginar un escenario en el que alguien que pertenece al uno por ciento de los que más ganan traslade a su hija o esposa en avión a otro estado para que se practique un aborto o, tal vez, una fertilización in vitro, si se vuelve ilegal la reducción de embriones. Estamos acostumbrados a que los ricos tengan distintas reglas y privilegios y somos testigos de esas injusticias a diario. La gente con más dinero y privilegios conferidos por su raza y clase —la gente con acceso a mejores abogados— experimenta las injusticias del sistema de otra manera. También tienen mejor atención médica y pagan menos impuestos como porcentaje de sus ingresos. Les ponemos a los ricos una vara más baja, no más alta, y aceptamos de manera tácita que se saldrán con la suya si quieren hacer trampa en varios sistemas.

Pero los más ricos se llevarán algunas sorpresas desagradables tratándose del aborto. Los escenarios en los que una mujer requiera un aborto incluyen las emergencias médicas en las que retrasar el procedimiento puede tener consecuencias graves e incluso mortales y en esas circunstancias las píldoras abortivas obtenidas por correo no ayudarán. Uno de cada 50 embarazos en Estados Unidos es un embarazo ectópico, por ejemplo, en el que un huevo fertilizado se implanta afuera del útero. El embrión debe retirarse y retrasar el tratamiento puede resultar en sepsis, hemorragia interna y la muerte. Los desprendimientos de la placenta deben tratarse de inmediato para evitar hemorragias extensas, insuficiencia renal e incluso, en algunos casos, la muerte. Cualquier mujer que se encuentre en alguna de estas situaciones no va a poder hacer las maletas y hacer un recorrido largo en coche. Incluso para alguien con medios, un transporte aéreo a un centro médico en otro estado puede no ser lo suficientemente rápido para salvarla. Tendrá que ser tratada en el lugar y de inmediato. Algunas de las prohibiciones que están entrando en vigor en todo el país incluyen excepciones médicas para estas situaciones, pero si hay alguna ambigüedad sobre lo que permite la ley, el tiempo que tarde un profesional médico en consultar a un abogado puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.

Se espera que algunos estados traten de prohibir los viajes de un estado a otro para interrumpir un embarazo. Las prohibiciones en Texas y Oklahoma dejan abierta esta posibilidad. Se dice que la sucursal de Montana de Planned Parenthood decidió que ya no suministrará medicamentos para abortar a pacientes de ciertos estados donde hay prohibiciones en vigor o en desarrollo, con el argumento de que hay un paisaje jurídico “que cambia con rapidez”. También está claro que para muchos republicanos la revocación de Roe es una vía hacia una prohibición federal total. Si tienen victorias electorales en 2024, este es un resultado muy plausible y si eso sucede no habrá clínicas de abortos en estados azules a dónde acudir. Incluso ahora, es probable que las filas y los tiempos de espera en los estados donde se permite este procedimiento sean muy largos.

Mucha gente también da por hecho que los ricos siempre pueden encontrar un médico local dispuesto a practicar un aborto, incluso en un estado donde sea ilegal hacerlo. Esto parece poco probable. Aunque algunos proveedores sí se saltaban la ley y practicaban abortos antes de que se sentara el precedente Roe en 1973, la ubicuidad de la vigilancia digital y otros mecanismos para violar la privacidad de las mujeres que busquen abortos dificultará mucho más hacerlo de manera privada y sin correr peligro. Las leyes gatillo están obligando a los profesionales médicos a consultar abogados antes de proveer atención y las leyes que criminalizan el aborto dejan a los trabajadores de la salud con pocos incentivos para violarlas. Ante la posibilidad de ser sometidos a un proceso judicial o perder la licencia médica, ¿cuántos médicos asumirán ese riesgo, aun a cambio de dinero? Mientras tanto, los conservadores en contra del derecho a decidir ya están trabajando para dificultar el acceso a las píldoras para abortar.

Algunos creen que las prohibiciones al aborto no los afectarán porque nunca se verán en la necesidad de interrumpir un embarazo. Puede que los conservadores se imaginen que la típica chica que necesite uno entra en un estereotipo: pobre, soltera, libertina, promiscua, irresponsable y contra la familia. Pero la mayoría de las mujeres que interrumpen un embarazo ya son madres (60 por ciento). Casi la mitad de las mujeres que solicitan un aborto viven por debajo de la línea de la pobreza, pero un porcentaje importante no son pobres (las mujeres con ingresos más elevados tienen más acceso a la anticoncepción, pero esa dinámica podría cambiar si la Corte Suprema hace caso a la sugerencia del magistrado Clarence Thomas de revisar precedentes anteriores, incluido el derecho a la anticoncepción). Las familias conservadoras también incluyen a adolescentes y jóvenes cuya privacidad, autonomía y capacidad para buscar atención médica, sin importar si sus padres lo aprueban o no, se verá seriamente comprometida por las prohibiciones al aborto.

La realidad es que las mujeres de todos los niveles demográficos necesitan abortos. Las mujeres conservadoras adineradas no son inmunes a las fallas en los anticonceptivos, las emergencias ginecológicas, los abortos espontáneos, el incesto o la violación. Muchas mujeres creen que, a pesar de sus creencias, llevar un embarazo a término no es algo que puedan hacer, por diversos motivos. El embarazo mismo puede poner en riesgo la vida de las mujeres que tengan ciertas afecciones médicas preexistentes e incluso en el caso de las mujeres que no tienen esos riesgos, un embarazo cambia la vida. El tipo de persona que podría necesitar o querer abortar, para decirlo en términos simples, es toda persona que pueda quedar embarazada.

Las mujeres morirán debido a esto; en su mayoría mujeres de bajos recursos y de la clase media, pero no solo ellas. Las mujeres ricas tienen la misma posibilidad de sufrir y morir, incluso aquellas que creen que nunca necesitarán un aborto o que nunca se les negará la atención médica básica en el Estados Unidos de América del año 2022.

Habrá otras repercusiones: Roe es una ley de privacidad y el fallo tiene implicaciones más allá de la cuestión del aborto. El nacimiento forzado sacará a las mujeres de la fuerza de trabajo en un mercado laboral que ya es reducido. Las mujeres podrían ser tratadas como criminales por tener abortos espontáneos, que son increíblemente comunes. Y las mujeres que queden embarazadas cuando sus parejas no quieran un hijo correrán más riesgo de sufrir violencia doméstica y homicidios. La prosperidad individual tampoco evitará estos resultados.

Claro está que es cierto que los ricos son los menos vulnerables en el nuevo mundo sin el precedente Roe y esto no es un réquiem para ellos que se toca con un violín pequeño. Pero es importante que todas las partes entiendan que todos van a participar en esta pesadilla, se den cuenta de ello ahora o no. Por desgracia, los ricos tienen una influencia desmesurada en la política, de modo que es probable que la medida en que las prohibiciones les perjudiquen, les incomoden o les enfurezcan afectará la voluntad de los políticos de votar y mantener las prohibiciones del aborto.

La revocación de Roe nos afectará a todos. Y aun cuando tengan la suerte de ser ricos, es probable que su dinero no los proteja.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

© 2022 The New York Times Company