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¿Es posible que un país remplace su riqueza petrolera con árboles?

Una fábrica de madera laminada que pretende crear puestos de trabajo a partir de la explotación de la madera de Gabón. (Arlette Bashizi/The New York Times)
Una fábrica de madera laminada que pretende crear puestos de trabajo a partir de la explotación de la madera de Gabón. (Arlette Bashizi/The New York Times)

PARQUE NACIONAL DE LOANGO, Gabón — El atardecer y la selva tropical. Una ribera repleta de elefantes. Copas de árboles tan densas que no dejan ver más que el brazo peludo de un chimpancé. Y, al ponerse el sol, un destello en el horizonte: una plataforma petrolera en alta mar.

Gabón es un país tan exuberante en cuanto a bosques y vida salvaje que le llaman el Edén de África. También es uno de los principales productores de petróleo del continente.

Durante décadas, Gabón ha dependido del petróleo para impulsar su economía. Pero las autoridades saben que su petróleo no durará siempre. Por eso han recurrido al otro recurso abundante de Gabón, la inmensa selva tropical de la cuenca del Congo, repleta de árboles valiosos, para ayudar a compensar la diferencia cuando se acabe el petróleo.

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Gabón lleva a cabo actividades que se han convertido en malos tropos en el mundo del activismo climático: permite las plantaciones de aceite de palma en determinadas zonas y está convirtiendo la selva tropical en madera laminada. Sin embargo, a diferencia de Brasil y otros países que se han mantenido sin actuar mientras sus selvas tropicales se reducen, Gabón ha adoptado normas estrictas para conservar en pie la gran mayoría de sus árboles. Su objetivo es lograr un importante equilibrio entre las necesidades de un solo país y las de un mundo que se enfrenta a una crisis climática.

Gabón ha prohibido las exportaciones de madera en bruto (Francia era uno de los principales compradores) y ha creado un complejo industrial con exenciones fiscales para atraer a empresas de muebles, fabricantes de madera laminada y otras para que construyan fábricas y creen puestos de trabajo. Las normas limitan la tala a solo dos árboles por hectárea cada 25 años. Y, para luchar contra la tala ilegal, un nuevo programa rastrea los troncos con códigos de barras.

El enfoque de Gabón parece funcionar, y otros países ya están copiando aspectos de su plan, lo que lo convierte en un posible modelo de protección de la selva tropical. Varias naciones de la cuenca del Congo se han comprometido a prohibir las exportaciones de madera en bruto el año que viene, y dos países están planeando complejos industriales destinados a crear puestos de trabajo mediante la transformación de la madera a nivel local.

“Gabón por sí solo no resuelve estos problemas”, dijo Lee White, ministro de Agua, Bosques, Mar y Medioambiente de Gabón. “Pero si no tenemos ejemplos de países que resuelven los problemas, ¿de quién van a aprender los demás?”.

Bosques a orillas del río Akaka en el Parque de Loango, una zona protegida con la industria petrolera a las puertas. (Arlette Bashizi/The New York Times)
Bosques a orillas del río Akaka en el Parque de Loango, una zona protegida con la industria petrolera a las puertas. (Arlette Bashizi/The New York Times)

Los bosques de Gabón siguen estando entre los que más carbono absorben en el mundo. Sin embargo, la selva tropical de la cuenca del Congo —solamente superada por la Amazonía— enfrenta graves riesgos. Las investigaciones muestran que la República Democrática del Congo (el país con la mayor franja de selva tropical) ha perdido más selva tropical antigua que cualquier otro país, excepto Brasil.

Y este año el Congo escandalizó a los ecologistas con sus planes de subastar bloques de gas y petróleo, algunos de los cuales se superponen a turberas tropicales que absorben dióxido de carbono, así como a partes del Parque Nacional de Virunga, un famoso refugio de gorilas.

Las autoridades congolesas han señalado a Gabón como ejemplo de cómo se puede perforar sin destruir la selva tropical. El presidente del Congo, Félix Tshisekedi, dijo en una entrevista que los ingresos serán una forma de que su país “tenga un mejor control de su destino”.

Tshisekedi señaló que hay perforaciones que se realizan en parques nacionales de Estados Unidos. “Quiero ser muy claro: no hay ningún tratado o acuerdo internacional que impida a la República Democrática del Congo ir por sus recursos naturales”.

La cuestión ha saltado a la palestra cuando la invasión rusa de Ucrania hizo que la Unión Europea se comprometiera a dejar de comprar gas a Rusia y, en su lugar, mirar hacia África y otros lugares.

Algunos de los objetivos de Gabón carecen de detalles y se consideran demasiado ambiciosos para un país que carece de carreteras confiables, incluso en algunas zonas pobladas. Y los críticos afirman que los detalles de los planes de Gabón para los créditos de carbono podrían acabar poniendo en tela de juicio un mercado que ya sufre dudas sobre su integridad.

En muchos sentidos, Gabón es un laboratorio ideal para la conservación. Tiene una población pequeña pero creciente de apenas más de dos millones de personas en un país del tamaño de Colorado. Y los bosques cubren casi el 90 por ciento de su territorio.

El país ha sido gobernado durante décadas por una familia que valora los bosques y la biodiversidad. Fue el expresidente Omar Bongo el primero en generar entusiasmo por la conservación, tras conocer acerca de un programa de National Geographic sobre los bosques de Gabón.

Convocó a su hijo Ali Bongo Ondimba para que viera el programa con él en 2002, y casi inmediatamente creó 13 parques nacionales que cubren el 10 por ciento del país.

La producción de petróleo de Gabón, mientras tanto, estaba disminuyendo a medida que sus yacimientos maduraban. Durante años, el petróleo había proporcionado riqueza, lo que permitió al país evitar la pobreza desesperada de los países cercanos. Una élite reducida, incluida la familia Bongo, se benefició enormemente. Varios miembros de la familia (según algunos relatos, Omar Bongo tuvo 53 hijos) han sido investigados por corrupción. A través de intermediarios, han rebatido las acusaciones.

Omar Bongo murió en 2009, cuando cumplía 42 años en el poder, y Ali Bongo Ondimba fue elegido presidente. Los precios del petróleo estaban cayendo, y Bongo sabía que sus ingresos, que representan casi la mitad de la economía de Gabón, no sustentarían al país para siempre. Pidió a sus asesores, entre ellos White, que lo ayudaran a desarrollar la economía protegiendo el medioambiente.

El plan resultante frenó la tala, puso fin a la exportación de troncos en bruto y se propuso crear puestos de trabajo transformando los árboles de Gabón en madera laminada, chapas y muebles en el país, no en el extranjero.

Los funcionarios también crearon una estación de investigación por satélite para crear una base de datos de las zonas más degradadas de Gabón. Una parte de las tierras degradadas y de la sabana se destinó a la agricultura industrial, incluido el aceite de palma. Pero más de la mitad se dejó como bosque. El proyecto fue declarado neutro en carbono por un importante organismo de certificación internacional.

La deforestación y la tala ilegal han disminuido. Y el énfasis medioambiental ha tenido otros beneficios.

El número de elefantes de bosque en peligro de extinción en Gabón ha aumentado tanto —de 60.000 en 1990 a 95.000 el año pasado— que las criaturas se han convertido en una molestia e incluso en una amenaza. White, el ministro de Medioambiente, pasó parte de una tarde reciente al teléfono con un sacerdote cuyo automóvil había atropellado a un elefante y exigía el reembolso de su vehículo dañado.

Los elefantes son un signo de un bosque próspero, dijo White, porque reducir la caza furtiva significa que otras actividades delictivas, como la tala ilegal, también son menos probables. “Todos los países que perdieron sus elefantes”, dijo, “perdieron sus bosques”.

Doce años después de crear su zona económica para las industrias madereras, Gabón se ha convertido en el mayor productor de chapa tropical de África y uno de los mayores del mundo, según las autoridades. La República Democrática del Congo y la República del Congo han firmado recientemente acuerdos para crear zonas económicas similares basadas en el modelo de Gabón.

En el interior del complejo de Gabón, una galería de muebles de lujo, con una vegetación similar a la del bosque, muestra los productos finales: mesas, estanterías y cabeceras de cama de kevazingo con vetas púrpuras, bilinga dorada y otras maderas tropicales. El complejo emplea a 6000 trabajadores gaboneses, cifra que se espera que aumente.

Una tarde reciente, Jean Lumi Ngoungou aserraba tablones de okoumé rosado en una fábrica de madera laminada. Consiguió el trabajo tras ser despedido del trabajo en el sector del petróleo. El salario no es tan bueno, dice, pero mantiene a sus tres hijos.

“Por el momento, funciona”, dice.

En general, la industria maderera proporciona ahora unos 30.000 puestos de trabajo, más del siete por ciento de la mano de obra del país. Esa creación de empleo está “creando un grupo de interés”, dijo White. “¿Por qué los gaboneses, sobre todo los urbanos, querrían conservar la selva tropical si no hay puestos de trabajo?”.

Conseguir apoyo para la conservación es importante ahora que se acercan las elecciones del próximo año. En la última campaña, los oponentes de Bongo repitieron el eslogan: “Que los elefantes voten por él”. Mucha gente considera que el presidente, que suele viajar en Rolls-Royce, está alejado de la realidad en medio del desempleo generalizado.

No todo el mundo abraza la estrategia de Gabón. Los activistas han acusado a los funcionarios de apropiación de tierras, lo que los funcionarios del gobierno han negado.

White ha irritado a algunos agentes del mercado del carbono con su plan de financiar la conservación mediante la venta de créditos de carbono, unidades que representan el dióxido de carbono extraído del aire al reducir la deforestación. Sin embargo, Gabón utiliza un nuevo método para calcular su valor, lo que se traduce en decenas de millones de créditos que planea poner a la venta. Aunque White los promociona como superiores a los créditos emitidos en otros lugares, algunos escépticos tienen dudas. Otros críticos temen que los créditos de Gabón inunden el mercado, diluyendo los precios.

Si se le pregunta a White sobre el cambio climático, su respuesta comienza hace millones de años, con una historia de fluctuaciones climáticas de la Tierra, y termina en un futuro distópico con una cuenca del Congo reseca que empuja a cientos de millones de migrantes desesperados hacia Europa.

Eso es lo que está en juego si lugares como Gabón son incapaces de proteger sus bosques, es su pensamiento. Pero, mientras tanto, no se puede descuidar a la población de un país.

Aquí es donde el petróleo todavía tiene un papel, dice.

Desde que alcanzó su punto máximo en 1997, la producción de petróleo de Gabón ha disminuido en más de un tercio. El petróleo representa ahora el 38,5 por ciento de la economía, según el Fondo Monetario Internacional. Para 2025, el país quiere reducirlo al 20 por ciento.

Mientras tanto, tiene planes para impulsar la producción tanto de petróleo como de gas.

“Seguiremos consumiendo gas y gasóleo durante muchos años”, hasta que los países más ricos hagan más por ayudar a las naciones más pobres a financiar la transición energética, dijo el presidente Bongo en una respuesta por escrito a unas preguntas.

La extracción de combustibles fósiles en Gabón no ha sido impecable. Los activistas han acusado a las empresas de no modernizar las viejas infraestructuras, lo que ha provocado derrames. Y, a pesar de las promesas de eliminar la quema de gas durante la perforación, esta sigue estando permitida.

White afirmó que la quema de gas se está eliminando progresivamente, y se encogió de hombros ante las preguntas al respecto. En conjunto, dijo, el uso de combustibles fósiles en Gabón está justificado, teniendo en cuenta que Gabón ha absorbido décadas de carbono de los combustibles fósiles quemados por Occidente. “Al menos dennos tiempo para salir de la economía del petróleo”, dijo, “en lugar de atacarnos porque exportamos un poco de petróleo”.

Gabón permitió la exploración petrolera dentro del Parque Nacional de Loango hace unos 15 años. Pero el gobierno estableció normas estrictas, y los investigadores descubrieron que los elefantes y los gorilas evitaban el ruido. La perforación nunca se llevó a cabo.

Pero la industria petrolera está a las puertas. Una refinería y unos pozos están justo a la entrada del parque.

White dice que quiere que el mundo conozca Gabón, sus sabanas, manglares y bosques, y cree que podría convertirse en la próxima Costa Rica, atrayendo a viajeros de todo el mundo. Algunas de sus ideas más elaboradas para el turismo incluyen “cápsulas terrestres” con aspecto de nave espacial para ver a los famosos hipopótamos surfistas de Gabón.

Esos planes aún no se han materializado. Así que, por ahora, la vida en el Parque de Loango no se ve alterada.

Hace poco, los gorilas occidentales de llanura se abrieron paso a través de un pantano, sin apenas mirar a los humanos que habían atravesado el lodo para mirarlos. Los elefantes sorbían papiros y, unos kilómetros río arriba, el bosque revelaba un entorno tan tranquilo que el ruido más fuerte era sorprendente: la exhalación descuidada de un hipopótamo que resonaba en el agua.

Dionne Searcey forma parte del equipo que ganó el Premio Pulitzer 2020 de periodismo internacional y es autora del libro
In Pursuit of Disobedient Women
. @dionnesearceyFacebook

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