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Trabajar desde casa en la pandemia ha causado lesiones a los empleados

An aerial view of a mother working at a table on her laptop while her daughter plays nearby on the sofa.
Trabajar en casa ha aumentado lesiones por la poca comodidad que tienen los trabajadores. (Foto: Getty Images)

Elizabeth Cuthrell, una productora de cine de Manhattan, solía trabajar en un espacio de oficina ergonómico: una cómoda silla de escritorio, un monitor a la altura de los ojos, un teclado externo. Luego llegó el COVID-19. Durante su estancia en casa trabajaba en una laptop en una silla de mimbre, o a veces en un sofá con “cojines como malvaviscos”. Un mes después sintió un dolor en el cuello, la muñeca y los hombros por lo que tuvo que visitar a un quiropráctico.

“Es difícil de cuantificar, pero esto ha sido un problema muy grande para muchos de mis pacientes”, dijo Karen Erickson, la quiropráctica que trató a Cuthrell. Los quiroprácticos reportan un aumento de lesiones y molestias derivadas de la iniciativa nacional para trabajar desde casa, ya que millones de trabajadores han pasado meses trabajando en sofás, camas y en incómodas barras de cocina. Se acaba la ergonomía y llega el encorvamiento frente a las laptops.

Según una encuesta realizada en abril en Facebook por la Asociación Americana de Quiropráctica, el 92 por ciento de los quiroprácticos (de 213 encuestados) dijo que los pacientes manifiestan más dolor de cuello, dolor de espalda u otros problemas musculares y óseos desde que comenzó la modalidad de trabajo en casa.

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El patrón típico: en marzo, la gente pensó que trabajaría desde su casa solo durante un par de semanas, así que no era un problema trabajar en el sofá. O tal vez su pareja o compañero de departamento, que también trabajaba en casa, ocupaba el único escritorio disponible.

Al principio solo sentían una leve incomodidad. Luego, poco a poco, el dolor se intensificó. Esto es más comúnmente una “lesión por uso excesivo” que proviene de un trauma repetitivo, afirmó Michael Fredericson, profesor de Cirugía Ortopédica de la Universidad de Stanford, y agregó: “Es como cuando te revienta una llanta. No fue necesariamente un solo incidente; la banda de rodamiento se desgastó con el tiempo”.

Aunque algunas oficinas han reabierto sus puertas, para muchas personas, lo que pensaban que era una solución temporal de trabajo desde casa se ha convertido en la norma. Además, como muchas escuelas y universidades se abrirán a distancia este otoño, el problema es aún más generalizado.

Las computadoras portátiles son las grandes culpables. Te obligan a mirar hacia abajo para ver la pantalla, o (si está elevada) a levantar las manos para escribir. Ambas opciones son malas. Mirar hacia abajo de forma crónica, dijo Erickson, nos pone en una “posición de cabeza hacia adelante” que ejerce presión sobre los discos y las articulaciones de la columna vertebral, además de causar un desequilibrio muscular en el cuello.

Luego está la silla. Cuando transformamos nuestros bancos de cocina o sofás en sillas de escritorio, a menudo están a una altura incorrecta, lo que nos impide sentarnos en lo que Nikki Weiner, consultora en ergonomía, llama la postura neutral, u “orejas sobre los hombros y sobre las caderas”: caderas ligeramente más elevadas que las rodillas, brazos relajados a los lados, cuello relajado y recto, antebrazos paralelos al suelo, pies apoyados en el suelo.

Muchos de nosotros no solo hemos cambiado el lugar donde trabajamos; también hemos cambiado la manera en que lo hacemos. Ya no caminamos por el pasillo para ir a una reunión ni cruzamos la calle para tomar un café, ni siquiera caminamos al metro para ir al trabajo. En vez de eso, solo nos sentamos.

“Mi estación de trabajo está en la recámara. Me levanto de la cama, y, si soy sincero, a veces ni siquiera me molesto en ducharme, y luego, literalmente, me muevo a la silla y me siento allí la mayor parte del día”, dijo Ryan Taylor, un ingeniero de software que vive en Nueva York y que ahora siente un dolor detrás del hombro.

“El cuerpo necesita movimiento”, dijo Heidi Henson, una quiropráctica de Oregon, quien, como los otros quiroprácticos entrevistados, dijo que la inactividad provocada por la pandemia ha causado lesiones y dolor. “Incluso si tienes una perfecta, perfecta ergonomía, si estás en la misma posición durante demasiado tiempo, tu cuerpo no va a responder bien”.

El aumento del tiempo de pantalla frente a nuestros celulares —para ver malas noticias en Twitter, por ejemplo— solo empeora la inactividad. “Los celulares son un gran factor”, dijo Erickson, quien explicó que tendemos a doblar el cuello para mirar nuestros teléfonos. En cambio, recomienda sostener el teléfono a la altura de los ojos, recargando el codo en el cuerpo para apoyarse. Scott Bautch, presidente del Consejo de Salud Ocupacional de la Asociación Americana de Quiropráctica, dice que, puesto que el tiempo frente a las pantallas se ha disparado, corremos más riesgo de lesionar el cuello o los hombros.

Los estudiantes universitarios, los adolescentes e incluso los niños más jóvenes también están en riesgo. “Los adolescentes ya son propensos a estar mucho tiempo frente a sus pantallas”, dijo Henson. “Y luego les hemos quitado todo lo que es bueno para ellos en términos de movimiento; ya no hay deportes ni gimnasios”. Dice que los adolescentes y los estudiantes universitarios son una “población olvidada” desde la perspectiva de la salud.

Erickson está de acuerdo, y añade que los estudiantes universitarios están “absolutamente en riesgo”, particularmente por la tensión en el cuello, el dolor de hombro y los dolores de cabeza. La mayoría de los estudiantes de secundaria y universitarios, comentó Erickson, “están haciendo sus trabajos en la cama, sentados con la espalda encorvada como Linus en su piano o inclinados frente a su laptop o celular durante horas”. Debido al aumento del tiempo frente a las pantallas y la inactividad, los niños pequeños también están manifestando más dolores de cabeza y molestias. “No es normal que un niño de 8 años tenga dolor de cuello”, dijo Erickson, pero ahora llegan casos así a su consultorio.

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This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company