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Pasar por la universidad, mucho más que lograr un diploma

La Universidad de Buenos Aires cumplió sus primeros 200 años el 12 de agosto
Fabían Marelli

Buena parte de los graduados universitarios no pasaron por la universidad. No estoy jugando con las palabras, quiero destacar que el paso por una verdadera universidad es una experiencia, que se integra con las materias que se cursan, las conferencias que se escuchan, las actividades estudiantiles, y lo que ocurre “en la calle”; junto a las vivencias personales cuando uno es bien joven.

Sobre todo esto conversé con el estadounidense Hugo Freund Sonnenschein (1940 - 2021), a quien una porción de la profesión conoce por el denominado teorema SMD, debido a Rolf Ricardo Mantel, Gerard Debreu y él. Pero lo entrevisté porque a partir de 1993, y durante seis años, presidió la Universidad de Chicago. Gracias al esfuerzo de Julio Jorge Elías visitó la Argentina y dictó conferencias en la Ucema y en la Asociación Argentina de Economía Política.

–¿Qué dice el teorema SMD?

–Es un tema complicado, que Alfredo Juan Canavese sintetizó en los siguientes términos: “La forma de las funciones de demanda excedente tiene muy pocas limitaciones, y por consiguiente los resultados de los experimentos de estática comparativa realizados en base a ellas son muy poco informativos. La contribución de Mantel pone de relieve el conflicto que se enfrenta entre la generalidad que la teoría persigue, imponiendo pocas restricciones en la caracterización de los agentes, y el contenido informativo que se logra con los experimentos que se hacen a partir del comportamiento de ellos.

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–Su paso por la presidencia de la Universidad de Chicago levantó polvareda.

–Cuando llegué, las finanzas de la universidad estaban en ruinas. Un par de mis iniciativas más importantes, reducir las demandas académicas de los estudiantes no graduados y aumentar el número de alumnos, durante algún tiempo generaron fuertes debates entre los profesores. Las fotos de colores y la atención prestada a los deportes y las bebidas parecía que buscaban atraer a los estudiantes no serios. Pensé que quizás, con el tiempo, mi gestión sería reconocida por haber salvado a una gran universidad de un desastre financiero y, peor, de la irrelevancia, incorporándola de manera brutal a los tiempos modernos.

–Cosa que ocurrió.

–Así es, a propósito de mi deceso las máximas autoridades de la UC dijeron que “proporcionó un liderazgo visionario en un período de transformación de la universidad. Realizó tremendos saltos en materia de recolección de fondos. Muy importante, inició una significativa expansión del College, dedicando muchas energías a la mejora de la calidad de vida en el campus”.

–Me gusta referirme al paso por la universidad, como una “experiencia”. La última etapa de la educación formal, porque uno sigue aprendiendo durante toda la vida.

–Hay personas que viven acomplejadas porque no tienen título universitario. No se trata de hacer la apología de la ignorancia, pero tampoco pensar que solo quienes pasaron por la universidad, pueden triunfar o hacer contribuciones. David Ricardo fue el único de los padres fundadores del análisis económico que no estudió en la universidad, y fue el más riguroso de todos.

–¿De qué se nutre la experiencia universitaria?

–De los cursos, de los congresos, de la interacción entre los propios estudiantes, y de lo que ocurre “en la calle” mientras se estudia. Usted estudió en la UCA entre 1960 y 1964, y en Harvard entre 1966 y 1968. De manera que, mientras estudiaba, en la Argentina lo echaron a Arturo Frondizi, se desató la crisis económica de 1962-1963, se intensificó la guerra de Vietnam, ocurrió la Guerra de los 6 días, etcétera. Una verdadera universidad es permeable a todo esto. Pero tampoco nos vayamos al otro lado.

–¿Qué quiere decir?

–Que los cursos son el tronco de la formación. Algunos conferencistas, sobre todo los histriónicos, suelen ser más atractivos incluso que algunos profesores; y algunos debates entre alumnos también pueden entusiasmar. Pero nada de esto sustituye cursar micro y macroeconomía, dinero, comercio internacional y finanzas, así como historia. Un profesional no es un comentarista, es un protagonista.

–Usted mencionó la relación entre los compañeros de estudio.

–Cuando, siendo joven, uno comparte con un grupo todas las mañanas o las noches durante varios años, delante de ellos no puede ni comprar ni vender buzones. La vida muchas veces dispersa, por razones laborales, geográficas, etcétera; pero cuando se dan los reencuentros, aflora esa relación especial, que se desarrolló hace mucho tiempo.

–Me gusta decir que en la verdadera universidad no hay generales ni soldados.

–Victoria Ocampo le escuchó decir al Mahatma Gandhi que “la verdad es Dios”, que no es lo mismo que decir que Dios es la verdad. En la verdadera universidad primero los hechos, siempre primero los hechos. Y si en un seminario un alumno, o un ayudante, le muestra a un profesor titular que está equivocado, lo que este último tiene que hacer es –luego de tragar saliva– agradecer, y volver a su oficina a revisar la demostración del teorema o los cálculos.

–Usted describe un escenario angelical.

–En las universidades, como en toda organización humana, hay pasiones, fobias, envidias, etcétera. Una verdadera universidad acota las implicancias que pueden generar estos comportamientos, y aquí la responsabilidad que tienen las autoridades es crucial. Animar a que la espontaneidad y la creatividad afloren requiere no tomar represalias contra los valientes.

–La Universidad de Buenos Aires acaba de cumplir 200 años de existencia.

–Ante todo, felicitaciones a la “joven” UBA, dicho desde la Universidad Nacional de Córdoba, fundada en 1613. Al respecto quiero hacer un punto y espero que no se me malinterprete.

–Arriésguese, por favor.

–En los aniversarios, las universidades listan a los graduados más destacados. Lo acaba de hacer la UBA con 200 que todavía viven, pero podría hacer varios listados con graduados ya fallecidos. Podemos discutir si la UBA es una gran universidad, pero es claro que es una universidad grande y, por consiguiente, tiene muchos graduados destacados.

–No veo por qué alguien se puede ofender por esto.

–Julio Hipólito Guillermo Olivera y Miguel Sidrauski estudiaron en la UBA, pero ¿qué significa esto? Nada, porque este par de sobresalientes colegas se hubieran destacado en cualquier universidad. Paul Anthony Samuelson lo planteó así, cuando al hablar de sus compañeros y de él dijo: “Harvard nos hizo a nosotros, pero nosotros hicimos Harvard”.

–Última, ¿qué le dice a quien tuvo algunos malos profesores?

–Que en toda universidad hay toda clase de profesores, y que tiene el resto de la vida para corregir el problema. ¿Se imagina a un cirujano de 70 años equivocándose en un quirófano, porque su profesor de anatomía era pésimo?

–Don Hugo, muchas gracias.