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Pide un Uber para irse de juerga y se despierta con un cargo de $ 40.000

Bucharest, Romania -April 2022 : Car with the logo of the ride hailing company Uber in traffic.
Un vehículo de Uber circulando por las calles - Getty (Cristi Croitoru via Getty Images)

¿Hay algo peor que una mala resaca?

Abrir los ojos y sentir que el mundo se viene encima, con náuseas solo con pensar en el café matutino, son los claros síntomas de una noche de evidentes excesos que luego pasan factura.

Pero la situación puede ser todavía peor.

Oliver Kaplan, un joven de Hyde, localidad del área metropolitana de Manchester, había terminado su turno de trabajo y decidió tomarse unas cervezas con sus amigos, pidiendo, para ello, un Uber.

El servicio le tarifó unas razonables 11 libras esterlinas (unos 12 dólares, aproximadamente) y el trayecto tuvo lugar sin incidentes. Como es habitual en la plataforma, uno se baja del vehículo y se olvida.

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Y eso es lo que dio por sentado Kaplan, pero tras apagar el despertador a la mañana siguiente, el móvil le tenía reservada una desagradable sorpresa.

Una notificación de Uber le instaba a saldar la deuda de, toma asiento, 40.000 dólares a cuenta de su último viaje. Como puedes suponer y nada más desperezarse uno, el susto fue importante y dio paso a la incredulidad. ¿Qué estaba pasando?

El sistema le avisó de que su tarjeta (de débito) había rechazado dicho cargo, alguno que no creemos que sorprenda a nadie.

Mostrando unos nervios de acero, este joven se puso en contacto con el soporte de Uber y que reproduce el Manchester Evening News:

“¿Me podéis echar una mano? Me han intentado cobrar 40.000 dólares por un trayecto en Uber”

El disparate era tal que nuestro protagonista obvió más explicaciones: no puede existir un viaje tan caro en la plataforma a menos que uno decida irse a las antípodas con chófer.

Y espera, porque eso es lo que aparentemente sucedió.

Desde el soporte se le confirmó que, en algún momento del proceso de cobro, el sistema ubicó el destino en Australia, en lugar del Reino Unido y el software aplicó la tarifa correspondiente.

Por fortuna, desde Uber se le anuló dicho intento de cargo y se procedió a facturar el importe real (poco más de 10 GBP), disculpándose por ello y avanzando de un equipo de ingenieros estaba investigando el suceso.

El susto quedó ahí, pero Kaplan hizo una reflexión en voz alta: ¿Qué hubiera sucedido si el saldo y la tarjeta de este británico hubieran aceptado y cursado el pago?

Posiblemente, este joven se vería ahora envuelto en una batalla contra el sistema para que se le reconociera ese cargo indebido y a buen seguro que el reembolso no sería inmediato. Como él mismo reconoció, “me habría quedado en bancarrota total”.

La otra reflexión que se hace Kaplan y que debería elevarse a las altas esferas de los programadores de estas plataformas, es: ¿cómo es posible que el sistema acepte un destino ubicado en otro continente? Podemos confirmar que se trata de un fallo de diseño del software y muy fácilmente solucionable, pero el susto y mal rato, una vez cobrada la cantidad correcta, no se lo quita nadie.

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