Por qué el mercado de los ebooks se estanca y cae en picado
En su momento de mayor impacto, muchos creyeron que el libro electrónico terminaría desplazando al ancestral libro de lomo, tinta y papel. Se pensó que desaparecerían las bibliotecas y que el empleo del bibliotecario pasaría a ser un recuerdo del pasado.
Pero no ha sido así. Según datos que han trascendidos en el gremio de los impresores de libros, a diez años de la salida al mercado del Kindle, el ebook no acaba de despegar, se vende, pero para nada pone en peligro la supervivencia del libro convencional.
Nada menos que en Estados Unidos, su plaza más fuerte, el libro electrónico representa el 25% de las ventas, si bien lleva dos años en caída libre. Mientras, en Reino Unido ocurre algo similar.
La Asociación de Editores de ese país acaba de hacer público que en 2016 y por segundo año consecutivo las ventas de libros electrónicos han caído, en esta ocasión en un 3% si se contabilizan audiolibros, libros de texto y materiales educativos.
Se contempla hasta una caída del 17% en el caso de los ‘consumer ebooks’, los títulos de ficción y no ficción dirigidos a los clientes de las librerías electrónicas.
Los motivos
Al parecer, una de las razones de este desvanecimiento en las ventas radica en la falta de ‘glamour’ de las pantallas de los lectores de libros electrónicos, en comparación con los contenidos digitales propios de los teléfonos y las tabletas, sobre todo si se trata de productos destinados al público infantil y juvenil, el cual evidencia una tendencia mucho mayor de lo que se esperaba hacia la lectura electrónica.
De acuerdo con un comentario de Stephen Lotinga, director de la asociación británica, al diario ‘The Guardian’, todo parece indicar que la audiencia está acusando una especie de “fatiga de la pantalla”, debido al gran número de dispositivos que suele manejar a diario, por lo que ha decidido prescindir de algunos de ellos -siendo el ‘e-reader’ el primero en esa lista-, para seguidamente escoger la lectura del libro físico, además, como una manera de descansar y de desconectar, mientras las pantallas de tabletas y teléfonos se reservan para otros usos.
Datos muy significativos
En cuanto a Estados Unidos, el último reporte de la Asociación de Editores Estadounidenses arroja que en este gran país las ventas de libros electrónicos disminuyeron un 18,7% en los primeros nueve meses de 2016. En paralelo, las ventas del libro impreso de bolsillo subieron un 7,5% en ese mismo período y las ventas de los de tapa dura aumentaron un 4,1%.
“El formato de impresión es atractivo para muchos y los editores están descubriendo que algunos géneros se prestan más a la impresión que otros y los utilizan para impulsar las ventas de libros impresos”, declaró a CNN Phil Stokes, director de la división de entretenimiento y medios de PwC en Estados Unidos.
Stokes aseguró que el libro para niños siempre ha sido más popular en su formato impreso, y que, por ejemplo, muchas personas prefieren libros de recetas en formato de tapa dura.
En cuanto a la cantidad de gente que han tomado la decisión de limitar su tiempo de pantalla, el regulador estadounidense Ofcom señaló que en 2016 un tercio de los adultos había intentado llevar a cabo una “desintoxicación digital” al limitar su uso de teléfonos inteligentes, tabletas y otros dispositivos.
El e-reader se hunde
Por otra parte, el regreso del consumidor al papel también está afectando a los fabricantes de dispositivos. Las ventas de lectores electrónicos disminuyeron más del 40% entre 2011 y 2016, según el grupo de investigación de consumidores Euromonitor International.
“El e-reader, que alguna vez fue una categoría prometedora, vio su pico de ventas en 2011. Pero su éxito fue de corta duración, ya que bajó en un año con la salida al mercado de las tabletas”, expresó Euromonitor a través de una nota de investigación.
Según el Centro de Investigación Pew, el 65% de los estadounidenses declaró haber leído al menos un libro impreso en el último año, en comparación con el escaso 28% que leyó un libro electrónico.
Lo cierto es que muchos lectores prefieren optar por el libro impreso, mientras que una minoría se aferra al electrónico. Esto lleva a muchos analistas a descartar rotundamente la apocalíptica idea de hace unos años de que el libro en papel desaparecería de la faz del planeta, relegado a un rincón puramente decorativo por la utilidad de esa fina tableta donde se pueden conservar miles y miles de novelas.
Pero no es así. A ambos formatos para una misma expresión que es la palabra escrita, no les quedará más remedio que convivir en completa armonía.