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Por qué la inteligencia artificial podría ser la última ‘microburbuja’ de Silicon Valley

<em>San Francisco. Imagen de International Business Times</em>
San Francisco. Imagen de International Business Times

Se suponía que 2016 iba a ser el año en el que la burbuja tecnológica finalmente estallaría.

Al igual que ocurrió con la burbuja puntocom ni bien entrados los años 2000 ‒una implosión de la industria marcada por grandes fracasos como como la puesta en marcha de la tienda online de comestibles Webvan o del minorista de productos para mascotas Pets.co‒, en 2016 los escépticos apuntaron a una menor financiación de capital riesgo, a valoraciones estratosféricas como la de Uber por 69.000 millones de dólares, a la venta de empresas que en otro tiempo fueron muy caras como es el caso de One King’s Lane, y a unos precios de alquiler y de venta inmobiliaria por las nubes.

Al contrario de lo que de primera mano ven los expertos del sector tecnológico, quienes en su mayoría siguen siendo optimistas, algunos incluso han visto indicios más pequeños de una burbuja en el embotellamiento de tráfico durante horas en la ruta 101 de Estados Unidos, una carretera que serpentea a lo largo de la península de San Francisco uniendo ciudades donde se produce mucha tecnología como Menlo Park, San José y Mountain View.

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Pero tras más de seis años conociendo Silicon Valley en su conjunto, estoy convencido de que en estos días no hay una gran burbuja, sino más bien toda una serie de “burbujas” pequeñas que flotan en la industria tecnológica y que se hinchan e hinchan hasta estallar, lo cual trae consigo montones de productos de imitación y empresas mal gestionadas que intentan aprovechar la tendencia más reciente y banal.

Pregúntele a cualquier capitalista de riesgo en este momento, y le dirá que ven que hay una saturación de nuevas empresas de inteligencia artificial y aprendizaje automático que avanzan en busca de hacer dinero en efectivo mediante el empleo de complejos algoritmos implementados en una amplia gama de industrias.

Si bien algunas puede que satisfagan necesidades reales, es posible que haya más empresas de inteligencia artificial de las que el mundo necesita.

<em>El perro marioneta de pets.com protagoniza un anuncio de la empresa, Los Ángeles, California, 11 de enero de 2000 (Foto de Bob Riha / Liaison / Getty Image).</em>
El perro marioneta de pets.com protagoniza un anuncio de la empresa, Los Ángeles, California, 11 de enero de 2000 (Foto de Bob Riha / Liaison / Getty Image).

No hay duda de que algunas nuevas empresas de inteligencia artificial son más prometedoras que otras. Vijay Pande, socio comanditado de Andreessen Horowitz, dijo a Yahoo Finance que es especialmente optimista con empresas como Freenome, en la cual la compañía invirtió el pasado mes de junio. Esta empresa con sede en Palo Alto utiliza el aprendizaje automático para ayudar a detectar diversos tipos de cáncer a partir de un análisis de sangre en lugar de una muestra de tejido, un procedimiento que detecta el cáncer mucho antes de lo que lo puedan hacer los métodos tradicionales. Otra empresa prometedora en la que ha invertido Pande, la tecnológica especializada en salud Cardiogram, puede tener sentido ya que analiza una gran cantidad de datos de usuarios para proporcionar información útil que en última instancia podría salvar vidas.

Algunos emprendimientos de inteligencia artificial están intentando sacudir a otras empresas existentes desde hace mucho tiempo, como es el caso de la Farmers Business Networks con sede en San Carlos, California, una red social destinada a agricultores basada en el aprendizaje automático que sirve para mejorar los resultados sobre los rendimientos de las semillas y los precios. Y hay muchas, muchas, otras.

Aunque todavía es un poco pronto para decir cuáles de estas empresas evolucionarán hasta convertirse en negocios viables y cuáles no, no cuesta mucho echar un vistazo al pasado para ver qué resultaron ser en realidad lo que se creía que eran “microburbujas”.

Cuestión de ciclos

Alex Mittal, director ejecutivo y cofundador de FundersClub, una firma de capital riesgo que invierte en emprendimientos tecnológicos prometedores, está de acuerdo con que Silicon Valley se ha visto atrapada a lo largo de los años en macrotendencias que vienen y van en ciclos predecibles.

“Cada vez que se pone el foco sobre una nueva tecnología, se cae en una sobrevaloración que alcanza niveles extremos de exageración”, eso dijo Mittal a Yahoo Finance. “El péndulo siempre parece oscilar demasiado, y se produce algún tipo de corrección. Algunas veces, únicamente era una exageración, pero en otras ocasiones ahí había realmente algo”.

Curiosamente, la crisis financiera de 2008 significó la primera microburbuja en forma de “economía colaborativa”, un modelo de negocio basado en la idea de que los activos o servicios sean compartidos entre la gente a través de Internet o con el teléfono móvil. Airbnb, fundada en 2008, dio legitimidad al couchsurfing como alternativa de hospedaje permitiendo alquilar fácilmente una habitación, un apartamento o una casa. En 2009, Uber derrocó sin paliativos al sector del taxi mediante la creación de una red de conductores privados accesible apenas con unas simples pulsaciones en el smartphone.

Pero mientras que Airbnb y Uber se han convertido en auténticos negocios globales, otros emprendimientos de economía colaborativa no lo lograron. ¿Recuerdas Sidecar, la imitación de Uber? Cerró en 2015, porque Uber y Lyft tenían más dinero y ofrecían una plataforma más fácil para el usuario.

¿Qué hay de las empresas de lavandería Prim y Washio? Cerraron respectivamente en 2014 y 2016 debido a sus bajos márgenes de beneficios y sus altos costes de infraestructura. Incluso se vinieron abajo empresas como la plataforma de contratación de servicios de limpieza Homejoy ‒a pesar de los pavoneos de más de un inversor de capital de riesgo sobre lo prometedora que era la empresa‒ debido aparentemente a que los clientes no repetían y a la gran cantidad de pleitos judiciales.

<em>Washio también fue víctima de otra microburbuja.</em>
Washio también fue víctima de otra microburbuja.

Pisando los talones a la burbuja de la economía colaborativa llegaron una serie de emprendimientos de comercio electrónico como la tienda online de diseño Fab.com. Una buena parte de los 325 millones obtenidos con la captación de capital se esfumaron con sus agresivos intentos de expandirse a nivel mundial mediante la adquisición de sitios similares en Alemania e Inglaterra, antes de entrar en una espectacular fallida que pocos en Silicon Valley, incluidos sus inversores, podrán olvidar en mucho tiempo.

Por su lado, el que alguna vez fuera un prometedor sitio web de venta de mobiliario para el hogar, One King’s Lane, falló a la hora de diferenciarse respecto a la excesiva cantidad de sitios de venta interactivos. Fue vendido por solo 12 millones de dólares el pasado mes de agosto a Bed Bath & Beyond, lo cual supone una importantísima rebaja respecto a los 900 millones de dólares por los que un día fuese valorado. La tienda online de muebles Dot & Bo gastó 20 millones en financiación antes de cerrar sus puertas el pasado mes de septiembre.

¿Cuál ha sido la microburbuja que ha estallado más recientemente? Las nuevas empresas de entrega de comida por encargo. En los últimos 18 meses han cerrado no menos de una decena de empresas de entrega de comida a domicilio. Algunos de sus nombres eran Bento, Spoonrocket, Din, Kitchit, Kitchen Surfing y el creativo Take Eat Easy. Otras como Munchery, Zesty y Sprig avanzan con dificultades y con una reducción considerable del número de trabajadores. Y es que, aunque a la gente le gusta la buena comida, había tantos emprendimientos en San Francisco que los locales no podían seguirles el rastro y, por tanto, no hubo las suficientes bocas interesadas en ser alimentadas. De hecho, en una entrevista postmortem concedida a SF Eater en octubre, los fundadores de Din, Emily Olson y Rob LaFave, señalaron la alta competencia en este sector como la causa principal de su cierre.

Muchos de los capitalistas de riesgo y de los fundadores con los que he hablado en los últimos meses esperan que el reciente boom de nuevas empresas de inteligencia artificial y aprendizaje mecánico no sea parte de otra microburbuja como la que hizo que muchas empresas de economía colaborativa o de comercio electrónico vinieran y se fueran en el pasado, en gran medida porque estas tecnologías pueden beneficiar y mejorar ostensiblemente cualquier industria: desde el cuidado de la salud hasta la agricultura, pasando por asistentes virtuales centrados en el consumidor. Hola, Alexa.

“Es probable que la inteligencia artificial sea ahora más accesible de lo que nunca fue”, esto sostuvo Peter Cahill, toda una autoridad en materia de inteligencia artificial que ha dedicado los últimos 15 años a estudiar la tecnología del habla y las redes neuronales desde Dublín, Irlanda. “Para las empresas es más fácil ver claros beneficios derivados de ello porque en gran parte la tecnología alcanza”.

Quizás esta vez tengan razón, o tal vez Farmers Business Networks pase a engrosar el cementerio de emprendimientos, junto a Fab.com, Homejoy y muchos otros. Aunque tal y como señala Mittal, este optimismo ciego ‒el que cree que una nueva empresa será exitosa solo por tener una buena idea‒ es el que hace que Silicon Valley sea único y, me atrevo a afirmar, innovador. Esto se debe a que de cada 100 emprendimientos, 10 pueden tener éxito, y quizás uno de ellos tenga posibilidades de convertirse en una empresa con un potencial transformador como el que tiene Facebook (FB).

“En gran medida esa es la razón por la que sigo aquí”, confiesa Mittal con una tímida sonrisa.

Sin duda, muchos estarían de acuerdo en Silicon Valley.

JP Mangalindan
Yahoo Finance