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La prohibición de YouTube a la desinformación: el dilema de decir NO a los videos que cuestionan la vacuna

YouTube ha instituido una prohibición bastante amplia de los videos que cuestionan la eficacia o la seguridad de las vacunas aprobadas, incluyendo la del sarampión. (Dae In Chung/The New York Times)
YouTube ha instituido una prohibición bastante amplia de los videos que cuestionan la eficacia o la seguridad de las vacunas aprobadas, incluyendo la del sarampión. (Dae In Chung/The New York Times)

Facebook, YouTube y Twitter tienen largas listas de restricciones para limitar en sus sitios la información sobre el coronavirus que consideran engañosa.

YouTube fue más allá la semana pasada con una prohibición bastante amplia de los videos que cuestionan la eficacia o la seguridad de las vacunas aprobadas, incluyendo la del sarampión.

Puede que estas normas tengan sentido para ti. Pero también pueden parecer un ataque a la expresión y un insulto a nuestra inteligencia.

La mayoría de las personas que ven videos de YouTube en los que se afirma (de manera errónea) que un medicamento antiparasitario para animales cura el coronavirus no se tragan las pastillas de su mascota y la mayoría de las personas que publican sus preocupaciones sobre los efectos secundarios de las vacunas no son fanáticos antivacunas.

No se trata de ti

¿Acaso no somos capaces de hablar con libertad en internet y decidir por nosotros mismos? ¿No es contraproducente y antiestadounidense declarar prohibidas ciertas discusiones?

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No hay respuestas fáciles a estas preguntas. Pero quiero compartir cómo mis percepciones cambiaron un poco después de hablar con Brendan Nyhan, un profesor del Dartmouth College que estudia las percepciones erróneas sobre la política y la atención médica. Nyhan me hizo pensar de manera distinta respecto a la desinformación en línea: no se trata de ti.

Nyhan sugirió que pensáramos en las normas de las empresas de internet como si estuvieran diseñadas para el pequeño número de personas que creen firmemente o se inclinan a creer en cosas que pueden demostrarse como falsas y que tienen el potencial de ser peligrosas. Permítanme explicar.

La conversación resonó porque llegó a algo que me molesta del término general “desinformación”. Este evoca un mundo en el que todos son neonazis, anarquistas o estafadores que venden falsas pociones para la salud o que las personas son susceptibles a ese tipo de engaños.

Sabemos que eso es una tontería. Pero Nyhan dijo que era crucial que tuviéramos reglas en internet para los extremos de quien habla y de quien escucha.

“Mucha gente estará expuesta a la desinformación y no tendrá ningún efecto”, me dijo Nyhan. “Pero incluso si unas cuantas personas creen en poderosas afirmaciones falsas como que una elección fue ilegítima o que esa vacuna causa autismo, entonces podría requerirse un enfoque más agresivo”.

Nyhan no está diciendo que los sitios web populares deban restringir cualquier debate que incluya opiniones extremas o poco populares. (Él mismo ha escrito que los tipos de límites en línea sobre las discusiones de COVID-19 no deberían aplicarse a la mayor parte de la expresión política).

No obstante, en el caso de una selección de temas de gran importancia que podrían provocar daños en el mundo real, las empresas de internet podrían necesitar normas restrictivas. Las empresas de internet también han animado a la gente a pensar con cuidado sobre lo que leen y comparten, sin prohibir ciertos tipos de conversaciones.

Nyhan reconoce que es difícil decidir qué temas están en juego y le preocupa que un puñado de empresas de internet haya crecido tanto como para dictar el discurso público, y que a menudo apliquen mal sus políticas.

Sobre todo, Nyhan rechaza dos ideas demasiado simplistas: que el ciudadano medio es susceptible de caer en cualquier locura que lea en internet y que esas locuras en internet suponen poco riesgo.

“Debemos enfocarnos más en la manera en que las plataformas pueden permitir que una minoría extremista fomente el daño y no en el modo en que a la persona promedio se le puede lavar el cerebro por un contenido que vio un par de veces”, comentó Nyhan. “Deberíamos pensar en las personas que consumen una gran cantidad de contenido odioso o extremista en YouTube o en los grupos antivacunas que no llegan a mucha gente, pero que podrían hacer mucho daño a las personas a las que sí llegan”.

Con toda honestidad, odio esto. ¿Por qué sitios como YouTube y Facebook deben estar diseñados para aplacar los peores riesgos de los conspiranoicos y los racistas? ¿Qué pasa con el padre que está preocupado por los efectos secundarios de la vacuna contra el sarampión en su hijo o su compañero de trabajo que se pregunta sobre el recuento de las elecciones de Arizona? No todas las cosas por las que sentimos curiosidad o nos cuestionamos son información errónea. ¿No podemos tan solo hablar de diferentes temas en internet? ¿No estará bien?

La respuesta de Nyhan es, en esencia, que sí, es probable que esté bien para la mayoría de nosotros, pero tenemos que pensar en los márgenes. Y en raras ocasiones eso implicaría sacrificar la capacidad de decir cualquier cosa en internet con el fin de protegernos a todos.

© 2021 The New York Times Company

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