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Rarezas de un país que se acostumbra a hacer las cosas a contramano

Hola, les envío las fotos por el tema del paro del campo. La primera es del puerto de Rosario, todo normal. Las otras son de una playa de camiones en Pto. Gral. San Martín. a 35 km de Rosario. Estaban esperando para descargar. Espero que les sirva, es lo único que encontré. Estaba todo como siempre, nada fuera de lo normal para esta época. Saludos

AGENCIA ROSARIO
Marcelo Manera

Cualquier país que produzca un bien cuyo precio internacional atraviesa una senda alcista y le permita mejorar su balanza de pagos debería sentir un cierto alivio. Esto podría ayudar a corregir los desequilibrios de su economía. Si esa realidad entrañara algún riesgo podría prepararse con las medidas del caso, pero siempre en dirección de aprovechar ese momento. Nunca de desalentarlo.

Esa definición general puede aplicarse a países relativamente normales, lo que no es el caso de la Argentina que no deja de sorprender con sus excepciones a la regla. Esto se comprobó en los últimos días cuando la vicepresidenta Cristina Kirchner calificó de “excelente y revelador” un artículo del diario Página 12 en el que se hablaba de “supuestas ganancias extraordinarias” de productores bonaerenses de maíz, soja y girasol y que no aumentar las retenciones implicaba un perjuicio para los ingresos del Estado y la población, por el impacto en los alimentos.

La mayor brecha cambiaria podría demorar ventas de soja por más de US$6200 millones

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Acaso pueda interpretarse el elogio de la líder de la coalición oficialista como un primer intento para forzar un aumento de los derechos de exportación. En diciembre próximo vence la ley que impide no incrementar en más de tres puntos porcentuales las retenciones al maíz y al trigo (hoy en 12%) y no pasar el 33% en soja. Esa decisión es potestad del Congreso que, elecciones mediante, modificará su composición antes de que termine el año.

En cualquier país medianamente razonable, las autoridades trabajarían para evitar los eventuales desequilibrios. En vez de aumentar la carga impositiva sobre los sectores productivos que, a la larga, provoca un desaliento a la inversión, desarrollarían herramientas específicas con los procesadores de alimentos o la población más vulnerable. Créditos, mercados de futuro o ayudas directas son algunas de las medidas que, eventualmente, podrían aplicarse. En cambio, aquí predomina la teoría de la “maldición de producir materias primas” y se cree que es correcto aplicar una protección generalizada. Así, se subsidia a quien compra medialunas en las panaderías de Recoleta o Puerto Madero mientras se vocifera la defensa de “la mesa de los argentinos”.

La evidencia de los primeros gobiernos kirchneristas demuestra que todas las medidas de control y restricción no sirvieron para que los precios de alimentos bajaran. Además, provocaron un recorte de la producción que, a su vez, generó un escenario alcista de precios. La carne vacuna y el trigo fueron los mejores ejemplos del fracaso de ese tipo de medidas.

Es cierto que los precios están en un nivel alto desde agosto del año pasado, pero solo unos pocos países responden a contramano. “En la Argentina y en Rusia renace el proteccionismo”, advirtió esta semana Ivo Sarjanovic, un experto argentino de larga trayectoria en el mercado de commodities, en una charla organizada por la Escuela de Negocios de la Universidad Di Tella. Para el especialista, el país “no está haciendo todo lo posible” como para aprovechar la tendencia alcista de los precios.

Según Sarjanovic no hay un “superciclo” alcista de las commodities agrícolas como lo definieron algunos bancos de inversión, sino una reconfiguración de los precios relativos que no “durará más allá de 2022” debido a que la recuperación de la economía de este año se basó en políticas fiscales expansivas “que no son sostenibles en el tiempo”, dijo. Y explicó que hay una tendencia sostenida en los precios por la caída de los stocks de los países exportadores y por las masivas importaciones de China de granos forrajeros, aceites y carne, entre otros factores.

En el mismo encuentro, Gustavo Grobocopatel, empresario agroindustrial y fundador de Los Grobo, dijo que la incertidumbre que hay en el país no brinda “señales claras que incentiven a un aumento de la producción”. No obstante, consideró que hay un rango de precios sostenido que se mantiene por el elevado nivel de la demanda. “En soja no veremos precios de US$160 como a fines de los años noventa, sí se moverá en un rango de US$300/US$500”, dijo.

A largo plazo, tantos Sarjanovic como Grobocopatel recomendaron estar atentos a los llamados “cisnes negros” que pueden provocar un escenario rupturista. Entre otros ejemplos citaron la carne artificial, restricciones al uso de la tierra por cuestiones ambientales y un eventual salto en la productividad por el uso de la tecnología. Este es un escenario lleno de desafíos mayúsculos, que debería convocar a reflexiones y cambios de estrategias de largo plazo y no a análisis políticos de visiones estrechas.