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Las tiendas de ropa como las conocemos podrían desaparecer

El sector de la moda ha sido uno de los grandes afectados por la pandemia. Con las tiendas cerradas, tanto multinacionales como pequeños comercios han ido acumulando cientos de artículos de la temporada pasada sin vender, que se juntarán con los de las próximas colecciones; a esto, se le une el parón de la producción durante el confinamiento, que podría traducirse en problemas de desabastecimiento a finales de año.

Si tenemos en cuenta que comprar ropa nueva no es una necesidad esencial y que la capacidad adquisitiva de muchos españoles ha mermado estos meses, el sector de la moda está atravesando uno de sus peores momentos. Según la patronal Acotex, las ventas de ropa y complementos cayeron un 25,8% durante el mes de junio, pese a la reapertura de las tiendas. Por este motivo, el sector está barajando todas las formas posibles para reinventarse, a fin de dinamizar el sector y minimizar el impacto del coronavirus, que incluyen la relocalización de las fábricas, la internacionalización de las marcas o la digitalización.

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Tienda de Zara en Melbourne, Australia. (Getty Creative)
Tienda de Zara en Melbourne, Australia. (Getty Creative)

Durante la pandemia, muchas compañías textiles se han visto afectadas por la creciente falta de suministro, por lo que el sector se está planteando reducir la dependencia de terceros países para la producción de las prendas. Por otro lado, está claro que la internacionalización y la digitalización van a ser esenciales a la hora de impulsar las ventas, crecer y diversificar mercados, sobre todo, después del tirón del comercio online durante el confinamiento.

Un nuevo concepto

Así, el concepto tradicional de tienda podría quedarse obsoleto de aquí a unos años. Marcas nativas digitales, como Pompeii o Laagam, ya están abriendo locales que, más que tiendas al uso, son puntos logísticos. De esta forma, el cliente busca productos, los encarga por Internet y acude a la tienda física para recogerlo.

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Esta podría ser una alternativa perfecta para estimular la demanda en la ‘nueva normalidad’, puesto que permite a los clientes mirar artículos y comprar de forma cómoda desde casa, solo teniendo que pisar la tienda unos minutos para recoger su pedido, así como para intercambiarlo por otro o devolverlo. También ayudaría a aquellos más escépticos de comprar por Internet a ‘animarse’ y subirse al carro de las compras online.

Además, en comparación con los comercios que venden exclusivamente en el espacio online, estas tiendas tienen la ventaja de ser más sostenibles, puesto que se contamina mucho menos suministrando todos los artículos a un mismo almacén que entregándolos al domicilio de cada comprador.

Este modelo de tienda- almacén requiere también del uso de las nuevas tecnologías como el Big Data, que posibilita conocer datos concretos como la cantidad de dinero que está perdiendo una compañía por tener una rotura de stock en determinada talla, entre muchos otros. Así, dueños y trabajadores podrían saber cuál es la demanda real de ciertos artículos y determinadas tallas, para así fabricar la cantidad exacta de producto, que mantenga las estanterías abastecidas sin generar un exceso de stock.

Este nuevo concepto de tienda no solo podría ser la solución definitiva para reactivar el sector tras la crisis y recuperar los niveles de ventas previos al coronavirus, sino que también podría sustituir a las tiendas ‘tradicionales’ y generalizarse en los próximos años. Esto solo se verá con el tiempo, pero todo apunta a que, como muchos otros aspectos de nuestra vida cotidiana, nuestra forma de comprar también cambiará por la pandemia.

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