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Una refinería de petróleo utiliza estiércol para ofrecer un futuro más limpio

Los granos que fueron rechazados para alimentar a los animales, mismos que serán convertidos en biogás, llegan a Bio Energy Coevorden, empresa que fue adquirida por Varo Energy, en Coevorden, Países Bajos, el 4 de abril de 2023. (Ilvy Njiokiktjien/The New York Times)
Los granos que fueron rechazados para alimentar a los animales, mismos que serán convertidos en biogás, llegan a Bio Energy Coevorden, empresa que fue adquirida por Varo Energy, en Coevorden, Países Bajos, el 4 de abril de 2023. (Ilvy Njiokiktjien/The New York Times)

COEVORDEN, Países Bajos — Todos los días, decenas de camiones cisterna, muchos de ellos cargados con estiércol de cerdo y otros tipos de desechos agrícolas, pasan estrepitosamente por las puertas de una imponente planta de acero y concreto en el noreste de los Países Bajos.

Este cargamento con olor acre será convertido en pulpa y bombeado a enormes tanques, donde, en pocas semanas, unas bacterias hambrientas lo convertirán en el gas metano que finalmente será vendido a la red eléctrica para calentar los hogares y generar electricidad.

Este gas es un biocombustible, algo parecido al gas natural que se extrae de los pozos en altamar del mar del Norte, pero, debido a su origen biológico, se considera que es neutro en carbono.

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La clave del éxito, señaló Fritz Ullrich, el gerente de la planta, es mantener nutridos a los microbios con un flujo constante de desechos. “Tenemos que consentirlos”, comentó en una mañana reciente. “Ellos son nuestra fábrica”.

Ullrich, quien llegó a este puesto después de administrar depósitos de petróleo, parece desconcertado al verse atendiendo bacterias. Pero la industria energética está sufriendo cambios muy drásticos, sobre todo en Europa.

Para la principal propietaria de la planta, Varo Energy, una refinería de petróleo privada de Suiza que vende diésel y gasolina en las estaciones de servicio de todo el noroeste de Europa, las instalaciones de biogás como esta representan el futuro o al menos una parte de él.

Trabajadores instalan un nuevo tanque de almacenamiento en Bio Energy Coevorden, una planta de biogás adquirida por Varo Energy, en Coevorden, Países Bajos, el 4 de abril de 2023. (Ilvy Njiokiktjien/The New York Times)
Trabajadores instalan un nuevo tanque de almacenamiento en Bio Energy Coevorden, una planta de biogás adquirida por Varo Energy, en Coevorden, Países Bajos, el 4 de abril de 2023. (Ilvy Njiokiktjien/The New York Times)

Con el propósito de aminorar el cambio climático, la Unión Europea y los gobiernos nacionales, como el de Suiza, están obligando a los proveedores de productos petroleros a incrementar el porcentaje del combustible procedente de fuentes renovables de todo el combustible que venden. Los intentos de Rusia de utilizar el gas natural como poder político en la guerra de Ucrania se han sumado a la urgencia de dejar de depender de los combustibles fósiles.

Como resultado, las empresas que refinan y venden petróleo están realizando inversiones importantes que no habrían considerado antes. Este año, Varo compró una participación del 80 por ciento en esta planta de biocombustible en la municipalidad neerlandesa de Coevorden para tener presencia en un negocio que se espera crezca con rapidez. En fechas recientes, Shell, la empresa de energéticos más grande de Europa, y BP invirtieron miles de millones de dólares para adquirir empresas de biogás similares.

Con vistas al futuro, Varo tiene un acuerdo preliminar para suministrar a la aerolínea alemana Lufthansa el llamado combustible sustentable para la aviación, comenzando con una mezcla hecha de aceite de cocina usado para luego pasar al hidrógeno, considerado por muchos el combustible ecológico del futuro.

El futuro de la empresa sigue estando vinculado al petróleo (Varo dirige y es propietaria de la única refinería de Suiza y de otra en Alemania), pero los ejecutivos de la compañía afirman que puede sacar provecho de volverse gradualmente más ecológica y ayudar a los clientes a alcanzar sus metas de energías limpias. Además, según diversos programas nacionales que tienen el propósito de disminuir poco a poco las emisiones o de certificar que la energía es limpia, Varo también puede ganar los llamados “biovales” que se pueden vender a las empresas contaminantes… y constituir otra fuente importante de ingresos.

Pero este mundo feliz de la energía tiene sus dificultades. Por ejemplo, no hay suficiente estiércol de cerdo ni otros tipos de desechos producidos localmente para mantener funcionando la planta de Coervoden. Eso significa que Ullrich debe explorar el mundo a fin de conseguir cargamentos de maíz podrido y de otros desechos agrícolas para llenar sus tanques. La planta incluso consiguió grano que resultó contaminado en una explosión que destruyó el puerto de Beirut en 2020.

Además, los desechos no son gratis. El año pasado, al tiempo que aumentaban los precios del gas natural en Europa, también lo hacían los costos de lo que se usa en el biocombustible a medida que se incrementaba la demanda, cosa que contribuyó a que el año pasado la planta tuviera pérdidas económicas.

El deseo por biocombustibles que hay en todo el mundo ha dado origen a algunas prácticas cuestionables, como talar los bosques para disponer de los restos de la madera y cultivar para tener combustibles y no alimentos. La cantidad total de desechos adecuados y de otros insumos disponibles es “muchas veces menor que la demanda global de combustible para la aviación, de combustibles para el transporte o el suministro de gas industrial”, señaló Mark Brownstein, vicepresidente ejecutivo de transición energética en el Fondo para la Defensa del Medioambiente, un grupo de apoyo sin fines de lucro con sede en Estados Unidos.

No obstante, los ejecutivos de Varo confían en que su presencia en los mercados energéticos de Europa ayudará a garantizar su futuro. Ellos creen que, ahora que Alemania se ha separado del gas natural de Rusia, buscará una alternativa ecológica para generar electricidad y alimentar las fábricas que requieren mucha energía, como las plantas siderúrgicas o las fábricas de productos químicos. La frontera alemana atraviesa una autopista que está justo afuera de las puertas de la planta de biogás. “Estamos en el código postal correcto”, comentó en una entrevista Dev Sanyal, presidente general de Varo.

Varo, que tenía cerca de 2100 empleados e ingresos anuales por 26.000 millones de dólares en 2022, es una empresa con 11 años de antigüedad que gana alrededor de 500 millones de dólares al año con la refinación de petróleo crudo, así como la distribución y comercialización de productos petroleros. Sin embargo, los dueños de la compañía —Carlyle, una empresa de capital privado con sede en Estados Unidos, y Vitol, un gigante en el comercio de materias primas— se dieron cuenta de que Varo tenía que prepararse para cambios por venir. Para cambiar el curso, el año pasado contrataron a Sanyal, quien dirigía el negocio de energías renovables y gas en BP.

Al igual que otras empresas petroleras, Varo está tratando de complacer a diversos públicos: a los clientes y los reguladores que exigen energías limpias, así como a los consumidores constantes de gasolina, diésel y otros productos que producen sus dos refinerías.

Con las presiones medioambientales cada vez mayores, apegarse al statu quo no es una alternativa para las empresas petroleras. “Si todo lo que hacen es transformar el petróleo crudo en productos refinados, en algún momento eso no será algo atractivo que hacer en Europa”, explicó Alan Gelder, vicepresidente de refinación y sustancias químicas en Wood Mackenzie, una firma consultora.

c.2023 The New York Times Company