Yahoo Finanzas 'Los renglones torcidos de Dios' me ha sorprendido donde menos lo esperaba
Adaptar una novela como Los renglones torcidos de Dios no es tarea fácil. Aunque la extensión del libro no sea excesiva, su intriga, sus muchos personajes, sus reflexiones sobre la salud mental o el hecho de estar narrado desde la voz interior de su protagonista, la inspectora Alice Gould, complican en exceso llevar su historia a la gran pantalla con todas sus implicaciones. Ya se fracasó en los años 80 con una película que contó con guion del propio autor de la obra, Torcuato Luca de Tena, por lo que confiar en la nueva adaptación que Oriol Paulo, responsable de El inocente o Contratiempo, ha realizado junto a Barbara Lennie, Eduard Fernández o Loreto Mauleón también se turnaba difícil.
Sin embargo, hablamos de uno de los directores que mejor ha sabido jugar con el thriller y los giros de guion en el cine español durante la última década. Y aunque fuera una tarea ardua, creo que ha vuelto a sorprender llevando este complejo relato al cine. Pero las sorpresas me las he encontrado donde menos lo esperaba.
Para los que desconozcan Los renglones torcidos de Dios, se trata de un relato centrado en la figura de Alice Gould, una detective que cree haber ingresado en un psiquiátrico para investigar un crimen. Sin embargo, en el centro tratarán de hacerla ver que está inmersa en una paranoia y que esta misión es fruto de sus alucinaciones, generando así un entramado de misterio psicológico con muchas sorpresas y giros tras de sí. Aunque, en mi caso, lo sorprendente no ha sido la trama en sí, la cual ya me conocía al haber leído la novela, sino lo bien que se lo ingenia su director a la hora de condensar la inmensidad del relato con cambios que elevan su impacto en pantalla.
Como era obvio, se han dejado demasiadas cosas fuera. Por ejemplo, muchos de los personajes de los internos del psiquiátrico se han eliminado, se han condensado un par de ellos en uno solo y algunos que en la novela son clave en el entramado de su protagonista se han simplificado. Además, el contexto de la España de 1979 en el que se ambienta la historia se pasa muy por encima y el poso sobre la salud mental y la situación de los enfermos es prácticamente nulo. Y aunque así visto puede parecer que se ha hecho un completo destrozo a la novela, no creo que sea el caso.
Oriol Paulo, que también firma el guion junto a Guillem Clua y Lara Sendim, ha priorizado las intrigas y los giros de guion por encima de todo lo demás, justo lo que más puede lucir en pantalla a ojos del espectador. En ese sentido, el enfoque de su película se centra en jugar con el montaje, tratar de despistar al espectador y resaltar los momentos más espectaculares y sorpresivos de la historia, es decir, lo que mejor funciona para una cinta que busca erigirse como un gran producto comercial para el gran público. Y desde luego que lo consigue, porque su adaptación de la novela de Luca de Tena avanza como cohete con un no parar de misterios y giros que te mantienen al borde de la butaca.
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Curiosamente, mi parte favorita de la novela son todas las reflexiones que deja sobre la salud mental, justo lo que más de lado deja esta película. De ahí que me haya sorprendido tanto que los cambios respecto al libro me funcionen tan bien, aunque sí es cierto que Oriol Paulo ha tratado de ser lo más respetuoso posible hacia el material original y tratar de incluir, aunque sea en segundo plano, todo aquello omitido en la historia principal.
Por ejemplo, muchos de los personajes eliminados de la trama se dejan ver de fondo en algunas escenas, y aunque duela no verlos entrar en acción, es un guiño que se agradece. Otro detalle que me encantó fue el cómo alude a la mente de su protagonista, ya que, al no poder usar la voz interior con la que está contada toda la novela (en una adaptación audiovisual chirriaría en exceso por el abuso de la voz en off) recurre a experiencias visuales con las que representar su mente, conocer su pasado y las supuestas alucinaciones que pasan por su cabeza.
De ahí que no molesten los cambios, porque la película, que se acerca a las tres horas de duración con un metraje de 156 minutos, te deja claro que si se simplifican o modifican las cosas es por la urgente necesidad de condensar. Y como digo, también hay cambios que ayudan a generar más sensación de asombro. No quiero entrar en detalles para no desvelar spoilers, pero un caso claro lo vemos en su final, que cierra la historia en un punto anterior al del libro y con una resolución inesperada que abre debate. Es decir, de una forma más sorpresiva y espectacular que lo que hubiera sido una explicación al uso como hace el libro.
Y es que es obvio que lo que funciona sobre el papel debe hacerlo de manera distinta en pantalla para impactar, y Oriol Paulo lo ha tenido muy claro para llevar Los renglones torcidos de Dios al cine, consiguiendo así una adaptación notable con todos los ingredientes para cautivar a los espectadores que buscan intrigas, sorpresas y puro entretenimiento.
Los renglones torcidos de Dios se estrena en cines el jueves 6 de octubre.
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