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Repartidores dicen que están muriendo por sobrecarga de trabajo

Los repartidores levantan los puños mientras cantan una canción sindical en un almacén en Seúl, Corea del Sur, el 30 de noviembre de 2020. (Woohae Cho/The New York Times).
Los repartidores levantan los puños mientras cantan una canción sindical en un almacén en Seúl, Corea del Sur, el 30 de noviembre de 2020. (Woohae Cho/The New York Times).

SEÚL, Corea del Sur — En un almacén logístico del tamaño de un hangar de aviones en el sur de Seúl, los repartidores celebraron hace poco un ritual al comienzo de otro agotador día de trabajo: se pusieron de pie durante un momento de silencio para recordar a más de una docena de compañeros repartidores que ellos dicen que murieron este año por exceso de trabajo.

“No nos sorprenderá si uno de nosotros muere también”, dijo Choi Ji-na, uno de los repartidores.

Choi, de 43 años, y otros repartidores de Corea del Sur dicen que se sienten afortunados de tener trabajo en medio del creciente desempleo, y que están orgullosos de desempeñar un papel esencial para lograr que los casos de COVID-19 del país se mantengan bajo control al entregar un número récord de paquetes a clientes que prefieren permanecer seguros en sus casas.

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Sin embargo, también están pagando un precio.

La serie de muertes entre los repartidores de este año ha causado un alboroto nacional, pues ha virado la atención hacia las protecciones desiguales para los trabajadores en un lugar que alguna vez tuvo una de las semanas de trabajo más largas del mundo. Se espera que los paquetes lleguen con “velocidad de bala”, pero los trabajadores sin seguro que los entregan dicen que se está volviendo imposible mantener el ritmo de la demanda, y que los cambios en las reglas laborales realizados por el presidente Moon Jae-in los han dejado desprotegidos.

Hasta el momento ha habido quince muertes entre los repartidores, incluyendo algunos que murieron después de quejarse de las insoportables cargas de trabajo que los mantenían laborando desde el amanecer hasta pasada la medianoche. Los repartidores dicen que se están muriendo de “gwarosa”, o muerte por exceso de trabajo.

“La carga de trabajo se ha vuelto excesiva”, comentó Choi. “Desde que llegó el coronavirus, ir a casa a tiempo para cenar con mis hijos se ha convertido en un sueño lejano”.

Los repartidores son algunos de los empleados más trabajadores y menos protegidos de Corea del Sur. Entre 2015 y 2019, solo de uno a cuatro repartidores murieron por año. Este año, nueve repartidores murieron tan solo en la primera mitad del año, según los datos que la Agencia de Seguridad y Salud Ocupacional de Corea presentó al legislador Yong Hye-in.

Cuando Moon redujo la semana laboral máxima de las 68 horas que eran en 2018 a 52 en la actualidad para asegurar un “equilibrio entre la vida laboral y personal” y un “derecho al descanso”, los repartidores quedaron fuera del acuerdo. A medida que la pandemia se extiende y los paquetes se acumulan, los repartidores dicen que no solo se enfrentan a más horas, sino también al temor siempre presente de sucumbir ante el creciente volumen de trabajo.

Los pedidos en línea han aumentado en todo el mundo, y la demanda de productos entregados en Corea del Sur ha crecido un 30 por ciento, hasta alcanzar la cifra de 3600 millones de paquetes este año, según algunos cálculos.

Park Ki-Ryeon, un repartidor, conduce su camión de reparto a lo largo de una calle estrecha en Seongnam, una ciudad en las afueras de Seúl, Corea del Sur, el 30 de noviembre de 2020. (Woohae Cho/The New York Times).
Park Ki-Ryeon, un repartidor, conduce su camión de reparto a lo largo de una calle estrecha en Seongnam, una ciudad en las afueras de Seúl, Corea del Sur, el 30 de noviembre de 2020. (Woohae Cho/The New York Times).

La mayoría de las entregas en Corea del Sur son gestionadas por grandes empresas de logística. Esas empresas subcontratan la mano de obra a los repartidores, que son subcontratistas independientes que trabajan por comisión usando sus propios camiones en áreas asignadas. Desde 1997, con el auge del comercio electrónico y la intensificación de la competencia, los costos de envío en línea en el país se han reducido más de la mitad.

Los centros comerciales y las empresas de logística ahora prometen entregas aún más rápidas, ofreciendo opciones de “en el transcurso del día”, “antes del amanecer” y “a velocidad de bala”. No obstante, las tarifas cobradas por los repartidores han bajado. Los trabajadores reciben ahora entre 60 y 80 centavos por paquete y han sido multados cuando no cumplen con los plazos de entrega establecidos por los principales minoristas en línea.

Un repartidor en Seúl, Kim Dong-hee, regresó a casa a las 2 a. m. el 7 de octubre. Más tarde ese día, regresó al almacén para recoger 420 paquetes. Todavía tenía muchas entregas que hacer cuando envió un mensaje a un colega a las 4:28 a. m. del día siguiente. Dijo que llegaría a casa a las 5 a. m. pero que apenas tendría tiempo de comer y lavarse antes de salir de nuevo.

“Estoy demasiado cansado”, escribió.

Cuatro días después, no se presentó a trabajar. Cuando sus colegas lo buscaron en su casa, lo encontraron muerto; la policía dictaminó que la causa fue una insuficiencia cardíaca. Los colegas dicen que murió por exceso de trabajo. Tenía 36 años.

El día que Kim envió su mensaje, otro hombre en Seúl, Kim Won-jong, se desplomó en su ruta de reparto, quejándose de dolor en el pecho y dificultad para respirar antes de morir.

“Recuerdo lo cansado que se veía al atardecer, sus hombros se desplomaron y su gorra se bajó, como si estuviera semiconsciente”, escribió en línea un cliente que conocía a Kim después de que su muerte se hizo noticia.

Se ha vuelto común ver a repartidores cansados recorriendo los complejos de departamentos en plena noche, entregando fruta, agua embotellada, decoraciones navideñas y otros artículos que muchos compradores ahora prefieren que les entreguen. Algunos residentes que temen infectarse se han negado a compartir los ascensores con los repartidores, por lo que se ven obligados a subir los paquetes por las escaleras.

La pandemia ha traído beneficios a las empresas de mensajería y logística como CJ Logistics, Hanjin Shipping y Lotte. No obstante, puesto que son categorizados como trabajadores autónomos, la mayoría de los 54.000 “taekbae gisa”, o conductores de entregas a domicilio, del país no se benefician de las leyes laborales que protegen a los empleados corporativos de tiempo completo. Los beneficios como las horas extras, las vacaciones pagadas y el seguro contra lesiones en el trabajo no están disponibles.

Según una encuesta realizada en septiembre por el Centro de Salud y Seguridad de los Trabajadores, un grupo de defensa de derechos laborales, los repartidores trabajan un promedio de doce horas al día, seis días a la semana. Según los datos del gobierno presentados a los legisladores, las lesiones laborales de los repartidores se dispararon un 43 por ciento durante la primera mitad del año.

Los repartidores de Estados Unidos, Europa y China se han declarado en huelga para conseguir mejores protecciones. En Corea del Sur, han hecho huelgas con la esperanza de asegurar horarios más cortos y una “vida por las tardes”.

“Nos organizamos y luchamos porque no teníamos a nadie con quién hablar”, dijo Park Ki-ryeon, de 36 años, repartidor desde 2016.

“A nosotros también nos gustaría estar calientitos en casa, como la gente a la que servimos”, dijo Park. “Sin embargo, muchos de nosotros no tenemos una buena educación y empezamos este trabajo con deudas que pagar. Si renunciamos, no tenemos alternativa”.

Algunas empresas de logística se han disculpado por la reciente oleada de muertes y han prometido proporcionar beneficios, como revisiones médicas, y añadir más trabajadores en fases para ayudar a reducir las horas de trabajo y gestionar el mayor volumen de demanda.

El gobierno de Moon ha prometido implementar una semana laboral de cinco días y prohibir las entregas nocturnas, tras admitir que sus políticas no han seguido el ritmo del crecimiento de la industria de las entregas a domicilio y que “la carga se concentró en horarios largos y pesadas cargas de trabajo para los repartidores”.

Después de que las muertes llegaron a los encabezados, la gente también comenzó a expresar apoyo a los repartidores, dejando bebidas y bocadillos en la puerta con notas que decían: “Está bien llegar tarde”.

“Cuando los extraños pasan a mi lado en las calles, me dicen: ‘¡Por favor, no te mueras! Te necesitamos’”, dijo Park.

Pero las reformas prometidas por las empresas de logística y el gobierno se han tardado demasiado en llegar.

Cuando su abuela murió el mes pasado, Park dijo que tuvo que contratar a un repartidor sustituto con su propio dinero para entregar los paquetes a lo largo de su ruta solo para poder tomarse medio día libre para lamentar su partida.

“Queremos un cambio”, dijo. “No somos máquinas”.

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This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company