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Para los republicanos, el dogma contra los impuestos es una promesa engorrosa

El pragmatismo hace que algunos republicanos comiencen a abandonar el dogma de no subir los impuestos en Estados Unidos, una promesa arrancada por el influyente pensador y activista conservador Grover Norquist, cuya pertinencia es puesta en duda en un periodo de crisis fiscal.

El pragmatismo hace que algunos republicanos comiencen a abandonar el dogma de no subir los impuestos en Estados Unidos, una promesa arrancada por el influyente pensador y activista conservador Grover Norquist, cuya pertinencia es puesta en duda en un periodo de crisis fiscal.

El presidente Barack Obama y la oposición republicana debían proseguir el lunes las negociaciones que comenzaron hace varias semanas sobre la reducción del déficit.

Un acuerdo evitaría que se produzca el llamado 'precipicio fiscal', una serie de ajustes automáticos que entrarían en vigor el 1 de enero, que prevén un aumento de los impuestos sumados a una contracción del gasto público.

La flexibilidad para la negociación entre ambas partes se topa con este principio de una época en que la intransigencia todavía era una forma de hacer política.

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En 1985, el joven activista Grover Norquist, cercano al presidente Ronald Reagan, fundó la asociación Estadounidenses a favor de una reforma fiscal, (Americans for Tax Reform), un grupo de presión a favor de la bajada de las tributaciones.

Entonces, el hábil pensador conservador propuso a los representantes estadounidenses firmar un texto de 60 palabras con el objetivo de realizar una promesa simbólica y también de recordarles esta premisa, en los casos en los cuales su compromiso se debilitara.

"Primer punto, me opongo a cualquier iniciativa que apunte a una alza marginal de los impuestos sobre los ingresos tanto para las personas como para las empresas y segundo es que estoy en contra de todas los recortes netos o eliminaciones de las deducciones o créditos fiscales, a menos que sean totalmente compensados por una bajada de impuestos", reza el documento.

A día de hoy, sólo 16 republicanos de la Cámara de Representantes (de un total de 234) y seis senadores de 45 no han firmado el documento.

La ruptura de este juramento ha provocado la ira de Grover Norquist, quien emite mensajes publicitarios negativos cada vez que políticos a los que considera "traidores" se presentan a la reelección.

"Desde hace 20 años, los demócratas intentan que los republicanos rompan su promesa. Esto nunca ha funcionado. Este no es mi primer rodeo", declaró el viernes Norquist a The Wall Street Journal.

Sin embargo, la gravedad de la situación presupuestaria, por la cuestión del déficit, ha provocado fisuras entre los republicanos. El déficit del Estado Federal ha trepado al 7% del PIB en 2012.

La única forma de evitar el 'precipicio fiscal' es la aprobación de una nueva ley en el Congreso, lo que necesita un consenso ideológico de ambas partes.

Varios pesos pesados republicanos del Senado ya han dejado atrás esta premisa la semana pasada y esbozaron un principio de acuerdo para un alza de impuestos para los más ricos, como plantea el presidente estadounidense, Barack Obama.

"Yo violaría esta promesa, en términos simples, por el bien del país, pero solamente si los demócratas aceptan una reforma de los programas sociales", afirmó el domingo Lindsey Graham.

"No deberíamos mantenernos en posiciones inflexibles", afirmó el domingo en la cadena NBC Peter King.

"Pongo por encima a mi país y no un juramento que data de hace 20 años", había dicho Saxby Chambliss el miércoles.

Por su parte, la Casa Blanca afirmó el lunes que confía en el éxito de las negociaciones con el Congreso para evitar una crisis fiscal a inicios de 2013 y saludó las declaraciones de los republicanos sobre un aumento de los ingresos fiscales, lo cual supone más impuestos. "Estamos confiados de que podamos alcanzar un acuerdo" para evitar el llamado "precipicio fiscal", dijo el portavoz del presidente Barack Obama, Jay Carney.

Si bien la mayoría de los republicanos no han renegado de esta promesa, ante una opinión pública hastiada del estancamiento de las negociaciones en el Congreso y de la inflexibilidad de los ultraconservadores del Tea Party desde 2010, los demócratas esperan que este principio viva sus últimos meses de vigencia.