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Reseña: Del Toro lleva su Pinocho a lugares muy obscuros

RESEÑA-PINOCCHIO (AP)
RESEÑA-PINOCCHIO (AP)

Aceptémoslo, “Pinocchio” (“Pinocho”) siempre ha sido una moraleja rara para niños.

Claro que mentir está mal, pero ese no es único mensaje que transmite esta historia. Incluso en la versión clásica de Disney de 1940 — que es más ligera y apta para niños que el cuento de Carlo Collodi de 1883 — expresa que, si no eres suficientemente “bueno”, no mereces ser humano.

“Un niño que no es bueno debe estar hecho de madera”, amonesta el Hada Azul a Pinocho en esa película. ¿En serio? ¿Entonces qué pasó con la idea de que “errar es de humanos”? Sin mencionar las segundas oportunidades, o las curvas de aprendizaje. Y qué significa “ser bueno” de todas maneras. ¿No han escuchado del valor del relativismo?

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Pero ahora toca el turno a Guillermo del Toro, con su impresionante talento, para sacudir las cosas. Definitivamente este no es el Pinocho de Disney — ni el clásico de 1940 o la versión moderna estrenada hace unos meses. ¿Cómo se sentiría tu hijo viendo saludos fascistas (o para el caso tú tratando de explicarlos)?, ¿quién es ese tipo llamado Mussolini?, ¿hay bombas cayendo del cielo?, ¿hay un padre que le entrega un arma a su hijo y le dice “dispárale a la marioneta”?

Del Toro, cuya versión de Pinocho es tan diferente que la película se titula en realidad “Guillermo del Toro’s Pinocchio” (“Pinocho de Guillermo del Toro”), tiene el comando visual que uno esperaría, al hacer equipo con Mark Gustafson en su precioso proyecto de animación cuadro por cuatro con un elenco estelar de voces que incluye en inglés a tres galardonados con el Oscar: Christoph Waltz, Cate Blanchett y Tilda Swinton. En múltiples momentos la película se ve impresionantemente hermosa, por sus colores y texturas. Y te hace desear montarte en un avión para encontrar el pueblito italiano donde vive Geppetto, con callejones empedrados rodeado de montañas nevadas que se dejan ver en medio de la bruma.

Pinocho, también, se ve mucho más interesante que el títere de ojos azules y pajarita al que estamos acostumbrados. Es una obra maestra desgarbada de pino con vetas, rizos de madera y algo desgarradoramente adorable. Quizá es porque comete un error tras otro y errar es... bueno no importa.

Conocemos a Geppetto (David Bradley) cuando es el padre feliz de un niño de carne y hueso, Carlo. “Todo lo que necesitaban era estar en compañía del otro”, dice el narrador grillo Sebastián, interpretado por Ewan McGregor. Padre e hijo pasan las noches leyendo cuentos junto a una fogata, y Carlo acompaña a Geppetto a su trabajo para restaurar una enorme escultura de Jesús en el altar de la iglesia. Ahí es donde ocurre una tragedia, un avión de guerra deja caer una bomba sobre el templo, matando a Carlo. Geppetto vive su duelo bebiendo.

Y en medio de su dolor tala un pino y hace una marioneta. Durante la noche el Espíritu de la Madera (Swinton, cuya hermana Muerte también es interpretada por Swinton) llega a visitarlos. Al igual que en las otras versiones, le pide al grillo que cuide de Pinocho y sea su consciencia.

Geppetto lleva al títere a la iglesia, pero enfrenta hostilidad: “¿Por qué no tiene hilos?, ¿quién lo controla?”. En casa Pinocho se pregunta por qué todo mundo ama al Jesús de madera, pero no a él. En el pueblo, un líder fascista denuncia a Pinocho como “disidente” y “pensador independiente”.

Al igual que en otras versiones, Pinocho queda atrapado con un empresario codicioso, el conde Volpe (Waltz) quien lo obliga a actuar en un show. A diferencia de otras versiones, entre el público está Il Duce (Mussolini.) Y también de manera diferente, Mussolini ordena que le disparen a Pinocho. A Pinocho también lo atropella un camión. Por suerte la Muerte lo manda de regreso a la Tierra.

Si esto no parece muy apropiado para los niños más pequeños, todavía no has leído nada. Pinocho termina en un campamento militarizado fascista a donde se envía a los niños para que realicen juegos mortales. Comparada con esta parte de la película, el tiempo que Geppetto pasa en la barriga de una ballena parece más bien pintoresco.

¿Mencionamos que la película es un musical? Freud diría probablemente que hay un motivo por el cual lo olvidamos. Las canciones, unas más pegajosas que otras, parecen a menudo ser abandonadas poco después de que empiezan, desvaneciéndose suavemente mientras pasamos a algo más. El elemento musical se usa mejor en las escenas de teatro, donde Volpe obliga a actuar a Pinocho. Y los niños definitivamente disfrutarán la canción en la que Pinocho atrevida y peligrosamente provoca a Mussolini con letras sobre excremento y flatulencias.

Pero “Pinocho de Guillermo del Toro” claramente no está dirigida sólo a niños, sino que aprovecha el hecho de que los adultos también se verán atraídos a los impresionantes elementos visuales y temas maduros en la historia.

Esos temas incluyen la crianza de los hijos. En la mayor parte de la película, Geppetto desea que Pinocho fuera como Carlo, su hijo humano. Pero gradualmente se da cuenta de que no necesita reemplazar a Carlo — Pinocho está bien como es y no debe volverse humano para ser amado.

Del Toro también hace claras referencias al peligro del pensamiento colectivo acrítico. De hecho, parece que eligió el trasfondo del fascismo para señalar que aquellos pueblerinos cerrados que sospechan de Pinocho porque es diferente son en realidad las marionetas, no Pinocho.

“Guillermo del Toro’s Pinocchio”, un estreno de Netflix, tiene una clasificación PG (que sugiere cierta orientación de los padres) de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés) por “material temático oscuro, violencia, peligro, humor rudo y breves escenas de fumadores”. Duración: 114 minutos. Dos estrellas y media de cuatro.