Anuncios
U.S. markets open in 8 hours 40 minutes
  • F S&P 500

    5,076.50
    +14.25 (+0.28%)
     
  • F Dow Jones

    38,054.00
    +64.00 (+0.17%)
     
  • F Nasdaq

    17,731.50
    +73.00 (+0.41%)
     
  • E-mini Russell 2000 Index Futur

    1,969.20
    +7.20 (+0.37%)
     
  • Petróleo

    82.81
    +0.12 (+0.15%)
     
  • Oro

    2,390.50
    +2.10 (+0.09%)
     
  • Plata

    28.50
    +0.10 (+0.33%)
     
  • dólar/euro

    1.0679
    +0.0005 (+0.04%)
     
  • Bono a 10 años

    4.5850
    -0.0740 (-1.59%)
     
  • Volatilidad

    18.21
    -0.19 (-1.03%)
     
  • dólar/libra

    1.2469
    +0.0013 (+0.11%)
     
  • yen/dólar

    154.2880
    -0.0320 (-0.02%)
     
  • Bitcoin USD

    61,702.69
    -2,500.30 (-3.89%)
     
  • CMC Crypto 200

    885.54
    0.00 (0.00%)
     
  • FTSE 100

    7,847.99
    +27.63 (+0.35%)
     
  • Nikkei 225

    38,151.78
    +189.98 (+0.50%)
     

Es hora de parar el desastre de los antibióticos en las piscifactorías

Instalaciones de acuicultura cercanas a la costa. (Imagen CC vista en Wikipedia).
Instalaciones de acuicultura cercanas a la costa. (Imagen CC vista en Wikipedia).

Cuando nos paramos a pensar en el problema de los patógenos que se están haciendo resistentes a los antibióticos, lo normal es que imaginemos un quirófano de hospital como el escenario perfecto para esta especie de “película de terror” que venimos preparando desde hace décadas. Por el contrario, pocos pensarán en las granjas de peces y estarán equivocados, porque lo cierto es que la acuicultura está convirtiéndose en una de las principales fuentes de expansión del problema a nivel mundial. Al menos eso se desprende de un nuevo trabajo publicado en Nature por un equipo de científicos europeos.

Como habitantes del planeta, merecemos estar un poco mejor informados sobre los riesgos que conllevan las actividades derivadas de las acuicultura, especialmente en aquellas zonas pobres en recursos donde la inversión en I+D simplemente es inexistente. Como en casi cualquier otra actividad económica, el impacto ecológico de las piscifactorías desplegadas cerca de la costa marina difiere mucho si hablamos de países ricos (pensad en Noruega por ejemplo, y su potente industria salmonera) o de países con un bajo nivel de ingresos (pensad en África o el sudeste asiático).

Estas dos últimas zonas son de hecho las que se están llevando la peor parte en cuanto a daños medioambientales y sanitarios. Y es que este mal parece estar cebándose especialmente con aquellos países que no cuentan ni con infraestructuras ni con recursos para hacer un seguimiento de la expansión de la resistencia a los anti-microbianos (AMR por sus siglas en inglés) en sus hospitales, por otro lado los lugares idóneos para medir la gravedad del problema.

PUBLICIDAD

Ahora recogemos los frutos de décadas de mala planificación. Durante todo ese tiempo, las comunidades costeras dedicadas a la acuicultura han venido empleando profusamente los antibióticos para disparar el crecimiento de los animales y para prevenir los brotes de enfermedades. La intensificación de estas actividades ha implicado un incremento constante en el número de peces que conviven en las jaulas o estanques, lo cual en algunos casos ha tenido consecuencias devastadoras.

Pensad por ejemplo en la Saprolegnia parasítica, un organismo fúngico de la división Oomycota que en la naturaleza es saprótrofo, es decir, se alimenta de los residuos de otros organismos o de sus cadáveres. Sin embargo, cuando se crían salmones o truchas en números muy elevados y en recintos pequeños, la saprolegnia se hace parasitaria y comienza a necrotizar los tejidos de los ejemplares más estresados, lo cual les provoca la enfermedad llamada saprolegniasis. (Las evidencias indican además que el calentamiento de las aguas está agravando los efectos de las enfermedades que afectan a los peces).

Un técnico muestra un ejemplar de salmón afectado por la Saprolegnia. (Crédito imagen Canal River Trust UK).
Un técnico muestra un ejemplar de salmón afectado por la Saprolegnia. (Crédito imagen Canal River Trust UK).

¿Solución? Fácil, reducir el número de ejemplares en cada estanque o bien agrandar las instalaciones dándole más espacio. Algo más sencillo de decir que de hacer, dado que ambas soluciones reducirían los rendimientos productivos, lo cual resulta impensable en un mundo con población siempre creciente en el que el pescado resulta vital como alimento.

Veamos las diferentes soluciones que aplican los países que desarrollan la acuicultura, al enfrentarse a problemas similares, y así comprenderemos las diferencias entre ricos y pobres. En países de nuestro continente en los que la cría de peces ha ganado importancia, se ha llevado a cabo mucha actividad científica “preventiva” encaminada a solucionar los daños provocados por las enfermedades, sin tener que recurrir al uso intensivo de antibióticos. Así, las granjas de salmones de Noruega, comenzaron hace décadas a controlar a sus patógenos mediante nuevos fármacos y vacunas, y desde entonces el uso de los antibióticos es mínimo. (Como ejemplo citemos la furunculosis, un mal para el que se vacuna a los salmones desde 1980).

En otros países del norte de Europa se busca ahora crear nuevos sistemas que permitan mover tierra adentro la actividad, basándose en acuicultura de recirculación en tanques interiores. Este alejamiento del mar evitaría la fuga de productos farmacéuticos al océano. Invertir en tales avances es como podéis imaginar caro, y para ciertos países simplemente no es una opción viable. Pensad que en África o el sur de Asia, la actividad de acuicultura está en manos de comunidades pesqueras tradicionales, sociedades ligadas al mar desde hace cientos de años.

Sin embargo no todo está perdido. Existen cambios que sí se pueden llevar a cabo sin invertir sumas elevadas de dinero. Por ejemplo, se pueden integrar la cría de peces con otros cultivos como las algas. Esto ha permitido a la empresa sueca Swedish Algae Factory aprovechar a la naturaleza como “limpiadora de residuos” en sus tanques de peces, al tiempo que secuestran CO2. Luego, esas algas pueden recolectarse y emplearse para producir ingredientes útiles en la industria cosmética, o incluso en la alimentación. De hecho, los japoneses hace tiempo que crían conjuntamente peces y algas comestibles. En otros países como Bangladesh, cultivan peces y gambas en las zonas inundadas de los arrozales. Por no hablar de Dubai, donde ya crían salmones en pleno desierto.

Acabar con las soluciones fáciles y económicas (como el uso indiscriminado de antibióticos) no es algo que pueda lograrse de la noche a la mañana, especialmente en países pobres. No obstante, mediante esfuerzos educativos, conviene empezar a formar a esas comunidades para que comprendan que, si bien al adoptar otra estrategia productiva inicialmente se reducirá la producción, finalmente los cambios adoptados terminarán por hacerles ahorrar dinero, reduciendo su necesidad de fármacos y diversificando los productos que podrán vender.

La solución está alcance de todos, y con la ayuda de organizaciones como la Naciones Unidas o el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrario, el ingenio humano debería permitir que las producciones se mantuvieran, adoptando soluciones más sostenibles y evitando el endeudamiento de estos países. ¿Se puede lograr algo así? Yo creo que sí, pero claro, soy un optimista irreductible.

Me enteré leyendo un artículo de la microbióloga Lauren Sara McKee para Massive Science.

Otras historias que te pueden interesar: