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Los satélites que permiten detectar fugas de metano desde el espacio

Una foto de GHGSat muestra el satélite Iris durante una prueba. (GHGSat vía The New York Times)
Una foto de GHGSat muestra el satélite Iris durante una prueba. (GHGSat vía The New York Times)

Las fugas de metano, el poderoso e invisible gas de efecto invernadero, han ocurrido en las instalaciones petroleras desde que se excavaron los primeros pozos hace más de 150 años. La mayor parte de ese tiempo, a los operadores les costaba mucho medir con exactitud cualquier tipo de emisión… y había poca motivación para hacerlo, pues las regulaciones suelen ser débiles.

Ahora, la tecnología se está poniendo al corriente justo cuando hay una alarma creciente sobre el papel del metano como un impulsor del calentamiento global. El mes pasado, una empresa canadiense, GHGSat, usó satélites para detectar una fuga de metano a la que nombró la más pequeña vista desde el espacio y ha comenzado a vender datos a los emisores interesados en ubicar las filtraciones que antes eran difíciles de divisar.

“El descubrimiento y la cuantificación de las fugas de gas desde el espacio es un punto de inflexión en la interacción de las ciencias atmosféricas y la mitigación del cambio climático”, comentó Thomas Roeckmann, profesor de Física y Química Atmosférica en la Universidad de Utrecht en los Países Bajos y coordinador de un proyecto, llamado MEMO2, que mide las fugas de metano a nivel del suelo. “Es probable que en el futuro próximo podamos detectar fugas más pequeñas desde el espacio, por lo tanto podrían ser muchas más”.

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Pronto, la empresa quizá tenga competencia. Bluefield Technologies, con sede en la ciudad de Nueva York, planea lanzar un grupo de satélites en 2023 que prometen producir una resolución aún más nítida. Y el Fondo para la Defensa Ambiental espera lanzar el MethaneSAT en los próximos dos años, una misión diseñada para recolectar pequeñas perturbaciones de metano en áreas grandes.

Hasta hace unos pocos años, para medir el metano en áreas pequeñas como un pozo de fracturación hidráulica, se necesitaban sensores terrestres. Eran buenos para determinar las concentraciones de gas en un sitio, pero, si consideramos los millones de instalaciones de petróleo y gas en el mundo y el alto costo de revisar y confirmar las revisiones, encontrar fugas podía ser tardado y complicado, aunque se usaran aviones y drones. En 2002, satélites de Japón y la Agencia Espacial Europea (ESA, por su sigla en inglés) comenzaron a evaluar las emisiones globales, pero la resolución era demasiado baja como para identificar orígenes puntuales.

“Los aviones son muy caros” para monitorear el metano, por lo tanto “no se pueden usar todos los días”, comentó Wes Jickling, director ejecutivo de Canada’s Oil Sands Innovation Alliance, un cliente de GHGSat y una sociedad de nueve empresas, entre ellas BP y una filial de Exxon Mobil. Y las restricciones a los drones limitan su utilidad. “De los satélites se obtiene un monitoreo constante”, agregó Jickling.

Una foto de Arianespace/ESA muestra un cohete que transporta al satélite detector de metano Iris, lanzado el 2 de septiembre de 2020, desde la Guayana Francesa, Sudamérica. (Arianespace/ESA vía The New York Times)
Una foto de Arianespace/ESA muestra un cohete que transporta al satélite detector de metano Iris, lanzado el 2 de septiembre de 2020, desde la Guayana Francesa, Sudamérica. (Arianespace/ESA vía The New York Times)

GHGSat, una empresa con sede en Montreal, usa un método con dos satélites para ubicar las fugas desconocidas. Primero, un satélite mucho menos sensible identifica un área general donde pareciera que las concentraciones de metano están aumentando.

Luego, uno de dos satélites más nuevos, conocidos como Claire e Iris, son enviados para ver más de cerca.

El Iris se lanzó hace apenas unos meses y la pequeña emisión que detectó en octubre fue una filtración de prueba, diseñada para demostrar que el producto funcionaba. “Varias órdenes de compra dependían de la demostración inicial del desempeño del Iris”, mencionó Stéphane Germain, director ejecutivo de GHGSat.

En la atmósfera, el metano es menos predominante que el dióxido de carbono, pero es mucho más potente al momento de atrapar el calor del sol, y se ha convertido cada vez más en una preocupación para cumplir las metas de reducción de gases de efecto invernadero del Acuerdo de París, el pacto de 2015 entre las naciones del mundo para detener las emisiones a fin de combatir el calentamiento.

“Entre tantas minas de carbón y millones de instalaciones de petróleo y gas, no sabemos cuáles son las emisoras más grandes”, comentó Ilse Aben, coinvestigadora principal del grupo de ciencias de la tierra en el Instituto Holandés de Investigación Espacial, el cual provee datos del satélite más antiguo involucrado en los descubrimientos de GHGSat. Sin embargo, ahora “se puede ver de verdad de dónde viene el metano, incluso el lugar de la planta”.

Debido a que el metano se disipa en la atmósfera a mayor velocidad que el dióxido de carbono, reducir las emisiones de metano produce beneficios mucho más veloces para el clima. Sin embargo, aunque el metano ha duplicado su concentración atmosférica en los últimos 70 años, no se ha detectado con precisión de dónde proviene todo ese metano adicional.

Ya que las operaciones de extracción de petróleo y gas son famosas por las fugas de metano, y el aumento del metano en la atmósfera ha ocurrido al mismo tiempo que el auge de la perforación, parecía lógico buscar ahí. En efecto, en investigaciones de los últimos años, se ha encontrado de forma reiterada que las emisiones de metano de las operaciones de extracción de petróleo y gas son mucho mayores de lo que estimaba la Agencia de Protección Ambiental.

Y buena parte proviene de las fugas. Un artículo de la Universidad de Stanford publicado en 2016 encontró que tan solo el cinco por ciento de las fugas produce más o menos la mitad de la pérdida.

Esto es tanto un riesgo como una oportunidad para las empresas energéticas.

Cómo regular las fugas de metano

Un riesgo porque los reguladores, los legisladores y los financieros cada vez hablan más en serio sobre la limitación de emisiones: este mes, el Reino Unido les exigió a las grandes empresas y bancos que divulgaran sus riesgos climáticos para 2025. Y más de 100 bancos importantes han impuesto restricciones a sus inversiones en combustibles fósiles.

“La tecnología ofrece un mecanismo de controles independientes sobre el rendimiento ambiental y no cabe duda de que eso es un riesgo financiero”, opinó Charles Donovan, director ejecutivo del Centro de Financiamiento e Inversión del Clima en la Escuela de Negocios del Imperial College de Londres.

Detectar y sellar las fugas es una oportunidad porque una gran parte de lo recuperado podría venderse para producir energía, pues el metano es el principal componente del gas natural. Sin embargo, en este momento, los precios del gas son extremadamente bajos, un importante impedimento económico para reparar las fugas.

Según Aben, a pesar de esto, los satélites aún podrán detectar las emisiones desde el espacio, y esto permitirá que los observadores les digan a los dueños de los sitios con fugas: “Estamos viendo esto, ¿qué vas a hacer al respecto?”.

En 2018, Shell anunció que iba a comenzar a vincular la remuneración de los ejecutivos con la reducción de emisiones de metano, y un año después entabló un acuerdo con GHGSat. “En este momento hay una gran presión de los inversionistas, quienes se están fijando en qué tan alineadas están sus carteras con los objetivos de París o simplemente están preocupados por los riesgos asociados con el cambio climático”, señaló Donovan.

Los satélites han medido el metano en la atmósfera desde que la Agencia Espacial Europea lanzó el Envisat en 2002, aunque el objetivo de este y otros satélites era calcular los niveles de las emisiones globales, no detectar fugas específicas. Japón siguió el ejemplo con el GOSAT en 2009 y el Tropomi de la ESA inició operaciones en 2017 (los republicanos en el Congreso desecharon una misión de la NASA en 2005).

Cuando Europa inició su programa de comercio de derechos de emisión para limitar los gases de efecto invernadero obligando a los emisores que superaran cierto umbral a pagar por su producción en exceso, Germain mencionó que se percató de que había un incentivo financiero para que las empresas encontraran y redujeran sus emisiones. Su empresa patentó un instrumento que podía mapear las emisiones en una resolución mucho más alta de la que podían ver los satélites que recibían financiamiento público. Sin embargo, debido a que el acercamiento es tan estrecho, es impráctico usarlo en todo el mundo.

Desde el hallazgo de Turkmenistán, el instituto espacial de los Países Bajos y GHGSat han colaborado para encontrar grandes cantidades de emisiones en minas de carbón de China y Australia, así como de otras instalaciones de petróleo y gas en Asia central. Según Aben, con el nuevo orbitador, “veremos bastantes más”.

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This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company