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Esto es lo que sabemos sobre el COVID-19 prolongado hasta ahora

Entre los muchos aspectos confusos del coronavirus está la variedad de síntomas posibles, así como su gravedad y duración. Algunas personas desarrollan una enfermedad leve y se recuperan con rapidez, sin efectos duraderos; sin embargo, los estudios calculan que entre el 10 y el 30 por ciento de las personas presentan problemas médicos nuevos o persistentes meses después de sus infecciones iniciales por coronavirus, una constelación de síntomas conocida como COVID-19 prolongado. Las personas que padecen una enfermedad leve o moderada, al igual que las que no tienen ninguna afección médica subyacente, pueden presentar algunos síntomas debilitantes a largo plazo, como fatiga, dificultades para respirar, ritmo cardiaco errático, dolores de cabeza, mareos, depresión, así como problemas de memoria y concentración.

Estos problemas médicos persistentes son tan variados que un estudio realizado por un grupo de investigación dirigido por pacientes evaluó 203 síntomas que pueden fluctuar o incluso aparecer de la nada después de que las personas parecen haberse recuperado.

Como señaló Ziyad Al-Aly, jefe de investigación y desarrollo del Sistema de Atención Sanitaria de Asuntos de Veteranos de San Luis e investigador clínico de salud pública de la Universidad de Washington en San Luis, “si has atendido a un paciente con COVID-19 prolongado, has atendido a un paciente con COVID-19 prolongado”.

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¿Cómo diagnostican los médicos el COVID-19 prolongado en la actualidad?

Hay poco consenso sobre la definición exacta de esta enfermedad, también conocida por el término médico en inglés PASC, o secuelas posagudas del COVID-19. Aunque la Organización Mundial de la Salud dice que el COVID-19 prolongado comienza tres meses después del brote original de la enfermedad o del resultado positivo de la prueba, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) de Estados Unidos establecen el marco temporal justo después de un mes.

Algunos investigadores y proveedores de atención médica utilizan otros plazos, lo que dificulta el estudio y la cuantificación de la enfermedad, afirmó Al-Aly, quien ha hecho muchos estudios sobre los problemas del COVID-19 prolongado.

Cuando los pacientes que presentan síntomas persistentes acuden a sus médicos, pruebas como electrocardiogramas, radiografías de tórax, tomografías computarizadas y análisis de sangre no siempre identifican los problemas fisiológicos, dijo Al-Aly. Los investigadores están trabajando para identificar ciertos factores biológicos, llamados biomarcadores, que se relacionan con los síntomas persistentes del COVID-19. Estos podrían incluir síntomas de inflamación o ciertas moléculas producidas por el sistema inmunitario que podrían medirse mediante análisis de sangre, por ejemplo.

No existe una definición universal de COVID-19 prolongado, pero empiezan a surgir pistas sobre las causas y los posibles tratamientos. (Derek Abella/The New York Times)
No existe una definición universal de COVID-19 prolongado, pero empiezan a surgir pistas sobre las causas y los posibles tratamientos. (Derek Abella/The New York Times)

Por ahora, los médicos deben confiar en las descripciones de los síntomas de sus pacientes y descartar explicaciones o causas alternativas. Algunas clínicas pos-COVID-19 cuentan con equipos multidisciplinares de especialistas que evalúan a los pacientes para determinar las mejores opciones de tratamiento.

¿Cuáles son sus causas?

No está claro qué es exactamente lo que provoca el COVID-19 prolongado, pero la investigación ha empezado a ofrecer pistas. Algunos expertos sostienen la teoría de que una respuesta inmunitaria que se acelera cuando se enferma por primera vez puede provocar inflamación y daños en todo el cuerpo, lo que da lugar a los síntomas de COVID-19 prolongado, comentó Michael Peluso, médico especialista en enfermedades infecciosas de la Universidad de California en San Francisco.

“Sabemos que durante la fase aguda del COVID-19, algunas personas tienen una respuesta inmunitaria muy acelerada y otras tienen una respuesta inmunitaria reducida y esa respuesta puede determinar la trayectoria de la evolución de la persona”, dijo.

Según los expertos, otra explicación podría ser que el sistema inmunitario nunca se detiene del todo tras la infección inicial.

¿Quiénes están en riesgo?

La investigación ofrece algunas pistas sobre qué pacientes podrían enfrentarse a un riesgo mayor de padecer síntomas a largo plazo. En un estudio de 209 pacientes publicado en enero, los investigadores descubrieron cuatro factores que podían identificarse en las primeras etapas de la infección por coronavirus de una persona y que parecían tener relación con un mayor riesgo de tener síntomas continuos dos o tres meses después.

Uno de los factores era el nivel de ARN del coronavirus en la sangre al principio de la infección, un indicador de la carga viral. Otro era la presencia de autoanticuerpos, es decir, anticuerpos que atacan por error a los tejidos del organismo, como ocurre en enfermedades como el lupus y la artritis reumatoide. Un tercer factor era la reactivación del virus de Epstein-Barr, que puede causar mononucleosis e infecta a la mayoría de las personas, a menudo cuando son jóvenes, y luego suele quedar inactivo.

El cuarto factor era padecer diabetes tipo 2, aunque los expertos afirman que, en los estudios con un mayor número de pacientes, la diabetes podría ser solo una de las diversas afecciones médicas que aumentan el riesgo de presentar COVID-19 prolongado.

Los estudios de las clínicas pos-COVID-19 también encontraron otros padecimientos preexistentes que pueden poner a las personas en riesgo de presentar esta enfermedad. En un informe sobre los primeros 100 pacientes tratados por síntomas neurológicos y cognitivos en una clínica pos-COVID-19 del Northwestern Memorial Hospital de Chicago, el 42 por ciento declaró haber padecido depresión o ansiedad con anterioridad, aunque estos pacientes podrían simplemente sentirse más cómodos buscando un tratamiento neurológico, dijeron los médicos. Otras afecciones preexistentes eran las enfermedades autoinmunes y los dolores de cabeza.

Los estudios también sugieren que el riesgo de desarrollar COVID-19 prolongado alcanza su punto máximo en la mediana edad, señaló Peluso. La edad promedio de los pacientes del estudio de Northwestern era de 43 años. Un análisis de 78.252 reclamaciones de seguros médicos privados en todo Estados Unidos reveló que las personas de entre 36 y 64 años constituían aproximadamente dos tercios de los pacientes de COVID-19 prolongado (pero ese estudio no incluía a la mayoría de los beneficiarios de Medicare, por lo que había relativamente pocos pacientes de edad avanzada).

Las mujeres pueden verse afectadas de manera desproporcionada, ya que algunos estudios revelan que alrededor del 60 por ciento de los pacientes son mujeres. Un patrón similar ha surgido en otras enfermedades de larga duración, como la encefalomielitis miálgica/síndrome de fatiga crónica (EM/SFC), que presenta varios síntomas similares a los del COVID-19 prolongado.

Dado que la pandemia ha tenido un efecto significativo en las comunidades negra y latina de Estados Unidos y que estos grupos tienen un acceso más limitado a la atención médica, es posible que también presenten un número elevado de casos de COVID-19 prolongado, señaló Peluso.

¿Las vacunas ofrecen protección contra el COVID-19 prolongado?

El panorama todavía se está perfilando, pero varios estudios sugieren que vacunarse contra el COVID-19 puede reducir (mas no eliminar) el riesgo de padecer síntomas a largo plazo.

La Agencia de Seguridad Sanitaria del Reino Unido analizó ocho estudios que habían evaluado las vacunas y el COVID-19 prolongado antes de mediados de enero. Seis descubrieron que las personas vacunadas, y que luego se contagiaron de coronavirus, tenían menos probabilidades que los pacientes no vacunados de desarrollar síntomas de COVID-19 prolongado. Los dos estudios restantes descubrieron que, al parecer, la vacunación no reducía de manera definitiva las posibilidades de desarrollar COVID-19 prolongado.

En ese análisis, un estudio, que no ha sido arbitrado, de unos 240.000 pacientes estadounidenses reveló que quienes habían recibido incluso una dosis de la vacuna contra el COVID-19 antes de contagiarse tenían entre 7 y 10 veces menos probabilidades que los pacientes no vacunados de presentar síntomas de COVID-19 prolongado, entre 12 y 20 semanas después; sin embargo, otro estudio amplio de los registros electrónicos de los pacientes de la Administración de Salud de los Veteranos de Estados Unidos, que tampoco ha sido arbitrado, reveló que quienes fueron vacunados tenían solo un 13 por ciento menos de riesgo que los pacientes no vacunados de presentar síntomas seis meses después. Los pacientes vacunados se beneficiaron principalmente al ser menos propensos a desarrollar problemas pulmonares y dificultades de coagulación sanguínea, dijo Al-Aly, uno de los autores del estudio.

“Es absolutamente inadecuado confiar en la vacunación como única estrategia de mitigación,” aseveró Al-Aly. “Es como ir a la batalla con un escudo que solo funciona de manera parcial”.

Buscar atención médica

Si te preocupa algún síntoma persistente después de confirmar un contagio de coronavirus o tener la sospecha, no temas pedir ayuda. Consultar a tu médico de cabecera es un buen primer paso. Cada vez son más los médicos que conocen los síntomas del COVID-19 prolongado y pueden recomendar pruebas que, al menos, descarten otras causas de tus síntomas.

“Aunque digamos que el COVID-19 prolongado ocurre cuando los síntomas duran uno o tres meses después de la infección, no hay que esperar tanto tiempo para obtener ayuda”, dijo Al-Aly. “Las personas deberían hacerles caso a sus síntomas”.

Algunos problemas de COVID-19 prolongado pueden solucionarse con medicamentos o tratamientos existentes para síntomas como dolores de cabeza o problemas gastrointestinales. La fisioterapia y la “rehabilitación cognitiva”, incluidas las estrategias utilizadas con frecuencia para los pacientes que han sufrido accidentes cerebrovasculares o lesiones cerebrales, también pueden ser útiles con el tiempo. Algunas personas se benefician de servicios de rehabilitación física y mental adaptados y de ejercicios de respiración, que pueden ayudarles a recuperar poco a poco la fuerza y la resistencia para las actividades físicas.

Las personas con COVID-19 prolongado también pueden considerar la posibilidad de unirse a un ensayo de investigación, afirmó Peluso. Puedes encontrar estudios clínicos en curso en universidades y centros académicos cercanos o inscribirte para formar parte de la Iniciativa Recover.

“Participar en la investigación puede ser muy estimulante”, concluyó Peluso.

© 2022 The New York Times Company