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Para salvar a los chimpancés tratamos su hábitat como si fuera un circuito eléctrico

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El chimpancé es nuestra especie antecesora viva más cercana, y podría estar en peligro de extinción. En 1990 había un millón de chimpancés en el mundo, pero hoy se estima que como mucho podrían quedar 300 000 viviendo en libertad.

Sus hábitats, las selvas pluviales primarias de África, están reduciéndose por la acción de los leñadores y de los cazadores furtivos. Además, también sufren la sequía provocada por el cambio climático. Esta pérdida de hábitats no solo priva a la fauna de fuentes de alimentos y lugares de cría, sino que del mismo modo limita que los animales por separado se muevan entre las distintas zonas de hábitat que aún existen, lo que deja a las poblaciones aisladas y aumenta el riesgo de endogamia. Para revertir esta fragmentación de hábitats, los científicos a menudo optan por plantar árboles de crecimiento rápido para tratar de restablecer y potenciar corredores verdes entre las distintas zonas. Con ello se pretende impulsar que los animales puedan moverse y se mantengan interconectados.

Entender cómo se interconectaban los hábitats de los chimpancés en el pasado puede ayudar a los científicos a identificar las actuales áreas prioritarias de conservación. Pero los chimpancés viven en hábitats más extensos que cualquier otra especie de grandes simios. ¿Cómo podemos entonces desplegar nuestros esfuerzos de forma eficiente para hallar estas áreas a lo largo de las amplias franjas de las selvas pluviales, bosques y sabanas que habitan? Solo en la zona occidental de Tanzania los chimpancés se extienden a lo largo de un área de 20 000 kilómetros cuadrados. Podríamos intentar monitorizar sus movimientos colocando dispositivos de seguimiento por radio a un buen número de ejemplares, pero esto implicaría capturarlos y sedarlos.

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En lugar de ello, hemos intentado algo un poco más innovador. En un estudio de reciente publicación, nos hemos valido de un concepto procedente de la ingeniería eléctrica para cartografiar las conexiones entre los conjuntos de hábitats de chimpancés; unas conexiones que podrían reforzarse para impulsar la recuperación de la especie.

Teoría de circuitos aplicada a los chimpancés

Imaginemos que sobrevolamos la zona occidental de Tanzania. Pero imaginemos que, en lugar de contemplar una vasta extensión de terreno, lo que observamos es el panel de un circuito. Imaginemos también que hay una corriente eléctrica que fluye por los distintos componentes antes de que los alcancemos. Los chimpancés son los electrones de esa corriente, y fluyen más fácilmente a través de las franjas de selva intacta. Los ingenieros denominan zonas de resistencia de bajo valor a aquellas partes de un circuito eléctrico en las que los electrones pueden circular de forma más fácil. Sin embargo, en un circuito también hay zonas de resistencia de alto valor en las que los electrones fluyen de forma más lenta. En nuestra analogía con el terreno, estas zonas corresponden a aquellos lugares en los que el movimiento de los chimpancés se ve dificultado por obstáculos como carreteras o ríos caudalosos.

Llamamos a esto modelo de conectividad del terreno, y su objetivo es clasificar los hábitats concretos que podemos ver a través de imágenes por satélite en función de la probabilidad de que los grupos de chimpancés los atraviesen. Esto nos permite cartografiar y predecir las conexiones que se producirán entre los distintos hábitats de chimpancés a lo largo de determinados periodos. Se trata de algo importante debido a que la deforestación está acabando rápidamente con los hábitats adecuados. Las imágenes por satélite de entre 1973 y 2019 muestran cómo ciertas áreas boscosas que podrían haberse calificado como zonas de baja resistencia al movimiento se han convertido en áreas de más alta resistencia conforme ha continuado la tala de árboles.

Ejemplo de un plano de una red eléctrica en el que se destacan las áreas de alta y baja resistencia al movimiento.
Ejemplo de un plano de una red eléctrica en el que se destacan las áreas de alta y baja resistencia al movimiento.

Nuestro modelo reveló la existencia de una serie de corredores que interconectaban un ecosistema de 18 000 kilómetros cuadrados de extensión. Aparentemente, estos corredores han ido ofreciendo una resistencia cada vez mayor a los desplazamientos de los chimpancés debida a la destrucción de 1 677 kilómetros cuadrados de bosque entre 1973 y 2018.

Este modelo también ayudó a rebatir una antigua teoría. Cuando en 1973 se asentaron en la región 50 000 refugiados procedentes de Burundi, se taló una amplia extensión de bosques para que dichos refugiados tuvieran tierras de cultivo. Pensábamos que este hecho había supuesto una brecha en los hábitats en los que vivían las poblaciones de chimpancés situadas al norte y al sur de dicha zona deforestada. Pero lo cierto es que, tras comparar los mapas de la zona antes y después del asentamiento de refugiados, nos dimos cuenta de que esa porción de terreno nunca fue propicia para servir de hábitat a los chimpancés.

Un mapa por colores destaca las zonas de alta conectividad de hábitats de chimpancés en la zona occidental de Tanzania.
Un mapa por colores destaca las zonas de alta conectividad de hábitats de chimpancés en la zona occidental de Tanzania.

Y lo que es más importante: nuestros resultados nos permitieron identificar las áreas prioritarias para la conservación de los chimpancés. Es allí donde las entidades conservacionistas y los gobiernos deberían concentrar sus inversiones y esfuerzos, ya sea restringiendo la expansión de los asentamientos, incrementando las patrullas y la vigilancia o fomentando el compromiso y educación de las comunidades a este respecto.

Las especies animales que viven en libertad se encuentran cada vez más aisladas en entornos dominados por el ser humano. Pero en este momento los conservacionistas tienen la opción de averiguar cómo volver a conectar estos hábitats aislados. Los resultados de nuestro estudio muestran que, gracias a los modelos de conectividad del entorno, eso es algo que puede hacerse con una mínima parte de los recursos y el tiempo que requerirían otros métodos.

Se trata de un conjunto de procedimientos que ya se han usado para impulsar la conservación de reptiles, aves y algunos pequeños y grandes mamíferos. Nosotros ya hemos confirmado que esto también puede funcionar en el caso de una de las especies animales con un comportamiento más complejo y que ocupa hábitats más extensos. En la medida en que la disponibilidad y la resolución de las imágenes por satélite siguen mejorando, podemos valernos de este método para que nos ayude a tomar las decisiones adecuadas en los momentos críticos. De este modo podremos salvaguardar la extraordinaria biodiversidad de nuestro planeta.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.