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Ver la serie «Harlem» para hablar de las ciudades

«Harlem» es mucho más que una buena recomendación para quien está buscando enamorarse de una nueva serie. Si necesitábamos un material pedagógico para explicar el derecho a la ciudad, lo hemos encontrado en esta producción para Amazon Prime estrenada en diciembre de 2021.

«Sex and the city» fue en su momento una serie disruptiva por muchas razones. Leslie Kern sostiene en su libro “La ciudad feminista” que fue la primera vez que en televisión se abordaban las formas en las cuales las mujeres acceden a la ciudad. Por ejemplo, cómo los vínculos entre amigas son los que permiten que podamos disfrutar de espacios en los que nos sentiríamos en riesgo de estar solas.

«Harlem» es sin duda la heredera de este género que podríamos llamar “mujeres y la ciudad” iniciado por «Sex and the city». A mi juicio incluso la supera.

Cuatro amigas afrodescendientes que en sus treintas buscan encontrar rumbo a sus vidas en el barrio neoyorquino de Harlem. Desde el primer capítulo vemos cómo sus historias personales no solo se vinculan con los problemas cotidianos de las grandes ciudades, sino que parecieran ser las dos caras de la misma moneda.

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Gentrificación, aumento de los costos de vida, la imposibilidad de encontrar un trabajo, los discursos meritocráticos; las dificultades de establecer relaciones afectivas en el anonimato colectivo de las urbes; las barreras del transporte y las distancias, la segregación y la inseguridad de las calles para las mujeres, son algunos de los temas que vemos en los hasta ahora 10 capítulos.

No quiere decir que la serie sea un panfleto político —por supuesto que no lo es— pero no reniega de la cotidianidad política de nuestras vidas. Además, lo hace de una manera bastante generosa: puede una estar buscando algo para desconectarse un sábado por la noche y definitivamente no sentirá que ver «Harlem» sea un bombardeo de tensión por la realidad.

Desde hace muchos años que se ha ido construyendo el concepto de “derecho a la ciudad”, originalmente desde la sociología y posteriormente desde el urbanismo y e derecho. El problema es que las discusiones sobre este tema parecieran estar en una caja de resonancia entre académicos, organizaciones y algunos activistas.

Contrario a lo que pudiera pensarse, hablar del derecho a la ciudad es justamente hablar de esa conexión entre las decisiones de lo público y la posibilidad de poder desarrollar nuestra vida personal en el marco de esas decisiones.

¿Por qué no todos podemos acceder igual a todos los espacios de las ciudades? ¿Por qué no se adoptan las decisiones de participación de forma deliberativa y participativa? ¿De dónde sacamos que la definición espacial —quiénes pueden hacer qué en qué lugar— es un asunto que hay que dejar en manos de arquitectos e ingenieros?

¿Por qué las ciudades son solo diseñadas para un grupo de personas en particular —principalmente hombres blancos, heterosexuales, nacionales, sin discapacidad y otros tantos etcéteras que ya sabemos—?

Estas son preguntas comunes entre especialistas del derecho a la ciudad y de personas habitantes que simplemente intentan tener su día a día entre el transporte público, las aceras, las calles, los comercios y los edificios de departamentos.

Siempre he creído que el entretenimiento no está peleado con la formación política —no creo ser la única en culpar a «Pocahontas» (1995) y a «El jorobado de Notre Dame» (1996) de haber despertado parte de mi formación activista. Hoy «Harlem» me lo confirma. Es divertida, original, bien escrita y con personajes en los que fácilmente podemos ver reflejadas a amigas nuestras. Creo que de ahí viene su justa carga política.

Pero también es pedagógica para analizar el impacto de las ciudades en nuestra narrativa individual. Apenas pueda usaré algunas escenas como material de clases. Si no la han visto, les advierto que se están perdiendo una de las mejores series de este año.

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Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.

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