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Sexo en el vehículo autónomo: el nuevo debate que divide a los especialistas

Así luce el vehículo autónomo desarrollado por Zoox, una firma adquirida por Amazon a comienzos de 2020
Así luce el vehículo autónomo desarrollado por Zoox, una firma adquirida por Amazon a comienzos de 2020

El multipremiado documental de Tim Wardle Vidas Separadas cuenta la historia de trillizos idénticos que fueron dados en adopción a tres familias en un radio de 160 kilómetros en el estado de Nueva York y que, a los 19 años, se encuentran por casualidad. “¿De qué hablaban cuando se conocieron?”, les pregunta un periodista: “De los que charlaban los jóvenes en esa época: autos, chicas, etcétera”. Los modelos de autos elegidos juegan un rol central en la primera parte del documental de Wardle, así como la vida de sexo descontrolado en la Nueva York de fines de los 70 y principios de los 80.

“Sexo” y “autos” son conceptos medulares en la cultura americana de décadas pasadas. Y cuando van juntos, más aún: se estima que seis de cada diez estadounidenses tuvieron relaciones alguna vez en un vehículo. Por eso no es de extrañar que en las especulaciones sobre los posibles impactos de los autos sin chofer resalte el rol que puede tener esta tecnología en una nueva sexualidad. Un informe reciente y muy citado de la Universidad de Surrey plantea que en la próxima década los viajes con piloto automático en la ruta serán ideales para tener sexo, con sus consecuencias sobre el diseño de estos nuevos vehículos, servicios especiales de hotel alojamiento sobre ruedas (¿Pedir un tostado y un café con leche?¿Rogar por media hora más de turno?) y extinción de los moteles de ruta, entre otras especulaciones.

En los últimos meses, el territorio de los de los autos sin conductor humano se convirtió en la fábula favorita de los “tecnoescépticos” para señalar exageraciones con el proceso de cambio que agitan los profetas de Silicon Valley y otros nodos de innovación. Mientras la cotización de su empresa Tesla trepó por las nubes, las promesas de Elon Musk de tener decenas de miles de vehículos automanejados en la calle (lo viene asegurando desde 2018 para ese mismo año con la versión V9 con software “full self driving”) se fueron postergando. Según la visión de Musk, 2020 iba a terminar con un millón de “robo-taxis” circulando, y eso no sucedió.

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Lo mismo ocurrió con el otro jugador de peso en este mercado, Waymo, la filial de Google que en 2018 les dijo a inversores que para fin de ese año habría 62.000 coches autónomos en las calles. En una entrevista de enero para el Financial Times, John Krafcik, el CEO de Waymo, explicó que por falta de información y experiencia “pasaron a ser muy humildes en los últimos años” (con los pronósticos). Otro jugador icónico en esta avenida, Uber, transfirió su división de automanejados Aurora (con 1.200 empleados) a un fondo de inversión.

Un escéptico de alto perfil sobre la inteligencia artificial, el polaco residente en San Diego Filip Piekniewski, saca sus informes anuales en los que les baja la espuma al entusiasmo con la AI con dos blancos predilectos: Boston Dynamics (empresa a la que llama irónicamente “mi productora favorita de videos de robots para Youtube”) y los vehículos autónomos.

En su libro Vehículos automanejados: en la ruta a ningún lado (aún no traducido al castellano), de 2018, el periodista Christian Wolmar asegura que muchos de los argumentos para promover los autos sin conductor (menos tráfico, menos accidentes por errores humanos) tienen soluciones políticas a mano (prohibir autos en las ciudades, mayores controles y multas en las rutas), y no dependen de una nueva tecnología.

El debate, como las expectativas de sexo en el auto, se va acalorando. Y es paradigmático en la pulseada entre tecno-optimistas y tecno-pesimistas. Desde la famosa frase de Peter Thiel de 2013, cuando el creador de PayPal aseveró: “Nos prometieron autos voladores y nos dieron 140 caracteres”.

Pero lo cierto es que cada bando puede seleccionar los hechos que más les convengan para contar la historia que mejor se acomode a sus preconceptos. A las exageraciones de Musk, Uber y Waymo se le puede contraponer que las empresas más grandes y exitosas del mundo, como Amazon y Apple, entraron de lleno con apuestas fuertes al transporte autónomo. En el caso de Apple, con el “proyecto Titán”, que iniciará su producción en 2024 y con el que la empresa asegura estar en un “momento iPhone” para esta nueva tecnología.

La estrategia de Amazon fue distinta: con su posición de cash casi infinito compró Zoox, una compañía que promueve un prototipo de vehículo autónomo rectangular que se usará tanto para entrega de productos como para transporte de pasajeros.

El auto autónomo para envío de mercaderías y transporte de pasajeros de Zoox, la compañía comprada por Amazon
Amazon


El auto autónomo para envío de mercaderías y transporte de pasajeros de Zoox, la compañía comprada por Amazon (Amazon/)

Más allá de los avances de la tecnología, un factor poco tenido en cuenta en los pronósticos es el de la reacción de la política, las regulaciones y los propios consumidores. Tras el lanzamiento de su último libro Noise, el padre de la economía del comportamiento Daniel Kahneman planteó que “La IA eventualmente ganará la batalla; cómo nos ajustaremos las personas a esto es un problema fascinante”.

Kahneman remarca que somos mucho menos tolerantes a un error de una máquina que a uno humano. Por eso un video viralizado meses atrás en China con un accidente de un vehículo de Tesla demoró anuncios de la firma, y eso no sucede con los millones de choques que hay al año por culpa de personas al volante.

Por eso también es probable que la punta de lanza de esta tecnología tenga que ver con transporte de productos y vehículos industriales, algo muy relevante en términos económicos pero menos cool desde el punto de vista del relato (queda afuera el sexo en la ruta, al menos a nivel masivo).

En los debates sobre el futuro es común identificar “agujeros negros” que se llevan toda la marca de la discusión: sucede con la “singularidad” en la IA, con la inmortalidad en el tema de Revolución Senior, con la supremacía cuántica o con los vehículos autónomos (o los voladores) en la discusión sobre el futuro del transporte. Muchas de estas exageraciones son inherentes al modelo de financiamiento de startups, suele remarcar el tecnólogo Marcelo Rinesi, porque los inversores de riesgo no admiten “promesas a más de cinco años” para abrir sus billeteras. Buena parte de los proyectos luego fracasan por esta trampa temporal, como se puede ver muy claro en el documental de General Magic, la firma que desarrolló un iPhone diez años antes de tiempo.

En el transporte, por ejemplo, el impacto de las bicicletas eléctricas o de las soluciones de “última milla”, especialmente en China, está demostrando ser mucho más grande en términos económicos y ambientales que otras tecnologías con más prensa. Quienes promueven este paradigma aseguran que la mitad de las 15 billones (millones de millones) de millas de viajes que hace la población mundial cada año podrían resolverse de esta manera barata y sustentable. Medio incómoda (la bici eléctrica) para tener relaciones, pero permitirá llegar antes y más descansado a casa para quienes quieran abocarse a estos menesteres.