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Las atletas que desafían corriendo al machismo

Hamda Abdi Dahir, a la izquierda, y Hanna Mukhtar practican con su entrenador en Hargeisa, Somalilandia, en marzo de 2020. (Mustafa Saeed/The New York Times)
Hamda Abdi Dahir, a la izquierda, y Hanna Mukhtar practican con su entrenador en Hargeisa, Somalilandia, en marzo de 2020. (Mustafa Saeed/The New York Times)

HARGEISA, Somalia — “¿Por qué no pueden simplemente quedarse en casa?”, gritó un hombre a las dos jóvenes corredoras mientras pasaban a toda velocidad por el trayecto de la carrera, vestidas con faldas largas, camisetas con mangas que cubrían sus brazos y medias para correr en el calor de 32 grados Celsius.

Él no era la única persona que se burlaba de las mujeres que participaban en esta carrera de 10 kilómetros, parte de un evento anual que incluye un maratón, en el cual más de 250 de los 320 corredores de este año fueron hombres. Sin embargo, algunos espectadores expresaron palabras más amables.

“¡Corran y derroten a los chicos de piernas flacuchas!”, vociferó una mujer cubierta con un hiyab marrón, una túnica tradicional holgada, mientras pasaba otro par de mujeres corriendo. Todas las corredoras estaban vestidas acorde a la práctica musulmana en la región, que exige que la mayor parte del cuerpo de una mujer esté cubierta.

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El maratón comenzó hace dos años como un acto de recaudación fondos para la educación en Somalilandia, que declaró su independencia de Somalia en 1991 y estableció su propio Parlamento, moneda y bandera.

La región independiente, al noroeste de Somalia, no es reconocida internacionalmente. Sin embargo, en contraste con áreas en el sur, las cuales están plagadas de peleas entre clanes y terrorismo, Somalilandia es un oasis, el cual atrae a turistas, es sede de un prominente festival de literatura e incluso resulta tentador para empresas multinacionales como Coca-Cola.

Las carreras son parte de este esfuerzo cultural y comercial, en el que participan atletas de todo el mundo. Este año, corredores provenientes de dieciséis naciones llegaron a Hargeisa, la capital de la región, para participar.

Cada año, compiten cada vez más mujeres somalíes, aunque solo en la carrera de 10 kilómetros. El aumento en la participación refleja cómo la vida está cambiando, aunque lentamente, para las mujeres de este lugar.

En la sociedad dominada por los varones de Somalilandia, el gobierno, los negocios y los medios todavía son casi exclusivamente para hombres. De acuerdo con un estudio publicado el año pasado, las mujeres tienen el doble de posibilidades que los hombres de quedar desempleadas y es menos probable que lleguen a altos niveles educativos, además enfrentan obstáculos persistentes para ganar elecciones.

Aun así, en años recientes, ha habido indicios de cambio, ya que las mujeres se han convertido en médicas, emprendedoras, maestras y activistas de derechos humanos.

Correr para desafiar la discriminación de género

Hanna Mukhtar, de 17 años, sale a correr cada mañana al amanecer en las afueras de Hargeisa, usualmente con una amiga adolescente.

Casi no hay aceras, mucho menos pistas de atletismo. Sin embargo, al salir de la ciudad, evitan el tráfico que satura sus caminos arenosos, donde carretas jaladas por burros y vehículos utilitarios chocan entre sí en busca de espacio.

Chivos y ovejas vagan sin rumbo, los minaretes y los coloridos techos corrugados de la ciudad aparecen a la distancia.

Aquí, las jóvenes no tienen que soportar las miradas y los insultos de los hombres y algunas mujeres que desaprueban sus acciones.

“Cuando corro, me siento fuerte y libre”, dijo Mukhtar, quien ganó la carrera de 10 kilómetros este año y el pasado.

Con un millón de habitantes, Hargeisa ha crecido durante los últimos años. Han surgido centros comerciales, apartamentos y hoteles. Han abierto nuevos restaurantes que sirven filete de camello y té dulce y cremoso, junto a centros culturales que ofrecen música y bailes en vivo.

El centro de la ciudad vibra con la actividad de los comerciantes que venden especias e incienso junto a vendedores de textiles importados de China. Quienes se dedican al cambio de divisas cargan fajos de efectivo y se sientan bajo anuncios de compañías de telecomunicaciones que prometen paquetes baratos de datos y llamadas internacionales.

A Asma Dhamac, una psicóloga y promotora de la salud mental, también le gusta correr con amigos fuera de la ciudad en las primeras horas del día, para aprovechar el aire matutino más fresco.

Incluso en medio de los árboles de acacia y los caminos silenciosos, ella dijo que todavía en algunas ocasiones encuentran a personas que las critican.

“Ellos dicen: ‘Las mujeres no tienen permitido correr ni usar pantalones. Te volverás estéril’”, dijo Dhamac, que compitió en la carrera de 10 kilómetros este año.

Sin embargo, comentarios como este no parecen tener mucho efecto en las mujeres somalíes.

En 2018, el primer año en que se celebró este evento, solo 13 mujeres compitieron en la carrera de 10 kilómetros, y solo 5 de ellas eran somalíes. Este año, 55 mujeres somalíes corrieron, de un total de 63 competidoras.

Edna Adan, exministra de Asuntos Exteriores en Somalilandia y una activista pionera en la lucha para acabar con la mutilación genital femenina, ve esto como una señal importante.

La también excorredora de 82 años y fundadora de un respetado hospital de maternidad dijo que era crucial recordarles a las atletas somalíes que lo importante era “el entrenamiento que hicieron, la preparación que tuvieron y la capacidad de poder seguirle el paso a mujeres de diferentes países”.

La carrera se trata de recordarles a las niñas pequeñas que su género o su nacionalidad no es “una desventaja” para su propio éxito, dijo Adan.

Las mujeres en Hargeisa que están interesadas en los deportes están encontrando maneras de participar además del maratón. Una es la Iniciativa Lions del Futbol Femenil,una liga informal de futbol que también brinda entrenamiento de defensa propia y atletismo para mujeres, además de consejos sobre acondicionamiento físico y nutrición.

Tan solo unos meses después de que comenzó en 2016, decenas de mujeres jóvenes llegaron a entrenar y correr a un campo privado rentado por sus fundadoras, Asma Saed y Savannah Simons, quienes trabajan para el maratón.

Eso, dijo Simons, demostró “una auténtica necesidad de participación deportiva”.

En los dos últimos años en Hargeisa, han surgido otros espacios dedicados a disciplinas femeninas de natación, yoga, baloncesto y taekwondo. Muchas jóvenes también están formando grupos y ejercitándose antes de ir al trabajo o después de salir de la universidad, dijo Marwa Mawliid, una entrenadora de futbol en el Ubah Inspire and Fitness Center.

Cuando este centro fue fundado en 2017, “las personas pensaron que estábamos locas”, dijo Mawliid.

“Preguntaban: ‘¿Por qué necesitan estar en forma? ¿Por qué necesitan correr? ¿Son hombres?’”, dijo. “Muchas personas no entienden que una mente sana es parte de un cuerpo sano”.

Muchos afirman que tomará tiempo arraigar un cambio cultural total que apoye a las corredoras. Sin embargo, Mukhtar, la corredora de 17 años, no piensa esperar.

El próximo año, tiene como objetivo convertirse en la primera somalí en competir y terminar el maratón.

Y sobre sus anhelos después de eso, dijo: “Quiero correr para representar a mi país. Quiero competir en la escena global”.

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This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company