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Soledad y hastío pesan sobre los jóvenes ucranianos

UCRANIA-GUERRA-JÓVENES (AP)
UCRANIA-GUERRA-JÓVENES (AP)

Anastasiia Aleksandrova ni siquiera levanta la vista del celular cuando el estruendo de la artillería resuena en la modesta casa que la niña de 12 años comparte con sus abuelos a las afueras de Sloviansk, en el este de Ucrania.

En el vecindario no queda nadie de su edad y las clases sólo se imparten por internet desde la invasión rusa, de modo que los videojuegos y los medios sociales han ocupado el lugar de los paseos a pie y en bicicleta que daba antes con los amigos que se han marchado.

“Se comunica menos y sale menos a caminar. Normalmente se queda en casa jugando en su celular”, dijo la abuela de Anastasiia, Olena Aleksandrova, de 57 años, de la tímida niña, a la que le gusta pintar y que tiene un dibujo de un tigre siberiano colgado de la pared de su habitación.

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Recluirse en la tecnología digital como ha hecho Anastasiia para lidiar con el aislamiento y el estrés de la guerra que se libra en el frente, apenas a 12 kilómetros (siete millas) de distancia, es cada vez más habitual entre los jóvenes en la asediada región ucraniana de Donestk.

Miles de personas han evacuado a lugares seguros y las ciudades se han quedado casi vacías, de modo que los jóvenes que se que han quedado sufren soledad y aburrimiento como dolorosos contrapuntos al temor y la violencia que Moscú ha arrojado sobre Ucrania.

“No tengo nadie con quien pasar el rato. Me siento todo el día con el celular”, dijo Anastasia a la orilla del lago, donde a veces nada con sus abuelos. “Mis amigos se fueron y mi vida ha cambiado. Empeoró por esta guerra”.

Más de 6 millones de ucranianos, en su mayoría mujeres y niños, han huido del país y millones más se han visto desplazados dentro de Ucrania, según la agencia de refugiados de Naciones Unidas.

El desplazamiento masivo ha trastocado un sinfín de infancias, no sólo para los que tienen que empezar una nueva vida tras buscar un lugar seguro, sino también para los miles que se quedaron atrás.

En la ciudad industrial de Kramatorsk, 12 kilómetros (siete millas) al sur de Sloviansk, la amistad entre Roman Kovalenko, de 19 años, y Oleksandr Pruzhyna, de 18 años, se ha estrechado aún más porque todos sus demás amigos se han ido de la ciudad.

Los dos adolescentes caminan juntos por una ciudad casi desierta o se sientan a charlar en bancos del parque. Ambos dijeron sentirse aislados de la vida social que tenían antes de la guerra.

“Cuando sales es una sensación completamente diferente. No hay casi nadie en las calles, tengo la sensación de estar en un apocalipsis”, dijo Pruzhyna, que perdió su empleo en una barbería después de la invasión y ahora pasa la mayor parte del tiempo en casa jugando con la computadora.

“Siento que todo lo que iba a hacer se volvió imposible, todo se derrumbó en un instante”, dijo.

De los casi 275.000 niños de 17 años o menos que había en la región de Donetsk antes de la invasión rusa quedan apenas 40.000, según dijo la semana pasada el gobernador regional de la provincia, Pavlo Kyrylenko, a The Associated Press.

Según cifras oficiales, 361 niños han sido asesinados en Ucrania desde que Rusia inició su guerra el 24 de febrero, y 711 han resultado heridos.

Las autoridades instan a todas las familias que siguen en Donetsk, pero especialmente las que tienen hijos, a evacuar de inmediato mientras las fuerzas rusas siguen bombardeando zonas civiles en su campaña por controlar la región.

Se ha formado un grupo especial de policía para contactar uno a uno con los hogares con niños e instarles a huir a zonas más seguras, dijo Kyrylenko.

“Como padre, creo que no debería haber niños en la región de Donetsk”, dijo. “Esto es una zona de guerra activa”.

En Kramatorsk, Sofia Mariia Bondar, de 16 años, pasa la mayoría de los días sentada en la sección de zapatería en la tienda de ropa donde trabaja su madre.

Sofia Mariia, pianista y cantante que quiere estudiar artes en la universidad cuando termine su último año de secundaria, dijo que no hay “ningún sitio al que ir ni nada que hacer” ahora que sus amigos se han marchado.

“Ojalá pudiera viajar al pasado y hacer que todo fuera como antes. Entiendo que la mayoría de mis amigos que se fueron nunca volverán, no importa lo que ocurra en el futuro”, dijo. “Por supuesto, es muy triste que no pueda divertirme como los otros adolescentes, pero no puedo hacer nada al respecto, sólo lidiar con ello”.

Su madre, Viktoriia, dijo que como la ciudad está casi vacía, apenas logra vender uno o dos artículos por semana.

Pero con el peligro de los ataques y soldados por las calles, su hija ya no tiene permiso para salir sola y pasa casi todo el tiempo junto a su madre en la tienda o en su casa a las afueras de Kramatorsk, donde la amenaza de ataques de cohetes es más baja.

“La tengo a mi lado casi todo el tiempo por si ocurre algo, al menos estaremos juntas”, dijo.

De los casi 18.000 niños en edad escolar que había en Kramatorsk antes de la invasión rusa, quedan apenas 3.200, incluidos 600 niños de preescolar, según el responsable de la administración militar local, Oleksandr Goncharenko.

Aunque las autoridades siguen presionando a los vecinos para que se marchen y les dan información sobre transporte y alojamiento, “no se puede obligar a los padres a marcharse con sus hijos”, dijo Goncharenko. Cuando comience el semestre escolar el 1 de septiembre, señaló, se ofrecerán clases por internet para los que se queden.

En el frondoso pero casi desierto Parque Pushkin de Kramatorsk, Rodion Kucherian, de 14 años, hacía acrobacias en su patinete, en un recinto de rampas, tubos y barandillas que tenía sólo para él.

Antes de la guerra, dijo, sus amigos y él hacían acrobacias en el popular parque junto a muchos otros niños. Pero ahora, su única conexión con sus amigos, que han huido a países como Polonia y Alemania, son los medios sociales.

Ha empezado a hacer otras cosas solo para mantenerse ocupado, dijo.

“Es muy triste no ver a mis amigos. No he visto a mi mejor amigo en más de cuatro meses”, dijo. “Empecé a pedalear en casa para no extrañarles tanto”.

En Sloviansk, Anastasiia, de 12 años, dijo que no recordaba la última vez que había jugado con alguien de su edad, pero que había hecho amigos nuevos en los juegos a los que juegan en internet.

“No es lo mismo. Es mucho mejor salir a jugar con tus amigos que simplemente hablar por internet”, dijo.

Su mejor amiga, Yeva, vivía en su calle, pero evacuó con su familia a Leópolis, en el oeste de Ucrania.

Anastasiia lleva un colgante plateado en el cuello, la mitad de un corazón roto con la palabra “amor” grabada. Y Yeva, explicó, lleva la otra mitad.

“Nunca me lo quito, y Yeva tampoco”, dijo.