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¿Cómo termina? Hay opiniones divididas sobre lo que constituye una victoria en Ucrania

Daniel, a la derecha, un ucraniano de 16 años, recibe entrenamiento sobre el manejo de armas y otras habilidades de combate durante un evento de capacitación para voluntarios que se unen a las Fuerzas de Defensa Territorial en Leópolis, Ucrania, el jueves 26 de mayo de 2022. (Diego Ibarra Sanchez/The New York Times)
Daniel, a la derecha, un ucraniano de 16 años, recibe entrenamiento sobre el manejo de armas y otras habilidades de combate durante un evento de capacitación para voluntarios que se unen a las Fuerzas de Defensa Territorial en Leópolis, Ucrania, el jueves 26 de mayo de 2022. (Diego Ibarra Sanchez/The New York Times)

WASHINGTON — A tres meses desde la invasión de Rusia a Ucrania, Estados Unidos y sus aliados debaten sin hacer muchos aspavientos sobre la pregunta inevitable: ¿cómo termina?

Estos últimos días, presidentes y primeros ministros, así como los líderes del Partido Republicano y el Partido Demócrata en Estados Unidos han proclamado la victoria en Ucrania. Sin embargo, justo debajo de la superficie, hay verdaderas divisiones sobre cómo sería eso y si la “victoria” tiene la misma definición en Estados Unidos, en Europa y, quizás lo más importante, en Ucrania.

Tan solo en los últimos días, Italia propuso el cese al fuego, los líderes ucranianos prometieron hacer retroceder a Rusia a las fronteras que existían antes de la invasión del 24 de febrero y los funcionarios gubernamentales volvieron a hablar de una “derrota estratégica” para el presidente Vladimir Putin, que garantizaría que fuera incapaz de organizar de nuevo un ataque similar.

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Después de tres meses de una extraordinaria unidad en respuesta a la invasión rusa —a consecuencia de la cual fluyeron a Ucrania armas letales y se impusieron un extenso conjunto de sanciones financieras que casi nadie esperaba, mucho menos Putin— las divisiones emergentes sobre qué hacer ahora son evidentes.

En el fondo se trata de un debate fundamental sobre si el proyecto de tres décadas de integración de Rusia debe terminar. En un momento en el que Estados Unidos se refiere a Rusia como un Estado paria que debe ser aislado de la economía mundial, otros, sobre todo en Europa, advierten de los peligros de aislar y humillar a Putin.

Este argumento se está desarrollando a medida que se amplían las ambiciones estadounidenses. Lo que comenzó como un esfuerzo para asegurarse de que Rusia no tuviera una victoria fácil sobre Ucrania, cambió tan pronto como el Ejército ruso comenzó a cometer un error tras otro y no logró tomar Kiev. El gobierno de Joe Biden ahora ve la oportunidad de castigar el ataque ruso, debilitar a Putin, reforzar la OTAN y a la alianza transatlántica y además enviar un mensaje a China. De paso, quiere demostrar que la agresión no se recompensa con ganancias territoriales.

Las diferencias sobre los objetivos de la guerra salieron a la luz en el Foro Económico Mundial de Davos esta semana, ya que Henry Kissinger, el exsecretario de Estado, sugirió que tal vez Ucrania tendría que ceder algo de territorio en un acuerdo negociado, aunque añadió que “idealmente la línea divisoria debería ser un retorno al statu quo” antes de la invasión, lo cual incluye la anexión rusa de Crimea en 2014 y la toma de partes del Donbás.

Banderas ucranianas ondean sobre las tumbas en el cementerio militar de Járkov, Ucrania, el 17 de mayo de 2022. (Finbarr O'Reilly/The New York Times)
Banderas ucranianas ondean sobre las tumbas en el cementerio militar de Járkov, Ucrania, el 17 de mayo de 2022. (Finbarr O'Reilly/The New York Times)

“Continuar la guerra más allá de eso no tendría que ver con la libertad de Ucrania, sino con una nueva guerra contra Rusia misma”, concluyó Kissinger.

Casi de inmediato, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, acusó a Kissinger de apaciguamiento y contestó molesto: “Tengo la sensación de que en lugar del año 2022, el señor Kissinger tiene 1938 en su calendario”. Se refería al año en que Hitler empezó a arrasar Europa, el acontecimiento que hizo que Kissinger, entonces un adolescente, huyera con su familia a Nueva York. “Nadie le oyó decir entonces que había que adaptarse a los nazis en lugar de huir de ellos o combatirlos”.

Sin embargo, en varios momentos, Zelenski ha expresado posturas contradictorias sobre lo que haría falta para poner fin a la guerra, incluso ha llegado a proponer que su país se comprometa a la “neutralidad” en lugar de aspirar a ingresar en la OTAN.

Sin duda, los objetivos divergentes dificultan más poder definir cómo sería la victoria o incluso una paz confusa. Y auguran un debate próximo sobre qué postura tomarán Zelenski y sus aliados occidentales si se materializan las negociaciones para poner fin al conflicto. Si Zelenski acepta hacer algunas concesiones, ¿Estados Unidos y sus aliados levantarían algunas de sus sanciones aplastantes, como los controles a las exportaciones que obligaron a Rusia a cerrar algunas de sus fábricas para construir tanques? ¿O hacer eso acabaría con sus esperanzas de paralizar las capacidades futuras de Rusia?

Al final, dicen los funcionarios estadounidenses, serán Zelenski y su gobierno quienes tendrán que tomar las decisiones difíciles. Pero son muy conscientes de que si Putin consigue su puente terrestre hacia Crimea o se levantan parcialmente las sanciones, el presidente Joe Biden será acusado por los críticos republicanos —y tal vez por algunos demócratas— de, en esencia, recompensar a Putin por su esfuerzo por redibujar el mapa de Europa por la fuerza.

De Biden, un impulso para paralizar a Rusia

Durante los dos primeros meses de la guerra, Biden y sus principales asesores hablaron sobre todo de proporcionar a Ucrania cualquier ayuda que necesitara para defenderse y de castigar a Rusia con sanciones nunca antes vistas.

De vez en cuando, había indicios de objetivos de mayor alcance que iban más allá de hacer retroceder a Rusia a sus propias fronteras. Incluso antes de la invasión, Jake Sullivan, el asesor de seguridad nacional del presidente, advirtió que si Rusia intentaba tomar Ucrania por la fuerza, “su poder e influencia a largo plazo se verán disminuidos”.

Pero, el 25 de abril, el secretario de Defensa Lloyd Austin, con una franqueza que sorprendió a sus colegas, reconoció que Washington quería algo más que una retirada rusa. Quería que su Ejército quedara dañado de forma permanente.

“Queremos ver a Rusia debilitada a tal grado que no pueda hacer el tipo de cosas que ha hecho al invadir Ucrania”, dijo Austin.

La franqueza de Austin hizo que la Casa Blanca insistiera en que no estaba cambiando la política, sino que solo estaba dando voz a la realidad de lo que se pretendía con las sanciones y los controles a la exportación. Pero con el tiempo los funcionarios gubernamentales han ido cambiando el tono, hablando de forma más abierta y optimista sobre la posibilidad de una victoria ucraniana en el Donbás.

La semana pasada en Varsovia, la embajadora de Estados Unidos para la OTAN, Julianne Smith, exasesora de seguridad nacional de Biden, declaró: “Queremos ver la derrota estratégica de Rusia”.

Mientras Estados Unidos precisa su mensaje, nadie quiere adelantarse a Zelenski, tras meses de afirmaciones del gobierno de que no se decidirá “nada sobre Ucrania sin Ucrania”.

“El presidente Zelenski es el mandatario elegido democráticamente de una nación soberana y solo él puede decidir cómo va a ser la victoria y cómo quiere conseguirla”, dijo el 29 de abril John F. Kirby, el secretario de prensa del Pentágono.

En Europa, la unidad comienza a fracturarse

Los líderes de Europa del Este y central, con su larga experiencia de dominio soviético, tienen firmes opiniones sobre la derrota de Rusia e incluso rechazan la idea de negociar con Putin. La primera ministra de Estonia, Kaja Kallas, y el primer ministro de Polonia, Mateusz Morawiecki, hablan de él como un criminal de guerra, al igual que Biden.

“Todos estos acontecimientos deberían despertarnos de nuestro letargo geopolítico y hacer que nos deshagamos de nuestros delirios, de nuestros viejos delirios, pero ¿es eso suficiente?” dijo Morawiecki la semana pasada. “He oído que hay intentos de permitir a Putin salir bien parado de alguna manera en la escena internacional. Pero, ¿cómo se puede rescatar algo que quedó totalmente desacreditado?”, preguntó.

Sin embargo, Francia, Italia y Alemania, los países más grandes y ricos del bloque, están preocupados por una guerra larga o que se estanque en un punto muerto y les angustia el posible daño a sus propias economías.

Estos países también consideran a Rusia un vecino ineludible al que no se puede aislar para siempre. Tras su reelección, el francés Emmanuel Macron comenzó a minimizar sus riesgos y declaró que una futura paz en Europa del Este no debe incluir una humillación innecesaria de Rusia e incluso podría incluir concesiones territoriales a Moscú.

Este mes, el primer ministro italiano, Mario Draghi, pidió un alto el fuego en Ucrania “lo antes posible” para permitir el fin negociado de la guerra. Draghi, cuya postura contra Rusia ha sido inflexible en una Italia tradicionalmente favorable a Moscú, dijo que la presión económica era importante “porque tenemos que llevar a Moscú a la mesa de negociaciones”.

La decisión de Zelenski: integridad territorial o una guerra sin cuartel

Zelenski no ha querido expandir sus objetivos hacia una mayor degradación del régimen de Putin. Ha dicho en repetidas ocasiones que quiere que los rusos vuelvan a estar donde estaban el 23 de febrero, antes de que comenzara la invasión a gran escala.

Solo entonces, declaró, Ucrania estaría dispuesta a una volver a una negociación seria con Rusia sobre el cese al fuego y un acuerdo. Esta semana, ha vuelto a decir que la guerra tendrá que terminar con una solución diplomática, no con una victoria militar arrolladora.

No obstante, algunos funcionarios europeos y expertos militares consideran que incluso esos objetivos son ambiciosos. Para conseguirlo, Ucrania tendría que recuperar Kherson y la devastada ciudad de Mariúpol. Tendría que expulsar a Rusia de su puente terrestre con Crimea y evitar que Rusia se anexara grandes partes de Donetsk y Lugansk.

Muchos expertos temen que eso esté más allá de la capacidad de Ucrania.

© 2022 The New York Times Company