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En el trabajo, como en el tango, se necesitan dos

- Créditos: @Ignacio Sanchez
- Créditos: @Ignacio Sanchez

La relación laboral surge del acuerdo voluntario entre un ser humano dispuesto a ofrecer sus servicios de trabajo por un salario, y otro ser humano interesado en contar con los servicios del primero, para aplicarlos a la producción de algún bien, que también vende de manera voluntaria. Acuerdo voluntario no quiere decir que las partes tengan igual poder de negociación; quiere decir que ni asalariados ni empleadores adoptan sus decisiones con una pistola apuntándole a sus cabezas. En estas condiciones, ¿qué tiene que ocurrir para que aumente el empleo?

Al respecto consulté al malayo Joseph Ezra Isaac (1922-2019). Cuando en 1941 se produjo la invasión japonesa a su país, migró a Australia. Estudió en la Universidad de Melbourne y en la Escuela de Economía de Londres. Quería ser médico, pero su papá le dijo que los galenos tienen una vida de perros. “Si se hubiera dedicado a la medicina, se habría destacado como un gran investigador clínico, porque eso es lo que fue para nosotros”, acotó John Edward King. Retornó a Australia en 1949, enseñando en las universidades de Melbourne y Monash. La escasez de profesores y el aumento del número de alumnos facilitaron su carrera como profesor.

–¿Por qué se volcó a la economía laboral?

–Ernest Henry Phelps Brown me dijo: “Usted proviene de un país muy interesante, han regulado los salarios durante mucho tiempo. ¿Por qué no escribe algo sobre cómo las fuerzas económicas afectan el mercado laboral?”. El resultado fue mi tesis doctoral, titulada Análisis económico de las regulaciones salariales.

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–Su experiencia no fue solo académica.

–Así es. Entre 1974 y 1987 trabajé en la Comisión Australiana de Conciliación y Arbitraje y también asesoré a la Organización Internacional del Trabajo. Fui muy afortunado al tener un pie en la comunidad académica y el otro en el mundo práctico. A medida que me empapaba del funcionamiento de las relaciones industriales en Australia, me volví más crítico de la teoría económica ortodoxa. Tiene razón Keith Jackson Hancock cuando afirma que la habilidad técnica nunca fue mi fuerte, y que incorporé a mi vida profesional atributos que tenía en abundancia: flexibilidad mental, respeto por la evidencia, sólidas opiniones y, sobre todo, laboriosidad”.

–En la Argentina 2022, tanto dirigentes políticos como líderes de los movimientos sociales hablan de la importancia de crear más puestos de trabajo.

–Supongo que se refieren a aumentar la cantidad de seres humanos que presta sus servicios laborales en el sector privado de la economía y, particularmente, en el subsector formal, en el cual empleador y empleado pagan los denominados impuestos al trabajo, y este último goza de algún tipo de seguro de salud, futuros beneficios jubilatorios, etcétera. La aclaración es importante, porque quien recibe algún ingreso sin prestación laboral no percibe un salario. En vez de entretenerse con el lenguaje inclusivo, ustedes, argentinos, deberían evitar utilizar como sinónimos, términos que no lo son.

–Pues bien, ¿qué tiene que ocurrir para que el sector privado formal genere más puestos de trabajo?

–Alfred Marshall, para entender la determinación de los precios y las cantidades en los mercados, aludió a las hojas de una tijera. Integrando el enfoque clásico, centrado en los costos de producción, y el marginalista, que enfatiza la utilidad de los bienes. Aquí lo mismo: solo habrá “boda” si existen demanda y oferta de servicios laborales.

–Comencemos por la demanda.

–Los empresarios no se levantan a la mañana a “crear trabajo”. Se levantan a intentar vender; si lo consiguen, tendrán que producir, y entonces necesitarán contratar los servicios laborales de otros seres humanos. Esto implica que la demanda de trabajo no es autónoma, sino derivada.

–¿Derivada de qué, concretamente?

–De tres cosas: del nivel esperado de sus ventas y por consiguiente, de su producción; del costo laboral, no solo del salario de bolsillo, sino de todas las erogaciones derivadas de la relación laboral, y de los riesgos laborales. Esto último es, en la práctica, muy importante. Porque resulta una tragedia que, cada vez que un potencial empleador está pensando en contratar los servicios laborales de un ser humano, en vez de verlo como un beneficio lo perciba como la compra de un problema.

–¿Y del lado de la oferta?

–También es importante, porque, como digo, la oferta de servicios laborales es voluntaria. En Estados Unidos, hoy la tasa de desocupación es de 3,6% de la fuerza laboral; a pesar de que el PBI está estancado, porque allí muchas personas tienen ahorros y, sobre todo, se da el hecho de que en todos lados haya cartelitos que dicen “se necesita ayuda”, lo cual implica que en el momento en que decidan volver a trabajar no tendrán dificultad en conseguir empleo.

–No es el caso de la Argentina.

–Usted se refiere a los ahorros de los potenciales asalariados, pero la multiplicidad de planes sociales produce el mismo efecto. Permítame decir una obviedad muy importante: los seres humanos buscarán trabajo, como lo estamos planteando en esta conversación, cuando piensen que trabajando ganarán más que no trabajando. Y esto no solamente quiere decir remuneración, sino esfuerzo y riesgos laborales, más la posibilidad de complementar ingresos derivados de los planes, con prestar servicios laborales en el sector informal de la economía.

–Por lo que veo, resultará muy difícil que en la Argentina aumente el nivel de empleo en el sector formal del sector privado.

–En efecto, no hay que subestimar el problema, porque quienes sugieren que esto se resuelve fácil o rápidamente, no saben de qué hablan. Pero tampoco es imposible…

–¿Qué habría que hacer, entonces?

–La modificación de la realidad está implícita en el diagnóstico anterior. Del lado de la demanda de trabajo, los empresarios buscarán que otros seres humanos les presten sus servicios laborales, cuando esperen aumentar su volumen de ventas y producción y, además, cuando la legislación, la jurisprudencia, etcétera, les baje los miedos a contratar a alguien. Mientras que, del lado de la oferta, es fundamental revisar la cantidad, características y duplicaciones de los planes sociales, para que tenga más sentido trabajar que no trabajar. Nada de esto es fácil, pero lo demás es soñar, y soñar no soluciona los problemas reales.

–¿Qué hay que hacer con los seres humanos que, en el plano laboral, “no saben hacer nada”?

–Diferenciemos entre actitud y aptitud, como insiste Ernesto Rey. Sobre esta última, probablemente las empresas tendrán que invertir más, al tomar gente, por la dificultad para comprender instrucciones escritas. Sobre lo primero, imagino que la desaparición de alternativas más cómodas puede ayudar a cambiar hábitos.

–Don José, muchas gracias.