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VAR: tecnología en el momento adecuado, pero alejada de la simpleza

La idea no era mala: una minicámara a la altura del pecho de los deportistas para registrar de modo subjetivo las acciones del juego completamente desde adentro. Esa fue la propuesta de FirstVision, una startup española fundada en 2013 y que acaba de anunciar su liquidación luego de no haber cumplido los objetivos económicos frente a sus inversores. La cámara logró ser utilizada en algunos partidos de fútbol, básquet, rugby, combates de boxeo y pruebas atléticas, pero nunca fue homologada como recurso tecnológico oficial por los organismos rectores del deporte. Su aspiración era que los grandes eventos como los Mundiales de Fútbol incorporaran estas funciones. Tuvo financiamiento colectivo e inversores como el futbolista Andrés Iniesta y el basquetbolista Serge Ibaka.

La idea no solamente no era mala sino que era muy buena y además simple. De hecho ahora mismo la MLB ofrece en entrenamientos visiones subjetivas de bateadores y receptores con cámaras incorporadas en sus gorras y con velocidad 5G para enriquecer la experiencia de la audiencia. Pero algunas soluciones tecnológicas llegan antes que el mercado deportivo las demande y se mueren en la orilla.

Una cámara en el pecho de los jugadores: una buena idea que no funcionó

Nadie puede argumentar que el VAR sea una herramienta fuera de época y de contexto. Desde aquel gol que el árbitro uruguayo Jorge Larrionda no le cobró a Frank Lampard en Alemania-Inglaterra por los octavos de final de Sudáfrica 2010 que el fútbol reclamaba una solución a ese tipo de injusticias. El VAR es hijo directo de esa situación, pero desde sus primeras experiencias en 2016, no termina de ser incorporado como un activo definitivo del fútbol.

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Los reclamos se suceden según los hechos. El más reciente y sonoro es el del técnico Ronald Koeman luego de la derrota del Barcelona contra Real Madrid. Las buenas prácticas con respecto al VAR, que hay y muchas, pasan inadvertidas. Imposible destacarlas cuando en ocasiones se adivina un uso antojadizo del sistema que excede la precisión de su tecnología.

Cámaras en las gorras del beisbol profesional

El VAR llegó justo a tiempo y sin embargo haría falta otro VAR para determinar por qué sigue en offside en su misión de reparar las injusticias futbolísticas. Algunas pistas hay: cuando un deporte incorpora tecnología para solucionar errores humanos, esa tecnología debe ser inapelable. Pero si la búsqueda es simplemente asistir a los árbitros (de ahí su nombre, Video Assistant Referee) los criterios de uso deberían ser fáciles de entender.

El fútbol es un deporte que no lleva más de cinco años con la incorporación de soluciones tecnológicas de un modo sostenible y justificable en diferentes sectores de su ecosistema. El tenis tuvo sus primeras experiencias con el Ojo de Halcón en 2006, diez años antes del primer experimento oficial con el VAR en la MLS. Los primeros enojos de los tenistas tuvieron vínculo con el fallo de ejecución de la herramienta y no con su misión, la cual siempre estuvo clara: determinar si una pelota cae adentro o afuera. Pura simpleza. De todos modos el recurso tuvo un tiempo de adaptación hasta ser completamente aceptado.

El gol "fantasma" de Frank Lampard en Sudafrica 2010

El fútbol también es delicado frente a cualquier atisbo de cambio. Muchos sienten casi que les roban la niñez si se produce alguna transformación que rompa con su cadencia centenaria. Pero esto seguirá: la FIFA ya experimenta el VAR 2.0, un sistema semiautomático de detección de posición adelantada que ya probó extraoficialmente en el Mundial de Clubes 2019 y en sesiones de entrenamiento, en marzo pasado, en el campus de la federación holandesa. Simplificar el uso del VAR todavía es la principal demanda antes de avanzar a la siguiente pantalla.