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Veterano de Vietnam, José Miguel Esparza, ligará 45 años de participación en carrera de Chinatown

La meta para José Miguel Esparza no es ganar, pero es completar las 6.3 millas del LA Chinatown Firecracker y hacerlo con una sonrisa cuando cruce la meta el 19 de febrero, en una ruta que inicia en Chinatown y recorre lugares como el Dodger Stadium, el Elysian Park y pasa sobre la autopista 110. Esta carrera se da por motivo del Nuevo Año Chino, que festeja la llegada del Año del Conejo, y desde su creación, Esparza ha sido una de las caras más familiares de este evento, pues siempre ha participado desde que se fundó la competencia en 1978.

Junto a unos amigos de su escuela, con quienes disfrutaba recorrer las lomas del Griffith Park, Edmund Soohoo, uno de los fundadores de la carrera y que era parte de ese grupo, les informó de la creación del evento por lo que Esparza de inmediato se anotó para participar… algo que ha hecho religiosamente por 44 años, esperando sumar uno más a la cuenta.

Cada vez que compite, es para él un nuevo renacer, pues el oriundo de San Antonio, Texas, es un veterano de guerra que vivió un fuerte trauma en su tiempo en Vietnam.

Esparza creció en el área del centro, cerca de Pico Union, mientras que muchos de sus amigos vivían en Echo Park y sus alrededores, al igual que ellos, fue reclutado a sus 19 años para ir a la guerra.

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“En Vietnam me hirieron y perdí parte de un brazo, pero me hizo más fuerte”, recordó Esparza a LA Times en Español.

Ante la trágica situación que vivía siendo tan joven, Esparza dijo haber recibido una visita que le cambió su manera de enfrentar su nueva situación.

“Cuando fui herido, mi mamá fue a visitarme y tenía una sonrisa, que era la más grande que he visto en todo el mundo, mientras que mi papá estaba llorando porque me vio sin el brazo”.

La reacción de su madre le enseñó que esa era la “balanza” que necesitaba en su vida.

“Eran como el yin y el yang”, señaló. “Mi papá todo triste, mientras que mi mamá decía ‘miren, tengo a mi hijo vivo… no importa que no tengas tu brazo, yo te voy a ayudar’. Mi mamá era muy positiva e influenció mucho en mi vida y eso quedó conmigo”.

Tras regresar de Vietnam, su padre falleció en 1978 debido a una arterioesclerosis, por lo que decidió ponerse en forma y dejar de fumar cigarrillos, pues estaba “subiendo mucho de peso y por lo del brazo… tenía que hacer algo”.

Por 40 años, Esparza se dedicó a brindar ayuda como consejero de rehabilitación emocional y con personas con impedimentos físicos o afectados por las drogas.

Esparza encontró que el correr le servía a él como su propia terapia, por lo que es parte de un grupo de amigos que corren seguidamente y convivir.

“Somos los Wild Mountain Runners y ahí nos conocimos en Griffith Park”, recontó Esparza. “Ya estamos antiguos, pero seguimos corriendo (risas)”.

Los años no pasan en vano y Esparza sabe que no es la excepción, sin embargo, ha logrado de mantener su ritmo en las 10K gracias a un estilo de correr. Él corría las maratones completas de 26.2 millas hasta 38 millas en un solo evento, pero en los últimos años tuvo que cambiar a las 6.2 millas o el 10K, pues a sus 75 años dice que “no estoy para ganar carreras sino para divertirme y dos horas son suficientes”.

“Hace como 10 años que descubrí que se llama ChiRunning, una de las principales formas de t’ai-chi y practiqué ese estilo, algo que me gustó mucho”, explicó Esparza. “Tu mente, tu cuerpo, todo está tranquilo, relajado y uso la gravedad para impulsarme… el cuerpo y la mente es un equipo”.

El t’ai-chi busca mejorar, la aptitud cardiorrespiratoria, además de evitar lesiones musculares, algo que Esparza dice se ha beneficiado y le ha permitido seguir a pesar de su edad.

“Cuando tienes la mente y el cuerpo en uno solo, es como una balanza y se alinean las fuerzas universales para lograrlo y cada día descubro algo nuevo que no quiero parar”, dijo Esparza. “Esto lo empecé hace 10 años porque los primeros 35 sufrí, tenía muchos dolores y cuando aprendí el t’ai-chi, es como un baile, que cuando lo aprendes es muy bonito. Tengo una hija de 52 años a quien le he enseñado y ya corrió su primer medio maratón y nunca le dio férulas en las espinillas, ni nada de eso”.

Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.