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Via Vai: la marca del "niño malcriado de Avenida Libertador" que marcó el pulso de la moda cheta de los 90

Nunca le gustaron las instituciones. Quince días después de empezar Arquitectura, abandonó la carrera. Para la mayoría de los mortales aquella decisión podía significar, como mínimo, estar perdido, sin rumbo ni intereses en la vida. No para Alan Faena, el creador de la marca Via Vai devenido en empresario del real estate, coleccionista y filántropo de arte, que jamás siguió caminos ni preceptos de nadie, a excepción de los propios.

El segundo de siete hermanos y primer varón de una familia de origen judío sefaradí, siempre esquivó cualquier título, institución o vínculo que lo limitara. "Yo sentía que ir a la universidad era dar ventajas. Porque para mí, estar ligado a instituciones masivas y repetitivas, como el colegio y la facultad, era olvidarme de mí mismo. Cuanto más insistiera con ese camino, más iba a perdeme", dijo alguna vez en una de las pocas entrevistas que dio a lo largo de sus 59 años de vida, que lo encuentran otra vez enamorado: acaba de contraer matrimonio con Grace Goldsmith, una norteamericana ligada al arte, en una fiesta extravagante y opulenta.

Las telas del abuelo Slan

Alan creció conociendo por dentro la industria textil: su abuelo Slan había sido el fundador de Industria Aslana, un pequeño negocio que se dedicaba a las telas, que con los años se transformó en una gran empresa hasta que se fundió con el menemismo.

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Antes del colapso, el niño mimado de la familia había empezado a trabajar con su padre y, probablemente, a imaginar lo que sería su primer gran acierto como empresario: Via Vai, la marca que en los 90 definió el pulso de la moda "cheta" en la Argentina.

Después de dejar la facultad, Alan viajó a París y luego se instaló en Saint Tropez con una novia francesa dedicada al modelaje. Paraban en la casa de un argentino, bastante mayor que ellos, que tenía mucho dinero. Ver cómo vivía en medio de aquel lujo probablemente encendió una pequeña llama él. Si bien la familia Faena había ganado dinero con la empresa y vivían holgadamente en un departamento de Avenida Libertador y Malabia, el joven Alan comprobó allí que había distintos grados de lo que era "vivir bien".

Quizá fue eso lo que lo impulsó a emprender, a buscar la forma de llegar hasta ese nivel que lo había deslumbrado. Un año después, a los 19, se instaló en Ibiza y empezó a vender ropa diseñada y fabricada por él. En compañía de su padre, viajaba buscando tendencias por las ciudades europeas más ligadas a la moda como Milán, Londres y París, que luego modelaba junto a su escultural novia por las playas más top de la isla española.

Alan Faena fue el creador de la marca Via Vai devenido en empresario del real estate, coleccionista y filántropo de arte

De Ibiza a Buenos Aires

Eran principios de los 80 y Faena también empezó a traer su ropa a la Argentina, aprovechando la temporada cruzada entre uno y otro continente. Irreverente, moderno y desfachatado, las ofrecía en locales icónicos como Hendy, que le servían de vidriera. Enrique Cordovero, el creador de aquella recordada marca, contó en una entrevista para iProfesional que un día un joven ´malcriado’ de Avenida Libertador, había entrado su local con unas remeras muy llamativas y enseguida se dio cuenta de que eran distintas. "Ese chico era Alan Faena, con Via Vai. Vi la mercadería y la verdad era buena, así que empezamos a venderla", recordó.

En los inicios, el joven empresario ganaba unos u$s10.000 que le permitía vivir bien durante unos meses. Eso lo impulsó a seguir, pero alguna vez contó que nunca lo había pensado como algo a lo que iba a dedicarse seriamente. Hasta que en 1983 conoció a Paula Cahen D’anvers, con quien inició una relación y juntos le dieron forma a lo que Alan había empezado a gestar hacía unos años de manera más informal: Via Vai, una expresión italiana que, traducida al español, sería algo así como ‘va y viene’. El logo era un sol y una luna encimadas, como en un eclipse.

Una marca en busca de la vanguardia

La marca pronto encontró su lugar entre las adolescentes y jóvenes ABC1 de Recoleta y zona norte, que buscaban ropa de calidad. Al principio la marca tenía unos diseños jugados y después se fue acomodando a algo más tradicional, aunque sin perder su sello de calidad y vanguardia. Si se usaba el monocromo, se hacían remeras de colores. La idea era marcar tendencia, diferenciarse del resto, escapar de lo convencional.

Las campañas publicitarias y los desfiles también respondían a esta premisa de diferenciarse. Hay una muy recordada de Alan y Paula desnudos y entrelazados en la cama, "dentro" de una rosa. La imagen fue creada y retratada por el reconocido fotógrafo de moda Gabriel Rocca, que en eso momento empezaba a mostrar todo su talento en el mundo de la moda.

Otro hito protagonizado por la marca fue el concierto-desfile de 1992 en el Estadio Obras donde Charly García tocó por primera vez su versión rock del Himno Nacional argentino. De fondo, modelos de Via Vai lucían ropa de la marca con unas banderas y escarapelas cruzadas. Entre ellas estaban Carolina Peleritti (que luego fue pareja de Faena), Florencia Raggi y Delfina Frers.

Otro hito protagonizado por la marca fue el concierto-desfile de 1992 en el Estadio Obras

Una marca escuela de diseñadores

Via Vai fue una gran escuela para muchos diseñadores que luego fundaron sus propias marcas y lograron hacer una carrera exitosa en en la industria de la moda, como Josefina Helguera (cofundadora de Rapsodia), Clara Ibarguren, Pablo Ramírez y diseñadores independientes como Vero Alfie que no formaba parte del staff de la empresa, pero le vendía diseños a Via Vai.

En diez años y ya en tiempos del 1 a 1, la empresa creada por Faena generaba u$s35 millones anuales, tenía 50 locales propios y ventas en otros 300 negocios multimarca. Pero en ese contexto exitoso, en pleno auge y sin que nadie entendiera las razones, Faena decidió vender la empresa al empresario Rolando Ini y retirarse a La Boyita, una zona rural entre Punta del Este y José Ignacio, en Uruguay. En ese entonces era un páramo alejado del ruido, cerca del mar, al que había elegido para empezar un camino espiritual.

Un jardín de rosas

Corría el año 1995. Con una millonada en el banco, se dedicó de lleno a la jardinería, y se puso como meta tener en su chacra un gran jardín de rosas. Los lugareños, que no eran muchos y desconfiaban de los porteños agrandados, se reían por lo bajo y le advirtieron que eso sería imposible ya que el mar secaba las flores y sol en verano era muy fuerte. Incluso, si lograba sortear esas dificultades debía enfrentarse aún enemigo mucho más poderoso: las hormigas, que iban a devorar sus hermosas rosas.

 

Pero Faena no se amedrentó ante las advertencias y compró abono, trabajó la tierra y "se hizo amigo de las hormigas". En cinco años logró tener un jardín con 3000 rosas. La historia de ese jardín se propagó por toda la zona y el empresario dejó en claro que nada ni nadie podía volver a hablarle de imposibles. Después, cuando la plata se fue acabando, volvió al ruedo, pero lejos de las telas y los efímero de la moda.

Via Vai terminó por desaparecer con el nuevo milenio, justo cuando su fundador empezó a construir su gran imperio. Pero esa, es otra historia.