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El “yuyo” es el culpable de que Cristina avance sobre Alberto

A fines de octubre, el dólar blue rozó los $195; las cotizaciones libres se disparaban y la brecha asustaba a la Casa Rosada y al Instituto Patria. La soja o “el yuyo”, como la bautizó la actual vicepresidenta en 2008, cuando era Presidenta, llegaba a los US$380 la tonelada, pero no alcanzaba.

Tres días después, Cristina Kirchner escribía sobre “el relato del ‘Presidente títere” en una carta: “El Poder Ejecutivo hace imposible que no sea el Presidente el que tome las decisiones de gobierno. Es el que saca, pone o mantiene funcionarios”. Alberto Fernández conducción.

Entonces, el ministro de Economía, Martín Guzmán, intervino en el mercado de bonos para frenar el Contado con Liquidación y el dólar Bolsa, cambió su diagnóstico sobre la inflación y apuró el paso con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Guzmán, entonces el único con diálogo directo con Cristina en el equipo económico, se convirtió en primus interpares gracias a una tensa calma en el mercado.

“La suerte es un problema”, advierte una economista. Más aún para la política. La soja se disparó (hoy está en US$580) gracias a la demanda China, y la sequía en Brasil y EE.UU; el FMI es más comprensivo en tiempos de Covid y “Juan Domingo” Biden en EE.UU.; Guzmán fijó en el presupuesto una depreciación del peso por debajo de la inflación. Esto aplanó las expectativas de devaluación y de los futuros. Gracias al ritmo más lento de depreciación del Banco Central (BCRA), todos venden. La liquidación fue récord en el primer cuatrimestre de este año.

Vaya paradoja. Guzmán aparece hoy en la cuerda floja por haber intentado manejar la economía (tarifas, subsidios, macroeconomía al fin). La calma cambiaria envalentonó a Cristina Kirchner en tiempos de elecciones y de soja a precios récord en ocho años. Ya no es imposible que otro que no sea el Presidente “tome las decisiones”. Hoy ya no sólo se habla de tarifas, sino del uso de los fondos del FMI, de no cerrar un acuerdo o de la restauración del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). ¿Cómo se pagará? Cecilia Todesca y Paula Español blandieron las retenciones. Se desactivaron: un conflicto con el campo es tan peligroso hoy como la suba de la luz y el gas. Hay que mirar a Colombia.

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En el primer trimestre se recaudaron por retenciones US$3300 millones. A fines de año, esa cifra podría llegar a US$8700 millones (unos US$3200 millones más que el año pasado). En el medio subieron los precios externos, los productores aceleraron la liquidación a fines de 2019 ante la llegada de más presión fiscal, y justamente se subieron las alícuotas. Pero las retenciones son sólo el 10% de la masa tributaria. Sin vacunas, aún se necesita crecer.

Más allá del impuesto a la riqueza y el ajuste jubilatorio, para lograr la meta presupuestaria fiscal de Guzmán –que hasta ayer, según sus pares, se queda en el Gobierno– de 4,5% de rojo del PBI se requería ajustar el gasto Covid, algo que la vicepresidenta busca frenar. Es la forma de poder solventar el gasto en obra pública en elecciones. Todo se vuelve más difícil al cuasicongelar tarifas (el llamado “efecto Basualdo”). Ese embrollo es más consistente con una inflación de 45% que con una de 29%. Una señal: para el Gobierno, la inflación de abril ronda el 4%.

Mas subsidios, sin financiamiento, es más impresión de billetes. Ya lo advirtió Guzmán: eso va al dólar. En el BCRA están tranquilos. Compran dólares en el trimestre sojero. Las reservas no crecen por el pago de deuda del Tesoro y la devaluación del oro y el yuan (importantes tenencias oficiales) frente al dólar. Los privados hablan de compra y venta de bonos para intervenir.

“Hay margen para atrasar el dólar”, dicen allí, y aclaran que la inflación es cuestión de márgenes empresarios. Las dudas son el período agosto-diciembre, sin el campo tirando. Con esta inflación, en elecciones y con Covid, la pregunta es qué irán a buscar los $1,5 billones depositados en cajas de ahorro. Suenan ruidos sobre la brecha.