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El lado oscuro de Telegram: grupos de extrema derecha y terroristas islámicos

Enrique Tarrio, presidente de Proud Boys, habla en un mitin en Delta Park en Portland, Oregon, el 26 de septiembre de 2020. (Diana Zeyneb Alhindawi/The New York Times).
Enrique Tarrio, presidente de Proud Boys, habla en un mitin en Delta Park en Portland, Oregon, el 26 de septiembre de 2020. (Diana Zeyneb Alhindawi/The New York Times).

Desde hace tiempo, Telegram, la aplicación de mensajería, ha sido un motor de resistencia y una molestia para los tiranos. Los líderes autoritarios de Rusia e Irán han intentado prohibirla. Hace poco, cuando estalló una serie de protestas en Bielorrusia y Hong Kong, Telegram fue el pegamento que mantuvo unidos los movimientos en pro de la democracia frente a la violenta arremetida de los poderosos servicios de seguridad.

No obstante, estos días, Telegram se está convirtiendo rápidamente en un refugio en línea para un tipo distinto de resistencia.

En semanas recientes, Telegram se ha inundado de conspiracionistas, racistas e insurrectos violentos de la extrema derecha que fueron desterrados de las grandes plataformas estadounidenses de redes sociales después de que una turba de seguidores del expresidente Donald Trump, quien a su vez también fue eliminado de Facebook y Twitter, irrumpiera en el Capitolio de Washington.

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Los días posteriores a que Twitter y Facebook reaccionaran frente al caos en el Capitolio con una purga de usuarios que consideraron responsables de haber incitado violencia o propagado desinformación, 25 millones de nuevos usuarios acudieron en manada a Telegram. El fundador de la empresa, Pavel Durov, la llamó “la migración digital más grande en la historia de la humanidad”.

La cascada de nuevos usuarios representa una nueva complicación para Durov, quien se ha posicionado como un aliado inequívoco de la calle y la libertad de expresión. Durov ha promovido Telegram, una herramienta que combina las funciones de Facebook y Twitter con mensajes encriptados y una filosofía no intervencionista de moderación, como un refugio para los oprimidos.

Con Washington y el resto de Estados Unidos en máxima alerta después de la violencia en el Capitolio, algunas personas temen que la extrema derecha y los simpatizantes extremistas de Trump usen las funciones de Telegram, que la hacen una herramienta popular en la organización de la resistencia en contra de los regímenes autoritarios, para provocar más desmanes. El FBI ya ha advertido a los jefes de policía de todo el país que estén atentos a los ataques potenciales a manos de milicias armadas y extremistas racistas.

“Hay un verdadero estira y afloja entre la gente que está usando Telegram —y los productos de mensajería parecidos— para hacer el bien y la gente que los está usando para socavar la democracia”, comentó Nina Jankowicz, analista de desinformación en Wilson Center, un grupo de investigación apartidista. “Vemos que los extremistas explotan de manera oportunista la misma apertura y sentido de conexión que usan los activistas prodemocracia”.

En un inicio, Durov aceptó con brazos abiertos el influjo de usuarios y criticó a los grandes competidores estadounidenses por las expulsiones, al sugerir que eran un esfuerzo por limitar la libertad de expresión. No obstante, el lunes pasado, Durov anunció que su equipo había bloqueado cientos de publicaciones de canales estadounidenses que incitaban a la violencia antes de la investidura presidencial.

“Durante las últimas dos semanas, el mundo ha seguido con preocupación los sucesos en Estados Unidos”, comentó Durov en una publicación de su propio canal de Telegram. “Aunque Estados Unidos representa tan solo el dos por ciento de nuestra base de usuarios, en Telegram también hemos observado la situación de cerca”.

Durov señaló que el 94 por ciento de los 25 millones de nuevos usuarios de Telegram provenía de Asia, Europa, Latinoamérica, el Medio Oriente y el norte de África.

Simpatizantes del entonces presidente Donald Trump irrumpen en el Capitolio de Estados Unidos, el 6 de enero de 2021. (Jason Andrew/The New York Times).
Simpatizantes del entonces presidente Donald Trump irrumpen en el Capitolio de Estados Unidos, el 6 de enero de 2021. (Jason Andrew/The New York Times).

Algunos se han ido a Telegram por temores de privacidad después de que WhatsApp informó a sus clientes que estaba compartiendo información con su empresa matriz, Facebook.

Sin embargo, muchos fueron refugiados que acababan de ser desterrados de otros servicios por haber publicado opiniones extremistas e insurrectas. Proud Boys, un grupo miliciano de extrema derecha, dirigió a nuevos seguidores a grupos de chat en Telegram con nombres como Hechos de Odio y Asesinemos los Medios, y cuentas de la derecha tradicional percibieron aumentos significativos en su número de miembros.

El uso de Telegram por terroristas del Estado Islámico

No es la primera vez que Telegram ha tenido que enfrentar personajes desagradables que se aprovechan de las mismas funciones que atraen a activistas que defienden la democracia. Hace unos años, después de una serie similar de medidas severas de Twitter en contra de radicales islamistas, el Estado Islámico migró a Telegram y usó la aplicación para orquestar ataques terroristas, difundir propaganda y encontrar reclutas.

En Francia, militantes del Estado Islámico usaron la función de chat encriptado de Telegram para coordinar sus acciones y llevar a cabo varios ataques. Cuando las autoridades francesas recurrieron a Durov en su búsqueda de información sobre los atacantes, él respondió que los protocolos de discreción imposibilitaban obtener la información del usuario, incluso para los empleados de Telegram.

Durante años, Durov, un libertario extremo que a menudo es descrito como el Mark Zuckerberg de Rusia, ha lidiado con los esfuerzos del Kremlin por silenciarlo en su natal Rusia y ahora vive en un exilio autoimpuesto. En 2013, Durov fundó Telegram con su hermano como un puesto digital de avanzada para la libertad de expresión después de que el Kremlin le arrebató el control de Vkontakte, un popular sitio de redes sociales que creó como una versión rusa de Facebook.

En agosto, cuando los resultados de las elecciones presidenciales comenzaron a mostrar que, después de muchos años en el poder, el dictador de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, tal vez había perdido, su gobierno cerró a toda prisa la infraestructura de comunicaciones del país y atacó a aplicaciones de redes sociales como WhatsApp, Twitter y Facebook.

Telegram también se tambaleó al principio. Sin embargo, Durov intervino con rapidez y posibilitó que Telegram se mantuviera en funcionamiento gracias a las que nombró “herramientas anticensura”, probablemente al incluir lo que se conoce como “domain fronting”, que disfraza la fuente del tráfico en línea.

Después de que Lukashenko declaró su victoria y los manifestantes se lanzaron a las calles, Telegram fue una fuente de información ininterrumpida y una plataforma para organizar la resistencia. El canal de Telegram de Nexta, un servicio de noticias que dirigían exiliados bielorrusos en el país vecino de Polonia, empezó a dar apoyo logístico a sus 2 millones de seguidores locales, intercalando videos de un operativo policiaco en contra de los manifestantes con instrucciones y rutas de las marchas para las protestas diarias.

“El internet fue suspendido durante tres días en Bielorrusia y nadie en el mundo sabía qué estaba pasando”, comentó Stepan Svetlov, director de Nexta. “La única fuente de información era Telegram”.

En Irán, donde el uso de Telegram ocupa el 60 por ciento del ancho de banda del internet del país, la aplicación fue una plataforma crucial para organizar y difundir protestas en contra del gobierno en 2017 y 2019. Permitió que los manifestantes compartieran videos de represiones violentas cuando se les prohibió el acceso a los periodistas y a las cámaras.

En 2018, el gobierno iraní intentó prohibir la aplicación, pero no hizo mucha diferencia. Los iraníes simplemente usaron RPV (redes privadas virtuales) para eludir el bloqueo del gobierno.

“Es un agujero en los muros de la censura de la República Islámica”, comentó Omid Memarian, analista independiente especializado en derechos humanos y tecnología en Irán. “Es la manera dominante de mantenerse informado y conectado, y organizar. Todo el mundo la usa, incluso los abuelos que no suelen usar tecnología”, mencionó.

Dmitry Peskov, el vocero del presidente Vladimir Putin, la usa. Al igual que muchos de los principales propagandistas de Rusia, entre ellos Margarita Simonyan, quien este mes les informó a sus seguidores que planeaba mover todas sus comunicaciones a Telegram de manera exclusiva. Simonyan bromeó que las únicas excepciones eran los dos asesinos detrás del envenenamiento de un exespía ruso en el Reino Unido en 2018, famosos por asegurar en una entrevista con ella que eran nutriólogos deportivos y no agentes de inteligencia.

Poco después de que Twitter bloqueó la cuenta de Trump, Dmitry Polyanskiy, el embajador interino de Rusia para las Naciones Unidas, instó al presidente a que también se moviera a Telegram.

“¡Parece que ya no disfruta de la libertad de expresión en su propio país!”, escribió Polyanskiy.

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This article originally appeared in The New York Times.

© 2021 The New York Times Company