El festín de la investidura de Trump: lujo y guiños a la gastronomía estadounidense

La investidura presidencial en Estados Unidos no solo es un evento político de gran magnitud, sino una oportunidad para mostrar los aspectos gastronómicos que acompañan este tipo de eventos. En esta ocasión, el comité inaugural diseñó un menú que fusiona la sofisticación con ingredientes de distintas regiones.

El almuerzo oficial, celebrado en el Statuary Hall del Capitolio tras la toma de posesión de Donald Trump y el vicepresidente JD Vance, dio inicio con un brindis con espumoso de Gruet Winery de Nuevo México, marcando el tono de la celebración.

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    La experiencia gastronómica comenzó con un entrante de pastel de cangrejo de Chesapeake, acompañado de un tartar de tomate, selección de verduras y un toque de aceite de cebollino. Este plato fue maridado con un Chardonnay Reserve de Veritas Vineyards, destacando la acidez y frescura del vino en armonía con los sabores marinos.

    El plato fuerte, fiel a la predilección del presidente por los cortes de carne robustos, fue un filete de costilla Angus de Omaha, servido con zanahorias asadas, brócoli gratinado y puré de papas. La elección del vino recayó en un Cabernet Sauvignon de Mount Veeder, un tinto californiano de gran cuerpo que complementó la intensidad del platillo.

    Statuary Hall en el Capitolio

    Statuary Hall en el CapitolioEspecial

    Para cerrar con broche de oro, el postre rindió homenaje a una de las frutas más representativas de la gastronomía estadounidense: la manzana. La elección fue una terrina helada de manzana de Minnesota, acompañada de helado de crema agria y caramelo salado, servida junto a un Korbel Russian River Valley Natural, un espumoso que equilibró la dulzura con su frescura.

    Los vinos: un papel clave en la ceremonia

    Aunque Donald Trump es conocido por su abstinencia del alcohol, el vino ha sido una constante en las celebraciones inaugurales de la Casa Blanca. En su primera investidura en 2017, los asistentes degustaron vinos de J. Lohr y Delicato Black Stallion, de Napa, mientras que en esta ocasión se apostó por más etiquetas emblemáticas de la viticultura estadounidense, reafirmando la importancia del vino en los grandes eventos políticos de aquel país.

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