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Un 2024 con desafíos y oportunidades

Lo que ocurra con los fenómenos climáticos es clave para la agricultura, que se vio muy afectada por las sequias en los últimos tiempos
Lo que ocurra con los fenómenos climáticos es clave para la agricultura, que se vio muy afectada por las sequias en los últimos tiempos - Créditos: @Marcelo Manera

Los políticos son como los activos financieros: valen por el valor descontado de sus servicios electorales futuros”, me explicó una vez un reconocido analista político. Los movimientos que estamos viendo en el peronismo en días recientes bien le hacen justicia a esta frase. Tras anunciar Cristina Kirchner que no competirá en las elecciones de 2023 su valor para el peronismo está en baja, y se desató en la coalición gobernante una importante discusión por la sucesión.

Hasta el anuncio de la actual vicepresidenta, estaba claro que ella sería la única “selectora” de candidatos en el peronismo. Sin ella en la boleta, levantaron la mano para participar en la decisión actores políticos como los gobernadores y los dirigentes sindicales, que históricamente habían sido jugadores de peso en el justicialismo, pero que fueron marginados por el kirchnerismo. Esta situación fue descripta muy detalladamente por Luciana Vázquez en un artículo de la edición del 13 de diciembre de LA NACION.

Este debate interno tiene implicancias sobre lo que pasará en 2024 y anticipa, al mismo tiempo, lo que están viendo algunos factores de poder en el país. Es por ello que el título de la columna, la última de 2022, no tiene un error de tipeo. Ya escribí en reiteradas oportunidades sobre lo que intentará hacer el Gobierno en 2023 y los riesgos que corre su plan. Pensar en 2024 nos va a permitir ganar algo más de detalle sobre qué pasará en 2023 y también ponerle, ya que estamos cerca de las fiestas, un poco más de optimismo a esta columna que generalmente trata sobre una precaria coyuntura.

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Lo que más llama la atención del artículo de Vázquez es que haya varios gobernadores queriendo candidatearse a presidente. Con una macro tan inestable y con riesgos de degenerar en una crisis cambiaria con alta inflación, lo más lógico sería que quisieran refugiarse buscando la reelección en sus provincias. Lograr ese objetivo es lo más usual, sobre todo en provincias gobernadas por el peronismo, si vemos la estadística desde la vuelta de la democracia. Y, si hay algún riesgo, se pueden cambiar las reglas electorales, como están haciendo muchas provincias. En San Juan y San Luis, las PASO se eliminaron permanentemente; en Salta, para la elección de 2023, y el tema se debate en Chubut y Catamarca, a la vez que se imponen “leyes de lemas” que permiten sumar las colectoras peronistas.

¿Por qué querrían estos políticos provinciales saltar a la arena política nacional? ¿Saben algo que nosotros no sabemos? Sospecho que sí. Provienen de provincias en las que hay una ebullición subterránea, en las que hay recursos y sectores que están a la espera de explotar económicamente: litio, cobre, petróleo, gas y agricultura, entre otros. Solo una política económica de inefable ineptitud como la ejecutada por el exministro Martín Guzmán durante más de la mitad de este gobierno evitó que esos recursos dieran pasos más grandes. Saben estos actores políticos, especulo, que, desatando algunos nudos macroeconómicos, estos sectores pueden ser fuente de un gran crecimiento desde 2024.

Empecemos con la agricultura. El tercer año consecutivo de La Niña está causando estragos en la cosecha 2022/2023. La Bolsa de Cereales de Buenos Aires pronostica que la cosecha de trigo caerá 45%. Las de girasol, soja y maíz todavía están en juego, pero la falta de humedad en los suelos y el retraso en la siembra dejan prever que pueden tener mermas importantes con respecto a la cosecha anterior. En total, la cosecha de estos cuatro cultivos podría caer por debajo de los 100 millones de toneladas, contra 121 millones de la cosecha anterior. Pero a La Niña, según los meteorólogos, es posible que la siga un episodio de El Niño, que trae lluvias por encima de lo normal en la región pampeana. En los dos episodios anteriores de La Niña, la normalización posterior deparó aumentos de la cosecha de más de 40%. Un verdadero maná del cielo, o del suelo, para el próximo presidente, con un aumento de las exportaciones que podría exceder cómodamente los US$10.000 millones en 2024.

Vaca Muerta será otra fuente de dólares extra para la economía argentina durante el próximo gobierno. El déficit energético este año estará levemente por debajo de los US$5000 millones, comparado con los US$558 millones de 2021. Pero, según Daniel Gerold, especialista en energía entrevistado por Sofía Diamante en LA NACION para una nota publicada el 14 de noviembre, en 2024 el saldo energético será positivo, y podría llegar a US$9000 millones de superávit en 2025.

Esto es consecuencia de varios factores que permitirían hacer crecer fuertemente la producción de Vaca Muerta, entre los que destacan dos. El primero es el gasoducto en construcción, que permitirá disminuir en algo las importaciones de gas natural licuado (GNL) en 2023, pero mucho más a partir de 2024. Fuera de la temporada de invierno también se podrá exportar más gas a Chile. El beneficio adicional para el próximo gobierno es que el gas producido localmente tiene un costo sustancialmente menor al GNL al que sustituirá, lo que permitirá bajar el costo fiscal de los subsidios.

A esto se suma la duplicación del oleoducto entre la cuenca neuquina y Puerto Rosales, que lleva a cabo la empresa Oldelval. Esta duplicación permitirá aumentar la exportación de petróleo entre 180.000 y 250.000 barriles por día una vez que estén terminadas las dos etapas, que llevarán poco menos de dos años. El número de 250.000 barriles por día representan, a precios de hoy, mas de US$6000 millones por año.

La minería también toma fuerza. Las inversiones en litio ya comenzaron, con desarrollos millonarios desde Catamarca hasta Jujuy, y podrían ascender, con mejores condiciones, hasta US$10.000 millones en los próximos cinco años. El impulso productivo comenzará en 2023, con la puesta en marcha de Cuchari de Olaroz en Jujuy, pero el gran salto se dará en 2024, año en el que comenzarán a producir al menos seis proyectos adicionales. El cobre no se queda atrás. El proceso de electrificación global mantiene su demanda elevada y los inventarios están a niveles muy bajos. Hay varios proyectos en distintas etapas de desarrollo en este momento, pero su impacto productivo se verá recién dentro de unos años.

Estos son solo algunos ejemplos, aunque quizás los más relevantes desde el punto de vista de su impacto en producción, exportaciones e importaciones, de los sectores que pueden despegar cuando la economía salga de este esquema de Ponzi en el que nos metió Guzmán. Por eso, no llama la atención que la liga de gobernadores, con políticos en general más centristas que Cristina Kirchner y La Cámpora, intenten retomar el poder o, aunque sea, el poder de decisión en el peronismo.

Este movimiento tendrá, si se verifica, un impacto positivo ya en 2023. La selección de un candidato más de centro, como por ejemplo Juan Schiaretti o Sergio Uñac, sin estar regenteado por el ala radicalizada de la coalición gobernante, sería un paso importante para el país y para el mercado, ayudando así a transitar 2023. Queda el debate de si el modelo de país que intentaría implementar un gobernante así, probablemente de carácter rentístico, sería el óptimo para el desarrollo, pero sí estamos seguros de que sería mejor que el modelo bolivariano de Cristina Kirchner y La Cámpora.

Queda la dura tarea de desatar los nudos macroeconómicos que está anidando el Gobierno con el beneplácito del FMI. Una monumental distorsión de precios relativos, empezando por el tipo de cambio y las tarifas, un fenomenal despilfarro público, incluyendo a las empresas del Estado, y una acumulación desopilante de pasivos en pesos del Gobierno y del Banco Central.

De las lluvias dependerá si parte de estos problemas le estallan a este gobierno o al próximo. Pero de algo estamos seguros: 2023 será muy movido. Al riesgo de la sequía se le suman dos riesgos importantes. Uno, que el Gobierno tire por la borda el ajuste fiscal que viene implementando Sergio Massa, generando más presiones inflacionarias y sobre la brecha cambiaria. Dos, que el mercado no renueve los vencimientos de deuda en pesos, ante el temor de una futura reestructuración.

Por ahora el plan de Massa, el puente entre 2022 y 2024, va visibilizando algunos frutos positivos. La inflación cayó de 7,4% mensual en julio a 4,9% en noviembre. Los costos del plan van a tardar un poco más en verse: los datos de actividad de noviembre recién serán publicados por el Indec a fines de enero de 2023. Solo entonces se tomará dimensión del costo recesivo del plan. Si algo parece casi seguro para el año que viene es que la actividad se contraerá. Para transitar 2023 no solo los políticos tendrán que concentrarse en las oportunidades que brindarán distintos sectores en 2024. La población, para evitar desesperarse aún más, también tendrá que fijar la mirada en un futuro promisorio posible. ¡Felices fiestas a todos!