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A un año de la guerra entre Rusia y Ucrania, cuáles fueron las consecuencias económicas para la Argentina

FILE - Ukrainian servicemen sit atop armored personnel carriers driving on a road in the Donetsk region, eastern Ukraine, Thursday, Feb. 24, 2022. (AP Photo/Vadim Ghirda, File)
El mundo entero se vio afectado por la guerra en Ucrania - Créditos: @Vadim Ghirda

CÓRDOBA.- Hace un año Vladimir Putin ordenó la invasión de Ucrania. El 24 de febrero del 2022, en un discurso televisado en plena madrugada europea, anunció una “operación militar especial”, la que fue ni más ni menos que el ataque a la región de Donbás. En abril la guerra se globaliza con sanciones y bloqueos. En paralelo a las batallas comenzó un realineamiento político de los países del mundo y, a la vez, consecuencias en el plano económico-financiero. La guerra ensombreció las perspectivas de recuperación mundial cuando empezaba a tomar fuerza después de la pandemia del Covid-19.

Rusia y Ucrania son importantes productores de materias primas, por lo que hubo un salto en los precios mundiales de granos y también de comodities energéticos, como el petróleo y el gas natural. Para la Argentina hubo -más allá del drama humanitario de la guerra- una mezcla de efectos. Por un lado, se vio beneficiada por la escalada de precios de los alimentos y por otro fue afectada negativamente por la del gas y también por el incremento de fletes y fertilizantes.

Un trabajo de los economistas de la Bolsa de Cereales de Rosario, Guido D’Angelo, Bruno Ferrari y Emilce Terré, plantea que la mayor volatilidad e incertidumbre en los mercados mundiales “demoran y encarecen potenciales inversiones extranjeras, al tiempo que desalientan cualquier potencial reingreso de la Argentina a los mercados internacionales privados de deuda”. Un factor complementario es la suba tasas de interés en el mundo que contribuye a desalentar la actividad y a encarecer potenciales créditos e inversiones.

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Las importaciones energéticas locales crecieron en 2022 un 4% en volumen pero por la suba de precios, 100% en dólares, siempre en relación al 2021. Las toneladas importadas de fertilizantes cayeron 31%, pero el complejo demandó 20% más de divisas para comprarlos.

El reporte de la Bolsa de Rosario señala que, para el embarque de las cosechas argentinas -que fueron menos en volumen-, el pago de fletes requirió 40% más de dólares que en el 2021 y 177% más que en el 2020.

El flete promedio por tonelada importada llegó a un máximo histórico en enero del 2022, con US$ 156,5 por tonelada transportada hacia la Argentina, de acuerdo con datos del Indec. Si bien bajó luego del inicio de la guerra, en noviembre pasado alcanzó un nuevo techo de US$ 170 la tonelada. En diciembre cayó nuevamente, aunque los valores siguen altos, US$ 148 la tonelada, 4,9% por encima del mismo período del 2021 y 75% arriba de ese mes del 2020.

La agroindustria atajó parte del impacto negativo de la guerra: sus exportaciones crecieron 8,5% en monto (con precios 30% por encima del promedio del 2021) y cayeron 5,5% en volumen por la sequía. El año pasado terminó con récords exportadores nominales para soja, maíz, trigo, carne Bovina, girasol y cebada. En dólares la mejora interanual del complejo agro global fue de US$ 4.337 millones.

Las importaciones del complejo petrolero-petroquímico argentino pasaron de US$ 7.147 millones en 2021 a US$ 14.138 millones en 2022; las compras más importantes fueron de gasoil (US$ 4.626 millones); gas natural licuado o GNL (US$ 2.566 millones) y gas natural en estado gaseoso, importado a través de gasoductos (US$ 1.692 millones). Los economistas rosarinos analizan que aun cuando las exportaciones del sector crecieron (de US$ 4.353 millones en 2021 a US$ 8.125 millones el año pasado), “al menos en el corto plazo, no alcanza para equilibrar la balanza energética”.

Cómo sigue

Fernando Marengo, analista económico en la consultora que dirige Ricardo Arriazu, repasa que el índice de precios materias primas no energéticas marcó un récord histórico en abril pasado, a la vez que se produjo la “desaparición de la oferta de gas” que impactó directamente en Europa y provocó una “fenomenal” alza del precio.

La suba de las comodities agrícolas dejó para la Argentina una “ganancia extraordinaria” aunque -dice el economista- “no se usó productivamente; se destinó a financiar déficit fiscal y algo fue a la acumulación de reservas. Dilapidamos la mejora de precios internacionales”. El alza de precios sí ayudó a compensar los efectos de la sequía y la pérdida de producción que implicó y, por el otro lado, también debieron usarse esos dólares para pagar el gas que se importó.

De cara al mediano plazo, Marengo plantea que lo más importante sería un “cambio en la forma de hacer política económica, más pro mercado”. Hasta ahora, lo que hay es un avance en obras que permitirán mejorar la balanza energética: “El gasoducto Néstor Kirchner permitirá un ahorro en invierno y en verano, un excedente que bajará los precios internos, haciendo más productivos a algunos sectores; a eso se suma la rehabilitación del oleoducto a Chile para salir al Pacífico y la ampliación del 40% de la red de oleoductos argentinos que permitirá eficientizar el comercio”.

“Hay potencial en agro, en alimentos, en litio, en minería, en gas. Todos sectores muy demandados -sostiene Marengo-. Para aumentar o comenzar su inserción hay que remover las restricciones económicas e institucionales porque, por ejemplo en minería y energía, las amortizaciones de las inversiones son a dos o tres décadas”.

Para el economista del Ieral de la Fundación Mediterránea, Juan Manual Garzón, en este primer año de la guerra la Argentina salió “empatada, aunque podría haber ido mucho mejor” porque el contexto fue “muy favorable” para un país rico en recursos naturales, con actividades productivas basadas en ellos que generan o pueden generar saldos exportables importantes.

Insiste en que si bien los precios de las comoditties agrícolas subieron mucho, también lo hicieron los de los combustibles no renovables, de los que el país depende “para completar el abastecimiento de la demanda local”. El país perdió su superávit energético en el 2011 y, desde entonces, tiene balanza comercial negativa en ese rubro.

“La mala praxis en política económica en buena parte de los últimos 15 años, esa que ahuyentó las inversiones necesarias para explotar el potencial de Vaca Muerta, la que no construyó el gasoducto que hacía falta, etc., es la que nos impidió estar listos para aprovechar los precios excelentes de las comodities, en particular de las energéticas”, plantea Garzón, quien añade que el cepo cambiario, los derechos de exportación, las restricciones sobre las exportaciones de productos agropecuarios -que son “irregularidades” en el mundo de hoy- también “contribuyeron a que no podamos aprovechar el viento de cola”.

Grafica con que el Gobierno tuvo que reconocer un tipo de cambio “más realista, más cercano al verdadero valor de mercado”, para incentivar la venta y la exportación del complejo sojero, en un contexto de precios internacionales muy altos. “Bajo otro escenario, las ventas hubiesen fluido aceleradamente, no hubiese quedado un grano sin vender”, sintetiza.

Félix Peña especialista en Comercio Internacional de la Fundación ICBC y de la Universidad Tres de Febrero, coincide en que la Argentina sacó provecho de los cambios en el mercado europeo, pero enfatiza que el problema está en lo que va a pasar en los próximos 12 años -por hacer un cálculo de tiempo-, por lo que hay que seguir “hacia dónde va la guerra y sus desdoblamientos” y las consecuencias económicas que pueden tener para el país.

“Estamos entrando en un proceso que no habíamos imaginado por los efectos derivados de la guerra que es un proceso político, económico, militar y complicado. Se abre un panorama que puede ser muy complejo sino lo prevemos. En ese contexto es significativo buscar el cierre del acuerdo del Mercosur con la Unión Europea e incluso buscar uno con China. Como Mercosur, por la lejanía geográfica de la guerra, podemos sacar provecho en los escenarios que se abran”.

Cadenas de valor y fletes

Respecto de cómo seguirá la dinámica en el área de los fletes, Alejandro Arroyo Welbers, docente del ITBA y de la Universidad Austral, plantea que al desacelerarse la inflación en los Estados Unidos y Canadá luego del pico experimentado por el lockdown a China, la demanda “comenzará a crecer en los próximos meses”.

Si a ese factor se le suma la desintegración de importantes alianzas navieras y la construcción de nuevos buques a ser botados en los próximos dos años, proyecta que ese crecimiento “sea sostenido aunque no desmesurado como sucediera hacia fines del 2021″.

Por otro lado, y a raíz de los precios de fletes “astronómicos” del tercer trimestre del 2021 y buena parte del 2022, los armadores se han integrado verticalmente comprando terminales portuarias, plataformas logísticas, centros de distribución, almacenes, y ferrocarriles, “todo lo cual no hace más que acrecentar su poder de cartelización y estabilización de niveles de flete a la suba”. Arroyo Welbers se pregunta si estarán los armadores marítimos preparándose para el próximo Covid o cepa comparable: “Es probable, toda vez que en China este tema está lejos de haber sido solucionado”.

Otro aspecto que aborda el informe de la Bolsa de Comercio de Rosario es el de las reconfiguraciones de las cadenas globales de valor (friendshoring y onshoring). Los economistas avizoran que ese esquema “puede abrir interesantes ventanas de oportunidad para el país en sectores como el agro, la minería y la energía”.

Por supuesto, observan que el aprovechamiento de esas chances dependerá de “múltiples factores económicos e institucionales” tanto en la Argentina como en el resto del mundo. “Independientemente de la duración de este conflicto, no caben dudas que más allá de sus impactos, siempre aparecen nuevas oportunidades para la economía argentina”, reflexionan.