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Brasil, decime qué se siente: lecturas políticas argentinas sobre el triunfo de Lula da Silva

Alberto Fernández se fue volando –en todos los sentidos del término– a abrazarse eufóricamente con el electo presidente de Brasil. Si hubiese que musicalizar las imágenes del encuentro, sería muy adecuado utilizar el tema "Desesperado" de Ricardo Montaner: "Desesperado, casi hecho leños, desesperado y de cara a la pared. Desesperado, con pesadumbre, desesperado, de volver y no volver".

No hay dudas respecto a que el mandatario argentino jugó por Lula desde el comienzo mismo de su gestión, inclusive cuando como candidato del Frente de Todos lo visitó en la prisión de Curitiba en julio de 2019. Es justo reconocer que no se sube ahora al carro del vencedor. Pero la velocidad de la reacción y el modo de abrazar al victorioso líder del PT lo asimilan con un náufrago que se aferra a la tabla que le permite mantenerse a flote. Una buena noticia en un mar de dificultades no se deja pasar.

La oportunidad lo llevó a dejar atrás cualquier protocolo diplomático para lograr la primera foto, aunque algún kirchnerista anticipado haya logrado colocarle una gorrita de CFK 2023 al vencedor de Jair Bolsonaro en la noche misma de los festejos. Primera lectura: el Frente de Todos está en mejores condiciones para capitalizar "la derrota de la derecha" con la cual se habían identificado dirigentes del PRO y los libertarios. Tanto se identificaron, que Bullrich y Pichetto bloquearon un comunicado institucional de Juntos por el Cambio saludando al ganador, mimetizándose con la actitud bolsonarista de ningunear el resultado electoral. Los funcionarios argentinos que viajaron presurosamente a San Pablo, probablemente hayan cantado "y ya lo ve, es para Macri que lo mira por TV".

La elección en Brasil, en disputa de interpretaciones

Claro que, como capas de una cebolla, se pueden ir sumando interpretaciones de acuerdo a los distintos gustos e intereses. Como viene sucediendo desde hace tres años, los oficialismos pierden en la región sin excepción. El malestar con la política y la gestión parece no discriminar ideologías. A quienes gobiernan se los presume culpables hasta que demuestren lo contrario. Y aun con argumentos poderosos en su defensa (pandemia, guerras, crisis global), son condenados sin demasiadas contemplaciones. Lejos quedaron las épocas donde las reelecciones de los presidentes era noticia. Ahora todo parece resumirse en zafar y llegar.

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Claro que se puede seguir exprimiendo la naranja de los resultados brasileños. Hay quienes señalan que, una vez más, quedó demostrado que polarizar sigue dando buenos réditos, el antagonismo a full sigue garpando. Esta reflexión deja contentos a dirigentes y responsables de campaña en ambos lados de la grieta. Por supuesto que tal afirmación exige, al menos, unas notas a pie de página.

Plantear la contienda electoral como "ellos o nosotros" no descarta matices y estrategias complejas y estilizadas. Por caso, Lula escogió un candidato a vice pro-mercado, se manifestó contrario al aborto y multiplicó sus invocaciones a Dios en los debates. Bolsonaro apeló al relajamiento fiscal y el incremento de las ayudas sociales para fortalecer su performance, además de evitar exabruptos y hasta ejercer alguna ligera autocrítica respecto a sus declaraciones en tiempos de pandemia. Diferentes pero parecidos, extremos pero con guiños al centro. Si la política se efectúa sobre sociedades fragmentadas social, económica y territorialmente, diseñar ofertas electorales exige de estilizadas ingenierías.

Alberto Fernández no se demoró en visitar al presidente electode Brasil.
Alberto Fernández no se demoró en visitar al presidente electode Brasil.

Alberto Fernández no se demoró en visitar al presidente electode Brasil.

Las diferencias entre Brasil y Argentina

La ventaja de Brasil respecto de la Argentina es que allí los liderazgos son nítidos. Por aquí, todo está en discusión y aunque Cristina Kirchner y Mauricio Macri siguen siendo accionistas mayoritarios de sus espacios no tienen, al menos por ahora, la capacidad de sintetizar las propuestas.

Basta mirar el desarrollo de las internas entre la vice y su elegido o entre el ex presidente y su ex jefe de gabinete Horacio Rodríguez Larreta para comprobar que no resultara fácil el proceso de selección. Inclusive, hay quienes no descartan la posibilidad de rupturas. Otra diferencia radica en la situación económica. El gigante sudamericano tiene sus dificultades y el crecimiento previsto para el año que viene luce modesto. Pero nada supone una crisis, pues sus reservas son robustas y la inflación menor al 5% anual.

En Argentina, la debilidad macro es manifiesta y la pregunta de actores empresariales y sociales, además de fondos de inversión externos, sigue siendo la misma: ¿llegan? Resulta obvio que la referencia hace lugar a las dudas sobre la duración de la pax cambiaria. Una montaña de pesos que no para de crecer combinada con un valle de dólares no resulta la geografía más atractiva para encarar los meses que nos separan de los comicios. Aunque todas las semanas busquen atraer la atención con proyectos y alquimias políticas de todo tipo (anulación/postergación de las PASO, eliminación de elecciones de medio término, etc.), las miradas agudas no se apartan de los datos que aportan el INDEC respecto al Indice de Precios al Consumidor mensual y el BCRA con relación a la evolución/involución de las reservas netas y liquidas.

Cada parche que se anuncia en ambos indicadores (congelamiento de precios, nuevo tipo de cambio para reforzar el cepo) aumenta las dudas y obliga a tomar conciencia sobre la posibilidad de un 2023 jugado en un escenario muy inestable.

¿Será el año próximo el de la inflación "o mais grande do mundo" para la Argentina? Aunque en portugués lo correcto sería decir "o maior", dejemos el final para esa genuina expresión del portuñol que identifica nuestra particular forma de intentar comprender lo que sucede con nuestro Gran Hermano.