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Buscando al sucesor de sitios como Jezebel

El personal del blog femenino Jezebel en un bar del Lower East Side de Manhattan el 29 de abril de 2008. (Annie Tritt/The New York Times)
El personal del blog femenino Jezebel en un bar del Lower East Side de Manhattan el 29 de abril de 2008. (Annie Tritt/The New York Times)

Rayne Fisher-Quann creció entre influencias feministas. Su madre trajo a casa un libro sobre los problemas de Barbie y prohibió las muñecas. Había sitios web que transmitían las voces sabias y cansadas del mundo de las pensadoras milénials: el blog femenino Jezebel, el sitio para adolescentes Rookie. Ahora que Fisher-Quann se está estableciendo como escritora independiente centrada en la feminidad y la identidad, se pregunta cómo se desarrollaría su carrera si hubiera una comunidad en línea más cohesionada para las feministas de la generación Z como ella.

“Lo que me pareció genial cuando tenía 15 años y miraba a estas escritoras en Jezebel y Bitch es que había una comunidad integrada”, comentó Fisher-Quann, de 22 años, que escribe un Substack llamado “Internet Princess” (con más de 72.000 suscriptores), y hace poco empezó una colección de ensayos que combina memorias y crítica. “Gran parte del trabajo feminista se ha vuelto más individualizado y fragmentado”.

El reciente anuncio del cierre de Jezebel, que poco después de su debut en 2007 superó los diez millones de visitas mensuales y más tarde sobrepasó a su sitio hermano, http://Gawker.com, sirvió para recordar a jóvenes escritoras como Fisher-Quann lo mucho que han cambiado las cosas. Los otros sitios feministas que solía leer también han cerrado.

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Ahora, incluso cuando las revistas convencionales y Hollywood animan el feminismo pop —el que se exhibe en las camisetas Girl Power, las tazas Notorious RBG y las vallas publicitarias de los éxitos de taquilla—, el colapso de los blogs deja un vacío.

“Si nos remontamos a la década de 1990, había fanzines en los que las jóvenes se reunían en habitaciones y hablaban de todo”, afirmó Susan Faludi, autora de “Backlash: The Undeclared War Against American Women”. “El feminismo necesita el enfoque de cocción lenta de construir un movimiento a lo largo del tiempo, de averiguar lo que realmente crees, de estar dispuesto a cambiar de opinión”.

Los miembros de una nueva generación —la mayoría de ellos demasiado jóvenes para haber leído regularmente Gawker— buscan sus propias versiones de las publicaciones que dieron forma a sus predecesores. Pero el internet feminista de la Generación Z, al igual que el ecosistema de medios digitales que lo contiene, se ha atomizado cada vez más, definido por escritores de boletines, pódcasters y personas influyentes en las redes sociales que predican a sus seguidores. Las voces que encuentran plataformas y seguidores son cada vez más diversas, aunque algunas de ellas luchan por encontrar un sentido de apoyo.

Julia Hava, copresentadora del pódcast “Binchtopia”, en Brooklyn el 14 de noviembre de 2023. (Karsten Moran/The New York Times)
Julia Hava, copresentadora del pódcast “Binchtopia”, en Brooklyn el 14 de noviembre de 2023. (Karsten Moran/The New York Times)

“Esas son las ‘matemáticas de chicas’... el dinero todavía no se encuentra ahí”, dijo Samhita Mukhopadhyay, de 45 años, exeditora ejecutiva de Teen Vogue, que trabaja ahora para la empresa de medios feministas Meteor.

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Cuando la empresa matriz de Jezebel, G/O Media, anunció el cierre del sitio, se convirtió en la última de una larga serie de publicaciones feministas que se retiraron, como Bitch Media y el sitio The Lily del Washington Post, que cerraron el año pasado. Feministing, que en su mejor momento llegó a tener 1,2 millones de visitantes mensuales, cerró en 2019, al igual que Broadly, la vertical de Vice Media centrada en la mujer. Junto a ellos llegaron los cierres de The Hairpin, Lenny Letter, The Establishment y Rookie, que en su propio auge tuvo casi cinco millones de visitas mensuales. (También hay nuevos sitios advenedizos, como la redacción sin ánimo de lucro The 19th, creada en 2020, y la revista feminista Lux, iniciada un año después, así como viejos incondicionales como Bust, que publica desde 1993).

Estos sitios web abordan desde la rabia política hasta memes tontos: un día publican una desgarradora entrevista con una mujer que abortó a las 32 semanas, otro un análisis de imágenes sin retocar de una sesión fotográfica de Lena Dunham.

Jezebel, que solía arremeter contra medios femeninos tradicionales como las revistas de moda, destacaba por su febril devoción entre los lectores y su escritura inteligente y alborotada. Fue parodiada en “30 Rock” como JoanOfSnark: “Es un sitio web feminista genial”, aseguró Liz Lemon, la protagonista interpretada por Tina Fey. “Las mujeres hablan de lo lejos que hemos llegado y de qué famosas tienen los peores cuerpos de playa”.

Si la respuesta de la generación Z a Jezebel es más difusa en forma y alcance, las voces que la guían también suenan diferentes de las de sus predecesores. Siguen siendo irreverentes, siguen irritadas e indagando, pero un poco más torturadas, a veces inclinándose tanto hacia atrás para acomodar los matices que no parecen saber dónde quieren aterrizar. El hecho de que sean feministas es algo que ellas y sus colegas dan por sentado. (Julia Hava, copresentadora del pódcast de la generación Z “Binchtopia”, dijo que sentía que “casi tienes que ser explícita al respecto si no” te identificas como feminista).

Hay más mujeres jóvenes que se identifican como feministas que sus homólogas de la generación del “baby boom” o de la generación X. Según el Pew Research Center, el 68 por ciento de las mujeres de entre 18 y 29 años se identifican como feministas, frente al 58 por ciento de las mujeres de entre 30 y 49 años y el 57 por ciento de las de entre 50 y 64 años.

Pero sus ideas sobre el impacto del activismo feminista y la organización política pueden parecer más turbias.

Se trata de un grupo de mujeres jóvenes que alcanzaron la mayoría de edad durante algunos de los años más turbulentos para el movimiento feminista en la historia reciente. Vieron a decenas de miles salir a la calle para marchar con sombreros rosas tras la elección de Donald Trump a la Casa Blanca, siguieron a millones que compartían relatos del movimiento #YoTambién de acoso y abuso sexual, y luego empezaron a notar en la universidad que, a pesar de esa resistencia, las condiciones cotidianas de la vida de las mujeres parecían estancadas. Luego llegaron los efectos aplastantes de la pandemia sobre las madres trabajadoras, que desencadenaron una crisis de cuidados.

“Hay un nihilismo clásico de la generación Z”, afirmó Fisher-Quann. “Mi generación ha pasado mucho tiempo en una especie de ola desestabilizadora y regresiva”.

Con el caso Dobbs contra Jackson, la sentencia del Tribunal Supremo que hizo retroceder el derecho al aborto, muchas jóvenes se dieron cuenta de que algunas de las batallas que pensaban que sus madres habían resuelto tendrían que ser también sus luchas.

“Cuando nos enteramos de que el caso Roe contra Wade había sido anulado, sentí el impacto de decir: ‘La mitad de las cosas de las que hablo no importan’”, añadió Fisher-Quann.

Para una vieja generación de escritoras feministas, hay una dolorosa ironía en ver sus sitios web cerrados justo cuando la lucha por el acceso reproductivo, que Jezebel cubría de manera regular, adquiere una nueva urgencia.

También resulta irritante para algunos oír que sitios web como ese no pueden ganar dinero, incluso cuando ven constantes recordatorios de lo mucho que venden ciertas formas de feminismo. “Barbie”, que recaudó más de 1000 millones de dólares en taquilla, mostraba al patriarcado como villano.

“La película ‘Barbie’ no existiría sin los blogs feministas”, aseguró Anna Holmes, de 50 años, editora fundadora de Jezebel. “Muchos de los temas que se trataban en sitios como Jezebel y Feministing, y muchos de los escritores y editores que trabajaban en esos sitios, han sido absorbidos ahora por los medios de comunicación convencionales”.

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Eliza McLamb, de 22 años, y Hava, de 26, son las presentadoras de “Binchtopia”, que evalúa las fijaciones culturales de bajo nivel con un vocabulario de alto nivel, resumido en su eslogan: “Si Platón y Aristóteles tuvieran adicción a internet y supieran lo que es ‘gaslighting’, quizá harían este pódcast”. Desde que empezaron en su departamento de Los Ángeles en diciembre de 2020, han acumulado más de 40.000 oyentes semanales y casi 8000 suscriptores de pago de Patreon. Sus niveles de suscripción van desde “Bestie Vibes Only” de 15 dólares al mes hasta “Sweet Baby Angel” de 5 dólares, lo que les reporta cerca de 40.000 dólares al mes, que también utilizan para pagar a sus dos editores, al director y al responsable de redes sociales.

“Para alguien que no creció con dinero y siempre pensó que tendría que hacer algo aburrido para sobrevivir, es muy reconfortante”, señaló McLamb.

McLamb y Hava desarrollaron su sensibilidad en internet cuando eran adolescentes en Tumblr, siguiendo publicaciones sobre artistas femeninas como Lana Del Rey, cuya autoexpresión de “chica triste” desafiaba las expectativas sociales de una feminidad alegre y pulida. No leían Jezebel ni Rookie con regularidad, pero ahora tienen la sensación de que sus hábitos en las redes sociales fueron moldeados por blogueras feministas de más edad.

“Era un feminismo de goteo”, bromea Hava. “La conciencia feminista más amplia influía en lo que hablaban los más jóvenes”.

En la universidad, Hava tomó clases de teoría de género y sociología, leyó a Catharine MacKinnon y Simone de Beauvoir, y disfrutaba de las conversaciones nocturnas después de las fiestas en las que ella y sus amigas relacionaban las teorías feministas que estaban aprendiendo con la cultura pop. Ese era el tipo de conversación que quería mantener en “Binchtopia”, que ella y McLamb han fomentado en episodios sobre la maternidad (”Cariño, he monetizado a los niños”), los incels, las muñecas sexuales, los trastornos alimentarios, la fluidez de género, la agricultura familiar y, por supuesto, Barbie.

Las presentadoras de “Binchtopia” tienen su propio rincón en internet; se han unido a través de las redes sociales a escritoras como Fisher-Quann y Charlie Squire, que escribe el Substack “Evil Female”, que cuenta con más de 18.000 suscriptores. Otras influyentes feministas tienen comunidades digitales separadas, cada una irritantemente aislada.

“Uno de mis temas favoritos es que creo que todo esto tiene que estar un poco más conectado”, explicó Annie Wu Henry, de 27 años, una estratega de redes sociales que trabajó como “experta de TikTok” para la campaña de John Fetterman al Senado de Estados Unidos y comparte una mezcla de historias personales y comentarios políticos en su propio Instagram, que tiene más de 80.000 seguidores. “La mayoría de nosotros estamos luchando por las mismas cosas, contra las mismas cosas”.

c.2023 The New York Times Company