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El cambio de código postal: por qué muchos estadounidenses ya no viven en el lugar en el que trabajan

Serenity Forge, empresa de videojuegos de Boulder, Colorado, adoptó un modelo híbrido de trabajo en 2021. (James Stukenberg/The New York Times).
Serenity Forge, empresa de videojuegos de Boulder, Colorado, adoptó un modelo híbrido de trabajo en 2021. (James Stukenberg/The New York Times).

En 2020, Virginia Martin vivía a 4 kilómetros de su oficina. Hoy en día, su trabajo está a 251 kilómetros de distancia de su hogar.

Martin, de 37 años, vivía en Durham, Carolina del Norte, y debía conducir unos 10 minutos para llegar a la Universidad Duke, donde trabajaba como bibliotecaria. Gracias al surgimiento del teletrabajo, su jefe le autorizó en marzo de 2022 regresar a su ciudad natal, Richmond, Virginia, para que pudiera criar a sus dos hijos pequeños con ayuda de su familia.

Martin comentó que, ya que nació en los ochenta y “creció con AIM” (la aplicación de mensajería instantánea de AOL), no se le había hecho nada difícil conservar la amistad con sus colegas en línea. Conduce varias veces al año hasta su oficina para participar en eventos; el más reciente fue la fiesta por la temporada decembrina.

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Martin forma parte del cambio de código postal, una tendencia que va en ascenso: es una más de los millones de estadounidenses que, gracias a los esquemas de teletrabajo y trabajo híbrido, ya no tienen que vivir cerca de su lugar de trabajo.

Ahora, muchos estadounidenses viven casi al doble de distancia de su oficina que antes de la pandemia. Eso revela un nuevo estudio, cuya publicación está prevista para esta semana, realizado por economistas de la Universidad de Stanford y la plataforma de gestión de nóminas Gusto, a partir de datos recopilados por Gusto. Los economistas analizaron datos sobre la dirección de los empleados y las empresas para las que trabajan obtenidos de casi 6000 empresas de todo el país y descubrieron que la distancia promedio entre el hogar y el lugar de trabajo de las personas, que en 2019 era de 16 kilómetros, había aumentado más del doble para 2023, a 43 kilómetros.

La proporción de personas que viven por lo menos a 80 kilómetros de distancia de su lugar de trabajo se multiplicó al séptuplo durante la pandemia: se disparó al 5,5 por ciento en 2023, en contraste con el 0,8 por ciento que era en 2019. Según los investigadores, aunque algunos empleados han regresado a la oficina, estas tendencias se han mantenido.

Zhenghua Yang, fundador de Serenity Forge, extraña el alboroto de la oficina con empleados, pero está consciente de los beneficios de una cultura híbrida de trabajo. (James Stukenberg/The New York Times).
Zhenghua Yang, fundador de Serenity Forge, extraña el alboroto de la oficina con empleados, pero está consciente de los beneficios de una cultura híbrida de trabajo. (James Stukenberg/The New York Times).

Según el estudio, el principal impulsor de este fenómeno (el aumento de la distancia entre el trabajo y la casa) han sido los oficinistas, pues su trabajo es del tipo que se puede realizar desde casa. Además, la tendencia se concentra entre las personas con salarios superiores a los 100.000 dólares y cuyos trabajos pertenecen a sectores como tecnología, finanzas, derecho, mercadotecnia y contabilidad. Entre los empleados que ganan menos de 50.000 dólares al año y aquellos que no pueden desempeñar su trabajo a distancia, como es el caso de la industria minorista, los servicios de salud y la manufactura (la mayoría de la fuerza de trabajo), casi no se observan cambios en la distancia promedio entre su hogar y su lugar de trabajo.

En el grupo que ha abandonado los centros urbanos, en general, se encuentran los empleados entre 30 y 49 años de edad, que tienen hijos pequeños y quizá quieran casas más grandes, no los veinteañeros ni los mayores de 60. Este grupo también incluye un número considerable de trabajadores contratados durante la pandemia, lo que significa que es muy probable que las empresas hayan ampliado su radio de contrataciones cuando adoptaron el esquema híbrido de trabajo.

Los investigadores especializados en áreas urbanas argumentan que los datos nuevos ilustran una tradición de toda la vida en Estados Unidos: quienes ganan más abandonan los mercados de vivienda urbanos en busca de casas más espaciosas en los suburbios.

“Nos gustan las casas grandes y también los automóviles grandes”, explicó Richard Florida, experto en ciudades y autor del libro “The New Urban Crisis” (La nueva crisis urbana). “Se incorporó a nuestro ADN después de la Segunda Guerra Mundial”.

Pero es cierto que el esquema de trabajo híbrido y desde casa le ha dado un impulso extraordinario a esta tendencia.

Una pequeña parte de la fuerza de trabajo (alrededor del 12 por ciento en la actualidad, en contraste con cerca del 50 por ciento en el punto más álgido del cierre de actividades por la COVID-19) todavía puede trabajar de tiempo completo desde casa. Algunas personas prefirieron abandonar mercados de vivienda muy costosos como San Francisco o Nueva York y mudarse a ciudades nuevas, a las que algunas veces se les llama “ciudades Zoom”. Otras que trabajan en contextos híbridos y solo tienen que ir a la oficina dos o tres días por semana se mudaron y están resignadas a hacer “supertraslados” (a tardar más en llegar al trabajo) a cambio de tener una vivienda menos costosa y más espacio.

Verna Coleman es un ejemplo de las personas que realizan supertraslados. Coleman, de 41 años, trabaja para una empresa de medios de comunicación en Nueva York. Antes de la pandemia, vivía en Brooklyn e iba a la oficina cinco días por semana. En 2020, después de la aparición del teletrabajo, compró una casa en Cincinnati, donde creció y quiere criar a sus dos hijos.

Ahora, Coleman viaja en avión a Manhattan para ir a la oficina tres días cada dos semanas y renta un pequeño apartamento en Harlem.

“Solo es un vuelo de una hora y media, así que muchas veces digo que me toma menos tiempo volar que lo que tardaría en cruzar en automóvil el puente George Washington y pasar dos horas y media en el tráfico”, señaló. “Tomo el vuelo de las seis de la mañana de Cincinnati y, por lo regular, antes de las nueve ya estoy sentada en mi escritorio”.

Claro que algunos días son más complicados, como la semana pasada, cuando se retrasaron los vuelos debido a la neblina. “Creamos las opciones que tenemos que crear por nuestros hijos y para conservar nuestra profesión”, añadió.

Pero, en opinión de muchos economistas, los efectos de este cambio en las ciudades son preocupantes, pues los líderes urbanos batallan para revivir el centro de sus ciudades sin los empleados que solían salir a comer, beber y hacer sus compras ahí.

Además, los líderes empresariales deben lidiar con las desventajas y las bendiciones de la nueva distribución dispersa de su fuerza de trabajo.

Noah Lang, director ejecutivo de una plataforma de prestaciones laborales llamada Stride, vio el teletrabajo como una oportunidad para recortar el gasto de su empresa en la renta de oficinas en San Francisco y mudarse de la ciudad con su familia a una casa en el condado de Marin.

Poder contratar empleados de ciudades de todo el país ha resultado positivo para su negocio, según comentó, pues el objetivo de Stride es ofrecerles prestaciones a trabajadores por encargo en todo Estados Unidos y necesita conocer la experiencia de consumidores de otras regiones además del área de la Bahía.

“Buscamos ayudar a los estadounidenses de ingresos bajos a moderados que trabajan duro y, en muchos casos, no se mueven en el sector tecnológico”, afirmó Lang. “No se encuentran en esta burbuja de San Francisco”.

El flujo de trabajadores, como Lang, que cambian la ciudad por los suburbios ha generado temor entre los economistas por la posibilidad de un círculo destructivo: como menos trabajadores se trasladan al centro de la ciudad, hay menos clientes para las tiendas y eso afecta la sensación de seguridad, así que todavía menos personas quieren ir al centro. El tráfico peatonal semanal promedio en las áreas del centro todavía se encuentra a tres cuartas partes de lo que era antes de la pandemia, según un análisis de actividad de teléfonos móviles en el centro de las ciudades realizado por investigadores de la Universidad de Toronto.

Pero muchos insisten en que los líderes de la ciudad serán capaces de darles una nueva imagen a los centros de negocios urbanos en respuesta a estos cambios demográficos. Florida, por ejemplo, les aconseja a los dirigentes de la ciudad convertir el centro en un destino turístico, o incluso en un destino para personas que trabajan desde casa y luego socializan en la ciudad. Un estudio de 26 áreas céntricas en Estados Unidos publicado el año pasado reveló que, en promedio, los visitantes constituían el 61 por ciento del tráfico peatonal en las zonas del centro y los residentes solo el 11 por ciento.

“El futuro del centro de las ciudades dependerá mucho más de que se convierta en un centro de entretenimiento y cultura y también un centro deportivo y de servicios”, indicó Florida.

c.2024 The New York Times Company