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China trata de animar su economía sin dejar de controlarla

La gente pasa frente a la sede del Banco de China en Pekín, el 22 de diciembre de 2022. (Andrea Verdelli/The New York Times)
La gente pasa frente a la sede del Banco de China en Pekín, el 22 de diciembre de 2022. (Andrea Verdelli/The New York Times)

En 2021, el líder de China, Xi Jinping, usó su discurso anual de Año Nuevo para elogiar los logros patrióticos del pueblo chino. En un año marcado por la represión sobre las empresas de tecnología, las restricciones a los préstamos de las empresas inmobiliarias del país y la negativa a ceder en las políticas restrictivas generadas por el COVID, Xi no mencionó directamente la economía o los negocios.

En el primer minuto de su discurso más reciente, Xi elogió la economía del país, que sigue siendo la segunda más grande del mundo, y explicó que China había recortado impuestos y tarifas, además de haber introducido medidas “para aliviar la carga de las empresas”. Unas semanas antes, en una reunión para establecer los objetivos políticos para 2023, Xi y otros importantes líderes expresaron la necesidad de impulsar la economía y prometieron apoyo al sector privado.

El tono disciplinario de China, como el de una corporación, se ha convertido en el discurso de un animador.

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“La economía china disfruta de una fuerte resiliencia, un tremendo potencial y una gran vitalidad. Los fundamentos que sustentan su crecimiento a largo plazo se han mantenido sólidos”, dijo Xi en el discurso, al tiempo que instó al pueblo chino a “mantener la confianza”.

En las últimas semanas, siguiendo el ejemplo del presidente, los funcionarios chinos han estado adoptando el tipo de lenguaje favorable respecto a los negocios que estuvo ausente en los últimos años. Con el mismo fervor con el que alguna vez defendió la necesidad de una guerra total contra el COVID, China está librando una campaña para persuadir a las empresas de que está priorizando el crecimiento económico.

Las iniciativas distintivas de Xi de hace solo unos años están comenzando a revertirse. Hace poco, después de obligar a Jack Ma, el magnate tecnológico más famoso de China, a renunciar al control de un activo preciado, hay señales de que las grandes empresas de la tecnología finalmente estén saliendo de las restricciones de la regulación.

China, un mar de dudas para las empresas

Similar a lo que ocurrió hace un mes, cuando China cambió repentinamente de rumbo en su estrategia “cero-COVID”, este último cambio es un reconocimiento del estado frágil de la economía de la nación. El crecimiento está en su ritmo más lento en décadas, obstaculizado por un mercado inmobiliario en crisis, la falta de trabajos prometedores para los jóvenes, la confianza del consumidor sacudida por años de políticas rígidas de COVID y arcas gubernamentales locales agotadas.

En los últimos años, China había abandonado la reforma del mercado que pudiera dar ventajas a las empresas en favor de una economía más controlada por el Estado en la que los intereses comerciales eran secundarios a los objetivos del Partido Comunista Chino. El manejo de la pandemia por parte de China y la creciente influencia ideológica en sus políticas económicas han provocado que muchos empresarios se pregunten si el país sigue siendo un lugar confiable donde operar. Empresas como Apple han estado buscando con mayor urgencia diversificarse fuera de China.

Después de controlar la influencia de los poderosos conglomerados en internet a través de una regulación agresiva, el banco central de China dijo esta semana que disminuirá la supervisión sobre las empresas de tecnología. A través de una serie de medidas que comenzaron el mes pasado, China ha eliminado progresivamente las restricciones a los grandes préstamos por parte de los promotores inmobiliarios y ha dado indicios de que tiene planes para seguir haciéndolo.

Un trabajador en la línea de producción de una fábrica de Velong Enterprises, un fabricante de equipos de cocina y parrillas en Cantón, China, el 27 de diciembre de 2022. (Gilles Sabrie/The New York Times)
Un trabajador en la línea de producción de una fábrica de Velong Enterprises, un fabricante de equipos de cocina y parrillas en Cantón, China, el 27 de diciembre de 2022. (Gilles Sabrie/The New York Times)

El ministro de Finanzas de China, Liu Kun, dijo a los medios estatales que el país planea gastar mucho en 2023 para apoyar una recuperación económica a través de una combinación de gastos de estímulo, subsidios y recortes de impuestos.

No está claro si estos cambios serán suficientes.

“Ahora mismo hay una falta de confianza, y eso no va a desaparecer”, dijo Duncan Clark, presidente de BDA, una firma de asesoría de inversiones con sede en Pekín. Clark dijo que las empresas ahora asumían un mayor riesgo al operar en China que en el pasado.

Xiang Songzuo, economista chino y exfuncionario del Banco Popular de China, dijo que no creía que se haya dado un cambio fundamentalmente importante en la estrategia empresarial de los líderes chinos, sino que su lenguaje se había suavizado debido a la lentitud de la economía.

El Gobierno chino no dejará de controlar

En la economía actual, China necesita que las empresas privadas inviertan más, contraten más y paguen más impuestos. Como resultado, el tono ha cambiado para “tranquilizarlas y pacificarlas”, dijo Xiang. Pero la tensión persiste porque China quiere mantener el control sobre las empresas privadas y no confiará la supervisión únicamente a los mercados o las leyes existentes.

A partir de 2020, China intensificó el escrutinio de las prácticas comerciales y de recopilación de datos de sus empresas tecnológicas más grandes, como el servicio de transporte compartido Didi Global y Ant Group, la empresa hermana de tecnología financiera del gigante del comercio electrónico Alibaba.

Al finalizar 2020, los funcionarios chinos suspendieron abruptamente la oferta pública inicial de Ant Group después de que Ma criticara al sector bancario de China como atrasado. Los reguladores chinos obligaron a Ant a registrarse como sociedad de cartera financiera y a separar su aplicación de pago de sus servicios financieros. La cotización pública nunca se llevó a cabo.

Luego, el mes pasado, el tono cambió. Al establecer sus objetivos de política para este año, los funcionarios chinos dijeron que planeaban una “supervisión más normalizada” de las empresas de tecnología.

En lo que pareció ser un colofón de la represión de China contra las grandes empresas tecnológicas, Ant Group anunció el sábado que Ma renunciaría al control de la empresa.

Más o menos cuando Ant anunció el cambio de control, Guo Shuqing, el secretario del Partido Comunista en el Banco Popular de China, dijo que la llamada campaña de rectificación en las empresas de tecnología más grandes estaba “básicamente completa”.

China también ha dicho que tomará las medidas necesarias para reactivar el mercado de la vivienda, que ha estado bajo la presión del gobierno en los últimos años para frenar los hábitos de endeudamiento imprudente de las empresas inmobiliarias.

El gobierno, alarmado por la fuerte recesión en el mercado inmobiliario y el creciente malestar por los edificios de apartamentos sin terminar, eliminó muchas de las restricciones de deuda diseñadas para controlar a las empresas. China también ha instado a los bancos a prestar más a los desarrolladores para completar apartamentos sin terminar, al tiempo que les facilita a los primeros el proceso para solicitar el préstamo.

Sin embargo, estas medidas no abordan un problema central: los consumidores chinos, que alguna vez fueron compradores entusiastas de bienes raíces, no están interesados. Las ventas de los 100 desarrolladores inmobiliarios más grandes cayeron más del 40 por ciento el año pasado en comparación con el año anterior, según China Index Academy, una firma de investigación de bienes raíces.

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© 2023 The New York Times Company