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El ejecutivo de Silicon Valley que se niega a usar teléfono celular

Steve Hilton fue asesor del primer ministro británico David Cameron y ahora presidente ejecutivo de una novedosa startup, Crowdpac, de datos políticos. Pero lo primero que le pregunta la gente que lo conoce es “¿cómo puedes vivir sin teléfono celular?”

Steve Hilton (izq.) conversa con Richard Branson. (Getty Images)

“Cuando la gente descubre este hecho acerca de mi vida, se muestran más sorprendidos que si yo hubiera dejado escapar que en realidad nací con el cerebro de un pollo. ‘Pero ¿cómo vives?’ Lloran. Y luego: “¿Cómo su esposa siente al respecto?”, comentó Hilton en un artículo para el diario británico The Guardian.

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Y ya lleva tres años sin teléfono alguno. Ni siquiera usa el modelo más básico.
En 2012, su esposa era ejecutiva de Google y Hilton había acabado su período como asesor gubernamental, por lo que la pareja decidió mudarse con sus dos hijos para Silicon Valley.

Hilton cuenta que llegó a Estados Unidos con un viejo teléfono Nokia que por supuesto dejó de funcionar de inmediato. El hombre intentó adquirir otros modelos de Nokia, incluso uno de pago por uso de un proveedor británico. Pero los aparatos se rompían con frecuencia y el capricho le costaba una fortuna.

Hasta que un día se dio por vencido, cuando después de un viaje a la playa el orificio para cargar el celular quedó obstruido por la arena.

Así fue como se quedó sin teléfono.

“Recuerdo el momento exacto en que me di cuenta de que algo importante había sucedido”, relató el empresario. “Yo estaba en mi bicicleta, iba hacia Stanford, y me llamó la atención que había transcurrido una semana sin que yo tuviera un teléfono. Y todo estaba bien. Mejor que bien, en realidad. Me sentía más relajado, sin preocupaciones, más feliz. Tenía esta sensación increíblemente fuerte de sólo pensar en las cosas durante el día. De ser capaz de organizar los pensamientos en mi mente”.

La gente le pregunta a Hilton cómo es posible contactarlo. Y la respuesta, dice, es simple: tiene una laptop, con un correo electrónico que usa sistemáticamente. Con su computadora organiza y participa en reuniones y crea recordatorios electrónicos, y asegura que así puede funcionar perfectamente.

La siguiente pregunta que Hilton suele escuchar le molesta un poco más. “¿Y si algo les pasa a sus hijos?”

“Esta siempre me llama la atención por ser la más ridícula. Mis hijos tienen ocho y cuatro años. Ellos están con un adulto responsable en todo momento, ¿por qué tengo que llevar control sobre ellos cada minuto del día? Si pasa algo, siempre hay alguien allí para cuidar de ellos”, comentó. “Pero por lo general respondo: "¿Cómo te imaginas que hicieron tus padres? ¿Y los padres a lo largo de toda la historia humana antes de los últimos 20 años?”

Hilton admite que no tener teléfono conlleva ciertas limitaciones, como por ejemplo no poder usar Uber -que funciona a través de una aplicación. Pero, por otro lado, su esposa Rachel trabaja actualmente en esa compañía.

El ejecutivo también admite que una vez -una sola en todo este tiempo- se vio perjudicado por la falta de teléfono, cuando esperó por alguien para una reunión en el bar equivocado.

Pero también, en ocasiones -4 ó 5 al mes-, tiene que pedir un celular prestado, ya sea para usar Uber, enviar un mensaje de texto o llamar a alguien.
Su esposa no está tan contenta con su elección de no usar teléfono, y lo considera un acto de egoísmo pues es difícil cambiar de planes con él, y obliga a otras personas a estar en función suya, cuenta Hilton. Pero el empresario lo de ve de otra manera.

“Creo que la idea de que todos debemos estar conectados y localizables en todo momento no sólo es extraña, sino amenazante. Parece que ahora todo el mundo es aquiescente, a través de su teléfono, una forma electrónica de confinarse a sí mismos a una cárcel digital donde no hay tal cosa como la verdadera libertad o la independencia o la soledad o la intimidad”, escribió.

Hace un par de meses, contó, tras la frustrada reunión en el bar, su cofundador en Crowdpac le rogó que se buscara un teléfono. Pero la sola idea, dice Hilton, le hizo llorar.

“Creo que fue porque me recordó, de muchas maneras diferentes, de una vida que felizmente he dejado atrás: una vida de estrés y tensión y ansiedad, alimentada por el dispositivo en el bolsillo. Y aunque he tratado de exponer lo más honestamente que puedo las cosas que la gente me dice cuando oye que no tengo teléfono, he dejado fuera la reacción más común: ‘Qué fantástico que debe ser. Dios, me encantaría poder hacer eso’".