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A no entrar en pánico: para el “apocalipsis laboral” provocado por la inteligencia artificial todavía falta un tiempo

La inteligencia artificial está transformando el mundo del trabajo
Como resultado del avance tecnológico y de los menores costos, el stock mundial de robots industriales creció de 1 millón en 2011 a casi 3,5 millones en 2021.

“Creo que vamos a superar la relación uno-a-uno entre humanos y robots humanoides”, declaró Elon Musk el 1 de marzo. En boca del autoproclamado “tecnorey” propietario de Tesla, esas palabras fueron menos una predicción que una promesa. De hecho, la automotriz de Musk está desarrollando un autómata de inteligencia artificial (IA), cuyo nombre en código es Optimus, que tendrá usos domésticos e industriales. Musk hizo esas declaraciones durante el “día del inversor” de Tesla y las acompañó con un video de Optimus caminando por sí mismo y, al parecer, sin asistencia.

Como no dio detalles de cómo ni cuándo se pasaría de un video promocional a un ejército de 8000 millones de robots, sus dichos pueden parecer ciencia ficción, pero en realidad Musk se estaba metiendo en un debate muy real sobre el futuro del trabajo. De hecho, algunos formas de automatización por inteligencia artificial se están convirtiendo velozmente en un hecho científico. Desde noviembre, el bot conversacional de inteligencia artificial generativa ChatGPT tiene deslumbrados a sus usuarios por su creíble recreación de un interlocutor humano. Y hay otras inteligencias artificiales “generativas” que están conjurando textos, imágenes y sonidos de factura cuasi-humana a través del análisis de ingentes masas de datos recolectados de internet. El mes pasado, el CEO de la gigante informática IBM anticipó que la IA reemplazará a la gran mayoría de los empleados de oficina y, el 6 de marzo, Microsoft anunció el lanzamiento de una serie de “copilotos” de inteligencia artificial para amplia variedad de funciones profesionales, desde ventas y marketing hasta manejo de la cadena de suministros. Los observadores sensibles empezaron a murmurar sobre un inminente “apocalipsis laboral”.

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El temor a que la tecnología desplace el trabajo humano no es para nada nuevo. A principios del siglo XIX, en Gran Bretaña, los seguidores del movimiento ludista quemaban las máquinas de las fábricas. El término “automatización” recién se hizo conocido en la década de 1950, cuando las innovaciones mecánicas de la Segunda Guerra fueron adoptadas por la industria y se desató una ola de pánico por una posible pérdida masiva de puestos de trabajo. En 1978, el primer ministro británico, James Callaghan, recibió la llegada del microchip, el gran avance tecnológico de su era, con una investigación del gobierno sobre su potencial para liquidar empleos. Y hace diez años, Carl Frey y Michael Osborne, de la Universidad de Oxford, publicaron un reconocido informe ya citado más de 5000 veces donde aseguraban que el 47% de las tareas que realizan los trabajadores norteamericanos podrían ser automatizadas “en el lapso de una o dos décadas”. Hoy, hasta el tecno-optimista Elon Musk se pregunta qué implicancias tendría que los robots superen en número a los humanos en el mercado laboral: “Llegado ese punto, ni siquiera quedaría claro qué es una economía”.

El temor a que la tecnología desplace el trabajo humano se remonta al siglo XIX.
El temor a que la tecnología desplace el trabajo humano se remonta al siglo XIX. - Créditos: @SWKStock

Aunque todavía quedan un par de años para saber si la profecía de Frey y Osborne se cumple y las admoniciones de Musk por el momento pueden ser ignoradas, lo cierto es que los temores iniciales sobre el potencial asesino del trabajo de la tecnología nunca se materializaron. Por el contrario, el desempleo en los países ricos está en mínimos históricos y más ajustado estará todavía a medida que se acentúe el envejecimiento poblacional. Actualmente, en Estados Unidos hay dos puestos vacantes por cada trabajador desempleado, la cifra más alta de la que se tenga registro. El sector fabril reporta una escasez de mano de obra de 500.000 empleados, y al sector hotelero de 800.000.

Por lo tanto, el problema inmediato de las economías avanzadas no es de exceso, sino de falta de automatización, exacerbada por el hecho de que para las grandes empresas, la automatización ha resultado difícil de llevar a la práctica. Y tampoco parece que vaya a facilitarse con las flamantes herramientas de inteligencia artificial que están de moda.

Locos por las máquinas

Los brazos mecánicos que sueldan, perforan y mueven objetos en la planta de una fábrica son imágenes comunes desde hace décadas. Históricamente, la robotización tuvo su epicentro en la industria automotriz, que por el tamaño y peso de sus componentes y la limitada variedad de sus productos era ideal para el trabajo mecanizado. Otro sector que adoptó de inmediato la robotización fue la industria electrónica, con su necesidad de movimientos precisos y repetitivos.

En tiempos más recientes, la lista de sectores que incorporaron robots se amplió, señaló Jeff Burnstein, presidente de la estadounidense Asociación para la Automatización Avanzada. Gracias a los avances en visión artificial, los robots ahora son más hábiles, sumó Sami Atiya, director del sector de robótica de empresa tecnológica suiza ABB. Los livianos “cobots” o “robots colaborativos” actualmente trabajan codo a codo con los humanos y ya no están encerrados en peceras, mientras que en las fábricas hay vehículos autónomos que trasladan objetos de un punto a otro.

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Al mismo tiempo, el precio de los robots bajó muchísimo. En 2005, el precio promedio de un robot industrial era de US$69.000: para el año 2017, era de US$27.000, según datos de la administradora de fondos Ark Invest. El diciembre pasado, ABB abrió una megafábrica de 67.000 metros cuadrados en Shanghái, donde los robots fabrican robots. También bajó el costo de las instalaciones y los modernos sistemas “sin código” no requieren de experiencia en programación, explicó Susanne Bieller, secretaria general de la Federación Internacional de Robótica, otra agrupación sectorial.

Como resultado del avance tecnológico y de los menores costos, el stock mundial de robots industriales creció de 1 millón en 2011 a casi 3,5 millones en 2021. En el último trimestre, las ventas del gran fabricante de robots japonés Fanuc crecieron un 17% interanual y las de Keyence, una consultora japonesa de automatización de fábricas en todo el mundo, se dispararon un 24%. Aunque por debajo de los picos máximos de 2021, cuando los CEOs buscaban alternativas a los empleados bloqueados por la pandemia, el precio de las acciones de los fabricantes de robots siguen un 20% por encima de los niveles prepandémicos.

Sin embargo, y pesar de ese auge, los niveles totales de robotización siguen siendo bajos, sobre todo en Occidente. Según la Federación Internacional de Robótica, hasta las empresas de Corea del Sur, por lejos las más entusiastas del mundo a la hora de incorporar robots, emplean a diez operarios de planta por cada robot industrial, muy lejos de la visión de Musk. En Estados Unidos, China, Europa y Japón la cifra es de 25-40 contra uno. Los 25.000 millones de dólares que el mundo gastó en robots industriales durante 2020, según la consultora BCG, representan menos del 1% del gasto de capital global, excluyendo los sectores de energía y minería. Para que se entienda mejor: en ese periodo, el mundo gastó más en juguetes sexuales que en robots.

La extensa vida útil de las máquinas industriales limita la velocidad de recambio por otras nuevas más inteligentes, remarcó por su parte Rainer Brehm, quien dirige la unidad de automatización de fábricas del gigante alemán Siemens. Además, en las economías avanzadas, actualmente la mayoría de los trabajos rudimentarios son en el sector de servicios, donde las tareas son más difíciles de automatizar. El cuerpo humano, con sus articulaciones y dedos, es una maravilla de versatilidad que cuenta con 244 planos de movimiento. Un robot típico tiene apenas seis de esos “grados de libertad”, señala Kim Povlsen, CEO de la fabricante de robots Universal Robots.

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La automatización del trabajo de oficina también se ha frenado y por razones similares: sistemas heredados e inercia corporativa. En teoría, la digitalización debería hacer posible eliminar la mayor parte de la participación humana en tareas rutinarias, como el inventariado, el pago a proveedores o llevar las cuentas. En la práctica, la mayoría de las empresas nacidas antes de la era digital usan una maraña de sistemas obsoletos e incompatibles entre sí, señaló Cathy Tornbohm, de la empresa de investigaciones Gartner. En lugar de pagar a los consultores informáticos profesionales para que desenreden esa maraña, muchas empresas prefieren tercerizar las tareas básicas de oficina en países donde los costos son bajos, como la India o las Filipinas. Según la firma de investigaciones IDC, el mercado de software que automatiza las ingratas y rutinarias tareas de oficina mueve apenas US$20.000 millones al año, incluso menos de lo que se gasta en robots físicos.

Con el tiempo, es probable que la innovación termine eliminando algunos de esos obstáculos. Para los robots físicos, ese proceso ya está en marcha en Corea del Sur, un país loco por las máquinas. Doosan Robotics, uno de los mayores fabricantes de robots de Corea del Sur, abrió su software a desarrolladores externos para que creen aplicaciones preprogramadas para sus robots, que ya se utilizan para todo tipo de tareas, desde hacer un café hasta colocar pisos en obras en construcción. En los locales de la cadena de comida rápida Robert Chicken, las freidores son operadas por brazos robóticos. Para no tener que aumentar el precio de su franquicia, la compañía les alquila esos robots por alrededor de 900 dólares al mes, mucho menos que el costo de un operador humano. Y Naver, el gigante surcoreano de Internet, tiene una unidad de desarrollo de vehículos robotizados que pueden circular por lugares muy concurridos y de diseño arquitectónico complicado: de hecho, ya tiene un ejército de estos bots repartiendo cajas de almuerzo y paquetes entre sus empleados.

El sitio de noticias tecnológicas CNET empezó a publicar silenciosamente 73 artículos periodísticos escritos por un bot
El sitio de noticias tecnológicas CNET empezó a publicar silenciosamente 73 artículos periodísticos escritos por un bot - Créditos: @shutterstock

La automatización de los procesos de oficina también se está volviendo más sofisticada. UiPath, pionera en la automatización de tareas mecánicas, como copiar y pegar información, ahora también ofrece herramientas de visión artificial que pueden seleccionar datos del papeleo de oficina o mapear procesos comerciales observando lo que hacen los empleados en sus computadoras. Según Rob Enslin, codirector ejecutivo de UiPath, actualmente la empresa presta servicios a unos 10.000 clientes. Power Automate, una herramienta de Microsoft que permite que los empleados de oficina automaticen ciertas tareas, como la aprobación de viajes y el control de viáticos, ya tiene 7 millones de usuarios activos mensuales, dijo Charles Lamanna, responsable de los productos de automatización del gigante del software.

Y ahora las empresas también están empezando a adoptar la inteligencia artificial generativa. Pero al igual que con los robots físicos y la automatización de los procesos, la incorporación de esa nueva tecnología no se dará de la noche a la mañana. Allen & Overy, un estudio de abogados que en febrero lanzó un asistente legal virtual con habilidades similares a los de ChatGPT, les exige a sus abogados que cotejen todo lo que propone el bot. Y a partir de noviembre, el sitio de noticias tecnológicas CNET empezó a publicar silenciosamente 73 artículos periodísticos escritos por un bot, primero para consternación y luego para regodeo de los periodistas, cuando notaron que los artículos estaban plagados de errores.

Una cosa es pasar de la ciencia ficción al hecho científico. Otra muy distinta es convertir ese hecho científico en una realidad económica.

(Traducción de Jaime Arrambide)